jueves, 28 de noviembre de 2024
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Nuestra Señora de las Gracias, Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Redacción (Jueves, 28-11-2019, Gaudium Press) El 27 de noviembre de 1830, la Virgen Inmaculada aparecía en la capilla de la Casa-Madre de las Hijas de la Caridad, en París.

Eran alrededor de cinco horas y media de la tarde. En profundo silencio, la Hermana Catarina Labouré hacía su meditación.

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De repente, ella oyó un ruido como el sonido de un vestido de seda, venido del lado de la Epístola.

Levantó los ojos y se deparó con la Santísima Virgen María, resplandeciente de luz, portanndo un vestido blanco y un manto blanco-aurora.

Los pies de la Madre de Dios posaban sobre la mitad de un globo; sus manos sujetaban otro globo, que Ella ofrecía a Nuestro Señor con una inefable expresión de súplica y de amor.

Pero es que ese cuadro vivo se modifica sensiblemente, figurando lo que fue después representado en la Medalla Milagrosa.

Las manos de María, cargadas de gracias simbolizadas por anillos radiosos, emiten haces de rayos luminosos sobre la tierra, pero con mayor abundancia en un punto.

La narración de la piadosa vidente

«Mientras yo la contemplaba, la Virgen Santa bajó sus ojos hacia mí, y una voz me dijo en el fondo del corazón: ‘Este globo que ves representa el mundo entero, especialmente Francia y cada persona en particular'», expresó la Hermana Catarina Labouré quien continúa su narración.

«No sé expresar lo que pude percibir de la belleza y del brillo de los rayos.»

Continúa la piadosa religiosa: «Y la Virgen Santa agregó: ‘Es el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me piden’, dándome a entender cuánto Ella es generosa para quien la invoca… cuántas gracias Ella concede a las personas que le piden… ¡En ese momento, yo estaba o no estaba… no sé… yo saboreaba aquellos momentos!»

«Se formó en torno de la Santísima Virgen un cuadro medio ovalado, en el cual se leían estas palabras, escritas en letras de oro: ‘Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a Vos'», contó Catarina Labouré.

La aparición giró y en el reverso estaba la letra «M» encimada por una cruz que tenía una barra en su base, la cual atravesaba la letra.

Abajo figuraba el corazón de Jesús, circuncidado con una corona de espinas, y el corazón de Nuestra Señora, traspasado por una espada. Alrededor de ella había doce estrellas.

«Después se hizo oír una voz que me dijo: ‘Haz acuñar una medalla conforme este modelo; las personas que la porten con piedad recibirán grandes gracias, sobre todo si la llevaren al cuello; las gracias serán abundantes para aquellos que tengan confianza’.»

En 1832, el Obispo de París autorizó la acuñación de la medalla y así se esparció por el mundo entero con maravillosa rapidez. En todas partes, fue instrumento de misericordia, arma terrible contra el demonio, remedio para muchos males, medio simple y prodigioso de conversión.

Inicialmente la medalla era llamada «de la Inmaculada Concepción», pero cuando la devoción se expandió y se produjeron muchos milagros, fue llamada «Medalla Milagrosa», como es conocida hasta nuestros días.

Una Oración

Como ayer, 27 de noviembre, recordamos a Nuestra Señora de las Gracias, su historia, sus gracias y auxilios constantes, transcribimos una oración que juzgamos oportuna a quien quiera que crea en la poderosa intercesión de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa:

Recordaos, oh purísima Virgen María, del poder ilimitado que os dio vuestro Divino Hijo sobre su corazón adorable. Lleno de confianza en vuestra intercesión, vengo a implorar vuestro auxilio.

Tenéis en vuestras manos la fuente de todas las gracias que brotan del Corazón amantísimo de Jesucristo; abridla en mi favor, concediéndome la gracia que ardientemente os pido.

No quiero ser el único por vos rechazado; sois mi Madre, sois la soberana del corazón de vuestro divino Hijo.

Sí, oh Virgen Santa, no olvidéis las tristezas de esta tierra; lanzad una mirada de voluntad a los que están en el sufrimiento, a los que no cesan de probar el cáliz de las amarguras de la vida.

¡Tened piedad de los que lloran de los que suplican y dad a todos el conforto, la esperanza y la paz!

¡Atended, pues, mi humilde súplica y alcanzadme las gracias que ahora fervorosamente os pido por intermedio de vuestra santa Medalla Milagrosa!

Amén.

(JSG)

 

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