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Cuando Dios conduce a un hombre…

Redacción (Lunes, 24-02-2017, Gaudium Press) Bello se erguía el castillo de Kerlois, de la familia Keriolet, de elevado linaje de Bretaña. Nacido el único hijo varón en 1602, el horizonte familiar comienza a oscurecerse, pues el niño, llamado Pierre, luego se reveló indisciplinado y desobediente.

Lo mandaron para ser educado con los jesuitas. Allí su diversión era robar el sombrero y el manto de los alumnos y burlarse de los sacerdotes. Sus padres, afligidos, intentaban reconducirlo al buen camino, ya sea con castigos, ya sea con mimos. ¡Todo se mostraba inútil! Lo despidieron de casa.

Errante, pobre y orgulloso, Pierre fue a parar a la calle. Entretanto, cuando supo de la muerte del padre, exultó de alegría: ¡estaba rico! Volviendo al castillo, derrochaba sus bienes en una vida disoluta, y nada lo amedrentaba. Ni siquiera los varios avisos recibidos de la Providencia.

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Virgen con niño, aplastando al demonio

Monasterio de la Concepción, Vivero, España

En una noche de tempestad, Pierre dormía cuando un rayo alcanzó su cama: la mitad en que él estaba quedó intacta y la otra en llamas. Airado, él tomó la pistola y disparó hacia el Cielo, en desafío a Dios que se «atrevía» a amenazarlo.

Cierto día, fue a una ciudad vecina con unos amigos a divertirse. En el camino, fueron asaltados y golpeados. Quedando gravemente herido, él hizo una promesa a Nuestra Señora de Liesse: visitaría su santuario si no muriese. Pasado el peligro, se fue la piedad de Pierre. Apenas rezaba todos los días tres Ave-Marías, sin saber por qué lo hacía…

En otra ocasión, soñó que descendía una rampa vertiginosa, oyendo risas estridentes, blasfemias y burlas, cada vez más próximas: estaba en el infierno. Asustado, despertó, decidido a cambiar de vida, e ingresó a la Cartuja… ¡donde vivió ocho días!

De vuelta al siglo, la vida de antes no lo contentaba más y se tornó todavía peor. Hasta que supo de las ursulinas de Loudun – caso famoso en toda Francia -, que, sin culpa propia, quedaron poseídas por el Maligno. Cuanto más elevado fuese el puesto de la religiosa en la jerarquía conventual, más demonios tenía en el cuerpo. Ya hacia algunos meses que se hacían continuos exorcismos.

Todas las personas recelaban acercarse a la ciudad, Pierre quiso mostrar su bravura y, por orgullo, para allá se dirigió. Al depararse con la capilla del monasterio, decidió entrar: vio una religiosa debatiéndose en el piso y vociferando, no obstante las órdenes del exorcista. El joven juzgó ser este un espectáculo atrayente y divertido, y se sentó en el fondo de la iglesia. La posesa se volvió para él y dijo:

– ¿Oh, mi amigo, que haces aquí?

Ante el asombro de los asistentes, Pierre no se espantó:

– Vine para mis quehaceres…

– Sí, para tus quehaceres – respondió el demonio en un tono sarcástico – ¡Tú ni sabes lo que estás haciendo!

A Pierre le gustó esta primera experiencia y se propuso volver. Por nueve días nada de extraordinario sucedió. En el décimo día, entretanto, como el demonio no salía, el padre le preguntó:

– ¿Por qué te niegas a salir?

– ¡Es porque Ella no me da permiso, hasta que aquel hombre se convierta! ¡La posesa se volvió y apuntó para Pierre que, esta vez, quedó aterrorizado!

El demonio se puso a blasfemar y a acusar la justicia de Dios, por haber Él condenado tantos ángeles por un solo pecado y por querer perdonar a aquel hombre abominable:

– Oh miserable, yo juzgaba poseerte y te llevaba al infierno, hasta que hiciste a Nuestra Señora de Liesse aquel voto que nunca llegaste a cumplir. ¡Ingrato e indigno de las prodigalidades de esta Virgen! ¡Blasfemador y ateo! ¿Es posible que tal hombre reciba misericordia? ¡Oh injusticia divina!

Pierre estaba vencido. Se arrepintió en el mismo momento e hizo una confesión pública. El otro día; prosternado en la iglesia, expiando sus pecados, Pierre vio comenzar nuevo exorcismo. El demonio, furioso por tal pérdida, no se contenía:

– Él está en tal estado que, si continúa así, estará tan alto en el Cielo como estuvo fondo en el infierno con nosotros.

– ¿Quién trabaja tan poderosamente para su salvación? – preguntó el sacerdote.

– ¡Es la Virgen María, la gran amiga de este hombre! – respondió el demonio.

Pierre pasó a ser ardiente devoto de su Bienhechora y fue ordenado sacerdote por voluntad expresa de Ella, tornándose él mismo exorcista, por lo que el demonio siempre despotricaba por obedecer a quien antes le sirviera. En su tumba, una frase resume su vida: «Aquí yace Pierre de Keriolet, conquista de María. Ella lo tornó su fiel y celoso servidor».

Por la Hna. Maria Beatriz Ribeiro Matos, EP

 

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