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Señal en la frente de los inconformes con el mal

Redacción (Martes, 08-11-2016, Gaudium Press) Cuando hubo el primer exilio de los judíos para Babilonia, debido a las embestidas de Nabucodonosor contra Jerusalén, en 597 a. C., entre los cautivos se encontraban el Rey Jeconías y el Profeta Ezequiel. Eso ocurrió aproximadamente once años antes de la caída de Jerusalén.

Profeta de la divina fidelidad

Ezequiel «pertenecía a la raza sacerdotal y, consecuentemente, a la parte aristocrática de la nación judaica». (1) Mientras Jeremías predicaba en Jerusalén, Ezequiel exhortaba a los exilados en una localidad llamada Tel-Abib, junto al Río Cobar (cf. Ez 3, 15), un afluente del Éufrates. La capital del actual Estado de Israel es Jerusalén, pero el nombre de su principal centro financiero, Tel-Aviv, tiene su origen en ese lugar donde el Profeta predicó.

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Profeta Ezequiel, en la Plaza España, Roma

El ejerció su ministerio profético durante 22 años, en la época más desastrosa de la Historia de Israel, esforzándose, por orden divina, sea para combatir los falsos profetas, sea para consolar y animar a los exilados con santas y gloriosas promesas. (2)

Lejos de caer en el desánimo, «él piensa, ve, actúa sustentado por el brazo de Dios, y pleno de fuerza sobrenatural». Fue denominado el «Profeta de la divina fidelidad», así como Jeremías, el «Profeta de la divina justicia». (3)

El tema central del Libro de Ezequiel es la destrucción de Jerusalén. Antes de la catástrofe, el Profeta tiene como objetivo incentivar al arrepentimiento de sus pecados a aquellos que viven en una falsa seguridad. Después de la caída de la Ciudad Santa, él se ocupa, sobre todo, en consolar a los cautivos por la promesa de la libertad futura y el retorno a la Patria; y los alentaba al mismo tiempo con la certeza de las bendiciones mesiánicas. (4)

El Profeta narra en su Libro diversas visiones y acciones simbólicas, cuya interpretación es difícil. Por eso, «era prohibido, en la antigua sinagoga, leer las profecías de Ezequiel antes de completar la edad de 30 años». (5)

El estilo de Ezequiel es generalmente simple, pero presenta con frecuencia «sublimidad, ternura, una belleza y una melodía que le son propias […] Por momentos, él se torna lleno de ímpetu y de grandeza». (6)

Visión de la gloria de Dios

Ya al inicio de su Libro, Ezequiel narra una visión que él llama de «apariencia visible de la gloria del Señor» (Ez 1, 28). Se trata de un pasaje célebre, pero cuya verdadera interpretación presenta gran dificultad. Vio él una nube brillante como oro, en el centro de la cual discernía querubines y las formas de cuatro seres: el hombre, el león, el águila y el toro; había un trono hecho de zafiro.

Respecto a esa visión, afirma el gran exegeta Padre Fillion:

«La razón por la cual esos cuatro animales fueron escogidos para formar los querubines es fácil de comprender: el hombre es el rey de la Creación, el león lo es de los animales salvajes, el toro, de los animales domésticos; el águila, de los pájaros. Los querubines representaban, pues, las fuerzas y las cualidades del mundo entero.» (7)

Y podemos agregar: el oro es el rey de los metales, y el zafiro de cierto modo es el rey de las piedras. Así, la jerarquía existente en la Creación, simbolizada por sus puntos monárquicos, están presentes en esa visión de la gloria de Dios.

De hecho, el «fin último y absoluto de todas las criaturas consiste en dar gloria a su Creador, pues el mundo fue por Él sacado de la nada, no por una necesidad, sino como manifestación de una bondad infinita, conforme enseña Santo Tomás (cf. Suma Teológica I, q. 44, a. 4)». (4)

Es más, los evangelistas, que tanto glorificaron a Dios con sus escritos, son presentados en muchas obras de arte juntamente con los seres que los simbolizan: San Mateo: el hombre; San Marcos: el león; San Lucas: el toro y San Juan: el águila.

Significado del thau

Otro impresionante trecho de Ezequiel se refiere al castigo de Jerusalén, que se había corrompido más que Sodoma (cf. Ez 16, 47). Vio el seis Ángeles con apariencia de varones, «cada cual empuñando un arma mortífera» (Ez 9, 2).

Observó también otro Ángel, que llevaba en la cintura un tintero, al cual Dios ordenó: «Pasa […] en medio de Jerusalén, y marca con un ‘thau’ en la frente a los hombres que gimen y suspiran por tantas abominaciones que en ella se practican» (Ez 9, 4). Y el Altísimo mandó que los otros seis espíritus angélicos recorriesen la ciudad y matasen a todos sus habitantes, salvando apenas aquellos que habían sido marcados con el thau. Y agregó: «Comenzad por mi santuario» (Ez 9, 6).

Y todo fue hecho conforme Dios determinó.

En la época del Profeta Ezequiel, el ‘thau’ era la marca de aquellos que execraban las abominaciones cometidas en Jerusalén. (9) Y en nuestros días, se puede afirmar que el thau es la señal de los que tienen «una total inconformidad con los males de la época, los desvíos morales y la degradación del mundo moderno, a la espera de la intervención justiciera y misericordiosa de Dios.

«Además de ese aspecto negativo, el thau comporta un aspecto positivo, que se resume en la adhesión y el entusiasmo por la Santa Iglesia Católica y la Civilización Cristiana, y por la esperanza en la implantación del Reino de María.» (10)

Que la Santísima Virgen nos conceda la gracia de la inconformidad con las abominaciones hoy practicadas en todo el mundo, y la certeza de que, después de la intervención justiciera y misericordiosa de Dios, vendrá el Reino del Inmaculado Corazón de María.

Por Paulo Francisco Martos

( in Noções de História Sagrada – 89)
………………………………………………………………………….
1 – FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – La prophétie d’Ézéchiel
.3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, p. 5 .
2 – Cf. Idem, ibidem, p. 5.
3 – FILLION, op. cit. p. 5-6.
4 – Cf. Idem, ibidem, p. 5 a 7.
5 – FILLION, op. cit. p. 7.
6 – FILLION, op. cit. p. 7.
7 – Idem, ibidem, p. 12.
8 – CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2012, v. VI, p. 194.
9 – El thau – aquí empleado en su grafía latina – es una de las letras de un antiguo alfabeto hebraico, cuya forma era parecida a la de una cruz.
10 – CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. O dom de sabedoria na mente, vida e obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Cidade do Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapintiae. 2016, v.III, p. 397.

 

 

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