Redacción – (Viernes, 16-12-2016, Gaudium Press) – Ciro, después de haber conquistado Babilonia, nombró como gobernador de esa ciudad a su lugarteniente Darío, el cual en el Libro de Daniel es llamado rey.
Sátrapas envidian al Profeta Daniel y planean su muerte
Darío impuso una nueva organización administrativa: nombró 120 sátrapas, con autoridad en todo el imperio; en grado más elevado estableció un triunvirato, y uno de los tres ministros era el Profeta Daniel (Cf. Dn 6, 2-3), el cual ya se encontraba en edad bien avanzada.
«Daniel estaba por encima de los otros ministros y sátrapas, pues tenía un espíritu tan fuera de lo común que el rey estaba pensando en darle autoridad sobre todo el imperio» (Dn 6, 4).
Corroídos por la envidia, los ministros y sátrapas buscaron eliminar a Daniel. Sabiendo que este era de una honestidad sin mancha, hicieron una trampa para conseguir su criminal intento. Redactaron un texto según el cual toda persona que rezase a otro dios u hombre que no fuese el rey sería lanzado al pozo de los leones. Y consiguieron involucrar a Darío, el cual acabó firmando el documento transformándolo en decreto.
Daniel lanzado al pozo de los leones
En sus aposentos, tres veces por día, Daniel abría la ventana y rezaba de rodillas dirigido para el Templo de Jerusalén, aunque estuviese en ruinas. Eran, por tanto, preces hechas sin ninguna ostentación. El valeroso anciano fue denunciado al rey, el cual buscó salvarlo, pero los enemigos de Daniel dijeron al monarca que un decreto de los medos y persas no podía ser modificado.
Darío mandó llamar a Daniel y le dijo que sería colocado en el pozo de los leones, agregando: «¡Tu Dios a Quien tú siempre adoras ha de librarte!» (Dn 6, 17). Y de hecho eso fue ejecutado. Pero el rey quedó en ayuno en aquella noche y no consiguió conciliar el sueño.
Al día siguiente, bien temprano, Darío fue hasta el pozo y, en alta voz, preguntó: «¿Daniel, tu Dios fue capaz de librarte de los leones?» Y el Profeta respondió: «Dios mandó un Ángel para cerrar la boca de los leones, pues fui considerado inocente delante del Altísimo una vez que no cometí crimen alguno» (cf. Dn 6, 21.23). Él confió en el Creador, que lo protegió de modo milagroso.
El rey ordenó que retirasen a Daniel del pozo, el cual estaba sin el mínimo rasguño. E inmediatamente mandó traer a todos aquellos individuos que habían acusado al Profeta, y con ellos sus esposas e hijos, y dio orden para lanzarlos en el mismo pozo. «Antes que llegasen al fondo, los leones ya los iban agarrando y triturándoles los huesos» (Dn 6, 25).
Darío, entonces, promulgó otro decreto, en el cual afirmaba: «Por todas partes donde llega el poder de mi autoridad de rey, están todos obligados a temer y respetar al Dios de Daniel […] Fue él quien liberó a Daniel de las garras de los leones» (Dn 6, 27-28). Pero Darío no abandonó el politeísmo, pues no recomendó a sus súbditos que dejasen el culto de los ídolos.
Y Daniel continuó, por la gracia de Dios, a tener muchos éxitos, tanto en el gobierno de Darío, cuanto en el de Ciro, rey de los persas (cf. Dn 6, 29).
«Hijo del hombre»
En seguida, el Libro de Daniel pasa a narrar visiones que tuvo el Profeta. Describiendo una de ellas él afirma: «Entre las nubes del cielo venía alguien semejante a un hijo del hombre […] Le fue dada la soberanía, la gloria y la realeza. Todos los pueblos, naciones y lenguas han de servirle. ¡Su poder es un poder eterno, que nunca le será sacado y su realeza es tal, que jamás será destruida! (Dn 7, 13-14).
«Hijo del hombre», palabras que se tornaron célebres porque muchas veces Nuestro Señor las aplicó a Sí mismo. Por ejemplo, durante la Pasión, habiéndole Caifás conjurando a decir si era el Mesías, Jesús, haciendo una alusión directa al texto de Daniel, respondió: «Tú lo dijiste. Además de eso, Yo os digo que de ahora en adelante veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, viniendo en las nubes del cielo» (Mt 26, 64).
Comentando el texto de Daniel, el gran exegeta Padre Fillion explica:
«Hijo del hombre» significa que el Mesías tendría también la naturaleza humana; y su poder universal y eterno indica que es Dios. O sea, se trata del Hombre-Dios, Nuestro Señor Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, con dos naturalezas, la divina y la humana.
«Le fue dada la soberanía, la gloria y la realeza.» Como Dios, Nuestro Señor posee poder infinito; pero como Hombre «Él tenía necesidad de ser solemnemente entronizado por su Padre.»
El Anticristo tuvo diversas prefiguras
En esa visión, Daniel habla también de un rey que «proferirá arrogancias contra el Altísimo y perseguirá a sus santos. Va pretender modificar el calendario y la propia Ley de Dios» (Dn 7, 25). Y después será destruido (cf. Dn 7, 26).
Ese rey inicuo simboliza el Anticristo, el cual vendrá en el fin del mundo, pero hubo hombres que lo prefiguraron; y también existieron movimientos que instauraron un estado de cosas semejante a aquel visado por el Anticristo. La Revolución Francesa, por ejemplo, substituyó la adoración a Dios por el culto a la «diosa razón», y llegó hasta incluso a implantar un calendario que abolió los domingos y los días santos; 25 de diciembre, verbi gratia, pasó a ser la fiesta del can.
Y en nuestros días, ¿cómo las personas se portan de cara a la Ley de Dios, los Diez Mandamientos?
Delante de las grandes dificultades hoy existentes para practicar fielmente la Doctrina Católica, pidamos a Nuestra Señora que nos dé una confianza semejante a la del Profeta Daniel, en el pozo de los leones.
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada» – 95)
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1- Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – Le Livre de Daniel. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, p. 277.
2 – Cf. FILLION, op. cit. p. 281.
3 – FILLION, op. cit. p. 282.
3 – Cf. FILLION, op. cit. p. 284.
4 – DANIEL-ROPS, Henri. História da Igreja de Cristo. A Igreja das Revoluções (I). São Paulo: Quadrante. 2003, v. 8, p.55.
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