Redacción (Viernes, 22-11-2019, Gaudium Press) Ayer 21 de noviembre, la Iglesia celebró la Fiesta de la Presentación de Nuestra Señora en el Templo.
El encuentro de la esperanza con la realidad
La fiesta de la Presentación de Nuestra Señora tiene una belleza especial.
María Santísima, la raíz de Jessé de la cual habría de nacer el Mesías, es presentada en el Templo, la institución incumbida de guardar la promesa.
Recibiendo a aquella que representa el primer paso rumbo a la realización de la promesa, hubo en el templo el encuentro de la esperanza con la realidad.
Nuestra Señora consagra al servicio de Dios su alma insondablemente santa, haciendo penetrar en el templo la luz incomparable de su santidad. Comienza, entonces, la preparación de aquella que vendría a ser la Madre del Salvador.
Esta magnífica fiesta es exaltada por los cristianos desde los primeros siglos y fue oficialmente insertada en el Misal Romano en el año 1505.
A partir de 1585 el Papa Sixto V tornó su conmemoración Universal.
Ofrenda más perfecta que la de María, nunca será hecha
Cuenta la Tradición que San Joaquín y Santa Ana, por largo tiempo, no tuvieron hijos, hasta que nació María Santísima.
Estos santos padres, en cumplimiento a una promesa hecha al Altísimo, compenetrados de todo el Misterio de la Salvación y deseosos de que la Santa Niña sirviese a Dios de manera perfecta, la llevaron a Jerusalén para ser presentada en el Templo.
Esta ofrenda es muy significativa, pues, de cierta forma, anticipaba la «excelsa misión» de María (1).
San Alfonso de Ligorio comenta que «una ofrenda mayor y más perfecta que la de María, todavía niña de tres años, nunca fue y nunca será hecha a Dios por una mera criatura». (2)
Podemos imaginar esta simple niña, en tan tierna edad, pero ya en pleno uso de la razón, pues fue concebida sin los efectos del pecado original – adorando a Dios en el Templo en «Espíritu y Verdad». Ciertamente, en todo momento se dedicó la pequeña María en hacer, con intensidad la voluntad de Dios, amándolo por encima de todo.
Así, en este día, en que celebramos la Presentación de María, debemos meditar sobre nuestra fidelidad a los designios de Dios y hasta qué punto – dentro de nuestra limitada capacidad – hemos buscado imitar la actitud de nuestra Madre y Señora.
Por João Sérgio Guimarães
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1 – Monsenhor João Clá Dias. Pequeno Ofício da Imaculada Conceição Comentado.
2 – Santo Afonso Maria de Ligório. Glórias de Maria. Aparecida, SP: Santuário. 3ª. ed. 1989, página 272
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