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Ester defendió heroicamente a su pueblo

Redacción (Lunes, 27-03-2017, Gaudium Press) En aquella noche, Asuero no consiguió dormir y mandó que leyesen los anales de los tiempos antiguos. En determinado trecho, la historia contaba cómo Mardoqueo había denunciado a los dos porteros que urdían la muerte de Asuero. Éste, entonces, preguntó qué honra debía darse a Mardoqueo por esa prueba de fidelidad. Le respondieron que ninguna.

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Amán se rinde ante la Reina Ester

Amán es ahorcado

En ese momento, Amán entró al atrio del palacio con la intención de sugerir al Rey que mandase ahorcar a Mardoqueo. Asuero ordenó que él entrase en su aposento, y le preguntó qué debería hacer una persona que el Rey quisiese honrar.

Pensando que el monarca quería premiar al propio Amán, este respondió que el escogido debería ser revestido de trajes reales con una diadema sobre la cabeza. Y, montado en un caballo, andaría por la plaza principal de la ciudad para ser alabado.

El Rey, entonces, le dijo: «¡Deprisa, providencia por las vestiduras y el caballo y, como dijiste, hazlo para el judío Mardoqueo, que se encuentra sentado a la puerta del palacio!» Amán revistió a Mardoqueo y, «habiéndolo hecho montar a caballo, fue al frente de él por la plaza de la ciudad, proclamando: ‘¡Es digno de esta honra aquel a quien el Rey quiere honrar! ‘» (Est 6, 10-11).

Luego, Amán fue conducido al banquete que Ester había preparado. En cierto momento, Asuero dijo a la Reina que debería presentar su pedido, agregando: «¡Incluso si pidieres la mitad de mi reino, tú la alcanzarás!» (Est 7, 2).

Ester hizo entonces esta súplica al Rey: «Fuimos entregados, mi pueblo y yo, para ser aplastados, muertos, aniquilados.» Asuero le preguntó quién osaba hacer eso, y ella respondió: «¡Nuestro enemigo y perverso adversario es este ahí, Amán!» (Est 7, 6).

Indignado, el Rey se levantó y se dirigió para el jardín del palacio; Amán se lanzó a los pies de Ester para implorar que lo salvase. Volviendo del jardín, Asuero vio aquella escena e, increpando Amán, ordenó que inmediatamente él fuese ahorcado en la propia horca que erguiera en su casa. Y la orden fue cumplida sin demora.

Mardoqueo se torna el segundo hombre después del Rey

En seguida, Ester rogó al Rey que fuesen enviadas cartas a todas las provincias, invalidando las misivas de Amán, a fin de que de ese modo el pueblo hebreo fuese salvado. Así se hizo, y Asuero agregó una nota en las cartas, diciendo que él permitía a los judíos que se reuniesen en cada ciudad y se defendiesen; más todavía, que eliminasen «a todos sus enemigos, con las mujeres y los hijos» (Est 8, 11).

Y Mardoqueo salió del palacio con vestiduras reales, una corona de oro en la cabeza y un manto de seda y púrpura. En todas las ciudades donde las órdenes del Rey llegaban, los judíos exultaban de alegría. «A tal punto que muchos de otras naciones y creencias adherían a la religión y a los ritos de ellos, por el gran temor que el nombre judío ahora inspiraba» (Est 8, 17).

Exactamente en el día que Amán designara para la matanza de los hebreos, estos se vengaron contra todos aquellos que pretendían exterminarlos. En la ciudad de Susa, los diez hijos de Amán fueron muertos y, a pedido de Ester, colgados en la horca que su padre levantara. En todas las provincias, los judíos eliminaron 75.000 de sus perseguidores, pero «sin tocar en nada sus bienes» (Est 9, 16).

Y Mardoqueo fue premiado por Asuero; «se tornó el segundo después del Rey» (Est 10, 3).
Al respecto de esa bellísima historia narrada por la Sagrada Escritura, comenta San Juan Bosco: «Es el humilde exaltado y el soberbio humillado.»

Belleza y combatividad

La extraordinaria belleza y la combatividad de Ester nos reportan a la excelsa belleza y a la fortaleza de Nuestra Señora. A respecto de la Santísima Virgen, Monseñor João Clá transcribe trechos de diversos autores; escogimos algunos de ellos transcribimos a continuación:

«Entre todos los cuerpos humanos, nunca hubo tan perfecto y hermoso, después del cuerpo admirable de Jesús, como el purísimo cuerpo de María. Vos sois toda hermosa, dice San Agustín, […] sobrepujáis a todas las mujeres en la hermosura de vuestro cuerpo y a todos los espíritus angélicos en la excelencia de vuestra santidad.»

Pero la Santísima Virgen no apenas superaba la belleza de todas las mujeres; Ella sobrepujaba la suma de todas las pulcritudes existentes en el universo visible e invisible. «Toda la naturaleza se presentó al Espíritu Santo, dice el sabio y piadoso Gerson, en el momento de la concepción de María, para recoger todas las bellezas que estaban esparcidas en las criaturas y unirlas en la Reina del Universo.»

Ester fue también muy combativa. Defendió heroicamente a su pueblo y planeó sapiencialmente la eliminación del impío Amán. Eso revela la belleza de su alma y simboliza la hermosura de Nuestra Señora que aplastó al demonio, enemigo del género humano. Afirma el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira: «La belleza y la perfección de la Santísima Virgen solo se manifiestan completas porque Ella triunfa, vence y aplasta al demonio. […] Esa victoria sobre Satanás resulta en particular brillo en la celestial belleza de la Inmaculada Concepción.»

Por Paulo Francisco Martos

 

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