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Redacción (Martes, 24-12-2019, Gaudium Press) «¡Oh, Santa e Inmaculada Virginidad, no sé con qué alabanzas te he de exaltar, pues encerrasteis en tu seno aquel a quien los cielos no pudieron contener!»
A nuestros queridos lectores queremos decir que todavía no conseguimos escribir algo que esté a la altura de la grandiosidad de la Santa Navidad, cuando un Dios se hace carne por medio de una Madre que es Virgen.
Son los misterios de la pequeñez, son las grandezas que solo los pequeños pueden tener: recurrir a los cielos.
Cuando decimos «¡Oh, Santa e Inmaculada Virginidad, no sé con qué alabanzas te he de exaltar, pues encerrasteis en tu seno aquel a quien los cielos no pudieron contener!», recurrimos a la liturgia de la Santa Iglesia y nuestra alma se llenó de alegría por encontrar palabras que no sabríamos componer.
Lo que nos gustaría es, ahora, compartir con nuestros lectores todo lo que la Navidad ofrece, pero, no conseguimos.
Para desear todo de bueno que la Santa Navidad tiene y pedir que esa bondad sea una constante para nuestros lectores en 2020, recurrimos nuevamente a la tradición de la Iglesia, a la liturgia bizantina, para ofrecer al Niño Jesús un regalo, un gran regalo:
«¿Qué podemos ofrecerle como regalo, Jesús, nuestro Dios, por haber venido a la tierra, asumiendo nuestra humanidad?
Todos le ofrecen alguna cosa en agradecimiento:
los ángeles ofrecen sus músicas;
los cielos, la estrella;
los magos, sus dones;
los pastores, sus maravillas;
la tierra, una gruta;
el desierto, un pesebre.
¿Y nosotros?
¡Nosotros le ofrecemos una Virgen Madre!»
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