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El Ángel Rafael hace prisionero al demonio

Redacción (Jueves, 04-08-2016, Gaudium Press) Llevando consigo el corazón, el hígado y la hiel del enorme pez que había matado, el joven Tobías, acompañado y orientado por el Ángel Rafael, penetró en la Media y se aproximaba a la ciudad de Rages, donde vivían Raguel y su esposa, con la hija Sara.

El demonio huye, pero es hecho prisionero por San Rafael

Antes de llegar a la casa de Raguel, Rafael dijo a Tobías que debería casarse con Sara, que era una «joven sabia, corajuda y de gran hermosura» (Tb 6, 12).

Tobías afirmó haber oído contar que esa joven había sido dada en casamiento a siete hombres, sucesivamente, y todos murieron en la noche de las nupcias. El Ángel le explicó que eso era hecho por el demonio; pero si Tobías colocase en el cuarto el corazón y el hígado del pez sobre brasas con incienso, el demonio huiría. Agregó que ambos deberían rezar pidiendo la protección de Dios.

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A la puerta de la residencia de Raguel, los viajeros le informaron que eran parientes de Tobit. Fueron ellos recibidos calurosamente y Raguel les ofreció un lauto almuerzo, pero antes de iniciar la refección Tobías pidió a Sara matrimonio. Raguel le explicó lo que había ocurrido anteriormente, pero Tobías le dijo que no se preocupara.

Raguel llamó a su hija y el casamiento fue celebrado y registrado en una hoja de papiro (cf. Tb 7, 13). Después, se inició el almuerzo que se prolongó por largas horas.

Entrando al aposento nupcial, Tobías retiró de su bolso el corazón y el hígado del pez y los colocó sobre brasas con incienso. Esa actitud muestra cómo él era un varón de fe, bien al contrario de la mentalidad profana de los siete primeros pretendientes, que fueron muertos. Inmediatamente, el demonio «huyó a las regiones más remotas de Egipto. Rafael fue hasta allá, lo prendió y luego volvió» (Tb 8, 3).

Después, Tobías rezó una bella oración, en la cual decía a Dios: «No es por lujuria que me caso con [Sara], sino con recta intención» (Tb 8, 7).

El empleo del corazón y del hígado del pez fue «simple causa instrumental […] a la cual Dios unió milagrosamente la expulsión del espíritu malo que infestaba a Sara hasta entonces.»

El pozo fue cerrado y tuvo inicio gran banquete

Antes de rayar el día, Raguel mandó a sus siervos cavar un pozo a fin de enterrar al novio, que él suponía estar muerto. En seguida, ordenó a una criada que fuese al cuarto de los jóvenes esposos. Ella entró, los encontró durmiendo y luego informó a su amo, el cual, lleno de gratitud, hizo una linda oración.

Raguel ordenó que cerrasen el pozo, llamó a su esposa y le mandó que hiciese muchos panes. Después él trajo del rebaño dos vacas y cuatro corderos, y ordenó a los siervos que preparasen un gran banquete.

En seguida, intimó a Tobías a estar en su casa durante 14 días conmemorando las bodas, le dio mitad de sus bienes y agregó que la otra mitad, después de la muerte de Raguel y de su esposa, sería de Tobías.

Tobías, entonces, pidió al Ángel que fuese a recibir el dinero que su padre depositara en las manos de Gabael, en Rages. Le entregó el documento comprobatorio, así como cuatro siervos para ayudarlo en el viaje y dos camellos; y recomendó que lo invitase a las bodas.
Rafael partió y todo lo que Tobías le pidiera fue realizado con exactitud.

Tobit es curado de la ceguera

Completados los 14 días de las bodas, Raguel entregó a Tobías «Sara, ya su esposa, así como la mitad de su fortuna: siervos y siervas, ovejas y bueyes, asnos y camellos, ropas y dinero y varios objetos» (Tb 10, 10). Y todos partieron rumbo a Nínive, donde residían los padres de Tobías; atrás de Rafael y Tobías iba el can fiel, que los acompañara desde el inicio del viaje.

Al llegar a la casa de Tobit, el Ángel dijo a Tobías que debería ungir los ojos de su padre con la hiel del pez, pues de esa forma él recuperaría la visión. Así que el joven vio a su padre, Tobías lo abrazó y cumplió la recomendación de Rafael. Inmediatamente, Tobit pasó a ver. Eso no fue efecto natural de la hiel, pero sí un milagro obrado por Dios.

Pleno de alegría y gratitud, el padre hizo esta oración: «Bendito es Dios, bendito su gran Nombre, y benditos todos sus Santos Ángeles por todos los siglos» (Tb 11, 14). Cuando vio a Sara, dijo: «¡Sé bienvenida, hija mía! ¡Y bendito tu Dios que te condujo hasta nosotros! ¡Bendito tu padre y bendito Tobías, mi hijo, y bendita seas tú, mi hija! ¡Sé bienvenida a tu casa, con bendiciones y alegría!» (Tb 11, 17).

Y, para conmemorar el casamiento de Tobías con Sara, Tobit invitó a sus parientes a una fiesta, que duró siete días.

Terminada la conmemoración, Tobías dijo a Rafael que, como pago por su inestimable ayuda, le entregaba mitad de los bienes que habían traído, los cuales fueron ofrendados por Raguel, su suegro.

Fue en ese momento que Rafael declaró que él no era una criatura humana, sino un Ángel de Dios.

Por Paulo Francisco Martos

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