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San Esteban: resplandeciente como un Ángel

Redacción (Miércoles, 04-03-2020, Gaudium Press) En Jerusalén, el número de fieles crecía prodigiosamente y el Diácono Esteban realizaba grandes milagros. Judíos impíos venían a discutir con él, pero Esteban, con su insigne sabiduría, los aplastaba.

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Martirio de San Esteban

Entonces, esos impíos sobornaron a algunos individuos para propagar que el diácono, en sus predicaciones, decía blasfemias contra Dios y Moisés.

Así, Esteban fue llevado al Sanedrín, donde falsos testimonios hicieron contra él nefandas acusaciones. «Todos los que estaban sentados en el Sinedrio tenían los ojos fijos sobre Esteban y vieron su rostro resplandeciente como el rostro de un Ángel» (At 6, 15).

Pero, cerrándose a la gracia divina, el sumo sacerdote le preguntó si las acusaciones contra él eran procedentes. Formado por Gamaliel, célebre maestro de la Ley, Esteban tenía un conocimiento primoroso de la Sagrada Escritura, e hizo una bella exposición sobre algunos hechos fundamentales de la Historia de Israel.

Y concluyó con esta increpación: «¡Hombres de cabeza dura, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Siempre resististeis al Espíritu Santo, tanto vosotros como vuestros padres! ¿A cuál de los profetas vuestros padres no persiguieron? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, de quien vosotros, ahora, os tornasteis traidores y asesinos. ¡Vosotros recibisteis la Ley por medio de Ángeles, y no la observasteis!» (At 7, 51-53).

Oyendo eso, los miembros del sanedrín rechinaron los dientes de odio.

Esteban afirmó que estaba viendo el cielo abierto, donde se encontraba Jesús a la derecha de Dios Padre. Entonces, aquellos impíos, «dando grandes gritos y tapando los oídos, avanzaron todos juntos contra Esteban, lo arrastraron para fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los testigos dejaron sus mantos a los pies de un joven, llamado Saulo» (At 7, 57-58).

Sangrando de la cabeza a los pies, Esteban exclamaba: «Señor Jesús, acoge mi espíritu. Doblando las rodillas, clamó con voz fuerte: ‘Señor, no los condenes por este pecado'» (At 7, 59-60). Y entregó su bella alma a Dios. «¡Cómo ese martirio es digno de ser el primero de la Historia de la Iglesia, ejemplo para los demás holocaustos de los que murieron testimoniando su Fe en Cristo Jesús, Señor nuestro!»

Gran número de conversiones en Samaria

Afirma Fillion que Esteban, al morir, rezó por la conversión de Saulo, el cual después se tornó el gran San Pablo. Y explica que la palabra «joven» servía para significar hombres de hasta treinta años, y esta era la edad de San Pablo en esa ocasión.

Comenzó, entonces, en Jerusalén una gran persecución contra la Iglesia, y todos los fieles, con excepción de los Apóstoles, se dispersaron a otras regiones. Uno de los jefes de la persecución era Saulo, que «devastaba la Iglesia: entraba a las casas y arrastraba para fuera hombres y mujeres, para tirarlos en la prisión» (At 8, 3).

Y los cristianos que salían de Jerusalén, llegando a otras ciudades, no estaban escondidos, con miedo, sino hacían apostolado. Por ejemplo, el Diácono Felipe, habiendo ido a Samaria, predicaba el Evangelio, expulsaba demonios, curaba enfermos, y hubo gran número de conversiones. Al ser informados sobre esos hechos, San Pedro y San Juan para allá se dirigieron.

Además de celebrar Misas, «impusieron las manos [sobre los bautizados], y ellos recibieron el Espíritu Santo» (At 8, 17), o sea, fueron crismados. De hecho, siendo diácono, Felipe no podía celebrar el Santo Sacrificio, ni crismar.

Bautismo del tesorero de la Reina de Etiopía

Cierto día, un Ángel apareció a Felipe y le ordenó que se dirigiese a un determinado camino. Él obedeció inmediatamente y vio un hombre viajando en un carro tirado por caballos; era el administrador general del tesoro de la Reina de Etiopía. Salvaréis

Volvía él de una peregrinación a Jerusalén y, sentado en un banco de su auto, leía trechos del Profeta Isaías. Ese administrador era ciertamente un judío que vivía en Etiopía. Es más, la Reina de Saba, que habiendo oído hablar de la sabiduría de Salomón fue a visitarlo, era soberana de Etiopía.

Inspirado por el Espíritu Santo, Felipe abordó al administrador y le preguntó si entendía lo que estaba leyendo. Respondió él que no, y pidió al diácono que subiese al carro y le diese las explicaciones. Mientras el carro andaba, Felipe le mostró que aquel trecho se refería a Jesús; y le hizo una síntesis de la Doctrina Cristiana.

Llegando a un lugar donde había agua, el administrador pidió que fuese bautizado, y en la misma hora Felipe le administró el Sacramento. Cuando salieron del agua, el Espíritu Santo arrebató a Felipe y lo llevó para otras regiones. Y el administrador «prosiguió su viaje, lleno de alegría» (At 8, 39); fue el fundador de la primera cristiandad en Etiopía.

Algún tiempo después, el Diácono Felipe, que tenía cuatro hijas vírgenes, regresó a su residencia, en la ciudad de Cesarea, en la cual, cierto día, él recibió la insigne gracia de hospedar a San Pablo (cf. At 21, 8-9). Él se tornó santo y su memoria es celebrada el 11 de octubre.

Simón el mago

En Samaria, un individuo llamado Simón, viendo los milagros obrados por los Apóstoles, les ofreció dinero para recibir los poderes que poseían. San Pedro lo increpó duramente: «¡Qué tu dinero vaya contigo a la perdición!» (At 8, 20). Simón era hechicero y pasó para la Historia con el mote de Simón el mago.

No era un impostor vulgar, sino un heresiarca que había fundido en una síntesis los principales errores del budismo indio, del esoterismo de Egipto, de la cábala judaica, de la mitología politeísta, etc. Acompañado de una mujer, anduvo por varias regiones, predicando que él era dios y tomara la figura de hombre para tornar libre al género humano. Decía que era preciso creer en él y en su compañera para obtener la salvación.

Consiguió reunir gran número de adeptos y se hizo adorar como el verdadero dios. Varios autores del siglo V afirman que Simón, habiendo sido llevado a gran altura de los aires por demonios, por las preces de San Pedro fue precipitado al piso y murió. Fue él el fundador de una herejía llamada simonía, término que en el lenguaje común significa: «tráfico de cosas sagradas o espirituales, tales como sacramentos, dignidades, beneficios eclesiásticos».  

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História da Igreja» – 5)

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1- CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Santo Estevão, cheio da graça divina. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano VI, n. 69 (dezembro 2003), p. 27.

2- Cf. FILLION, Louis-Claude. La sainte Bible avec commentaires – Actes des Apôtres. Paris: Lethielleux. c. 1889, p. 662.668.

3- Cf. DARRAS, Joseph Epiphane. Histoire Génerale de l’Église depuis la Création jusqu’à nos jours. Paris : Louis Vivès. 1869. v. V, p. 365-366.

4- Cf. Idem. op. cit., p. 367.

5- Cf. Idem. op. cit., p. 360.

6- Cf. MIGNE, Abbé. Encyclopédie Theologique. Paris: Ateliers Catholiques du Petit-Montrouge. 1847. v. XII, p. 110.112.114.

7- HOLANDA FERREIRA, Aurélio Buarque de. Dicionário Aurélio da língua portuguesa.

 

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