Redacción (Jueves, 29-12-2016, Gaudium Press) Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: «En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen».
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: «Levanta, toma al niño y su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque murieron los que atentaban contra la vida del niño». José se levantó, tomó al niño y su madre, y entró a la tierra de Israel. Sin embargo, al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: «Será llamado Nazareno».
Matanza de los Santos Inocentes
En el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo encontramos la narración de las circunstancias de la fuga de la Sagrada Familia de Belén para Egipto. Fue un éxodo, un hecho histórico relacionado con la persecución ordenada por Herodes, el Grande, que tenía como objetivo matar al Niño Jesús.
En esta ocasión, José, el padre adoptivo que protegía la vida del Niño Jesús, huyó llevando consigo María y su Hijo. Él fue inspirado en sueños por un Ángel y marchó a Egipto, donde, según la tradición, se refugiaron durante seis meses en el monte Qusqam, siendo acogidos por los habitantes de la región.
Es así que la tierra de Egipto, que hospedo a Jesús en su primera infancia junto con su Madre Nuestra Señora y el padre San José, puede ser considerada como Tierra Santa, pues, fue lugar de paso y de presencia de Nuestro Señor.
Después de algún tiempo, finalmente, una nueva aparición del Ángel, en sueños, anuncia a San José la muerte de Herodes. La Sagrada Familia puede, entonces, retornar a la tierra de Israel.
En la narración de la fuga de la Sagrada Familia para Egipto, tres versículos (Mt 2,16-18) describen la ferocidad del rey Herodes, que, para matar a Jesús, decidió exterminar todos los niños de dos años para abajo que vivían en Belén.
Este acontecimiento puede ser interpretado como siendo un preludio de las grandes persecuciones de los mártires durante los primeros siglos. Con la matanza de inocentes, Herodes quiso sofocar toda posibilidad de peligro que lo llevase a perder su dominio absoluto. Y, para él el Mesías representaba una gran amenaza.
San Mateo interpreta la historia de la matanza de los inocentes bajo el punto de vista del plan salvífico de Dios y la entiende en un sentido profético como siendo el cumplimiento de las Escrituras. Es por eso que el evangelista hace referencia al profeta Jeremías, que narra el lamento de la matriarca Raquel por el pueblo de Israel, llevado al exilio en Babilonia: «un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos y recusa el consuelo, porque ya no viven» (Mt 2,18; cf. Jr 31,15). Para Mateo, los niños asesinados en Belén representan al pueblo de Israel y el dolor vivido por las madres es el dolor del pueblo que no reconoció al Rey-Mesías. (JS)
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