Redacción (Jueves, 16-06-2016, Gaudium Press) – Conforme Eliseo había profetizado, hubo en Israel un gran hambre, como castigo por los pecados de sus reyes, de los notables del país y también del pueblo.
Multiplicación de panes
Y el Profeta continuó realizando milagros, tales como:
Por falta de alimentos, en una localidad fue hecha una sopa utilizando frutos del campo perjudiciales para la salud. Eliseo colocó harina en la sopa, que se tornó saludable, y él mandó que fuese servida a la población. En otra ocasión ordenó que fuesen distribuidos panes para todo el pueblo. Pero solamente había 20 panecitos; Eliseo los multiplicó de modo que todos comieron, y además hubo muchas sobras. (cf II Rs 4, 38-44).
Profeta Eliseo Iglesia de Santo Tomás, Haro, España |
«Gracias a la influencia sucesiva de Elías y Eliseo, las escuelas proféticas se tornaban pequeñas para los numerosos hombres que ahí afluían.» [1] En Jericó, discípulos de los profetas pidieron a Eliseo que fuese con ellos hasta el Jordán, pues precisaban cortar árboles a fin de construir una morada más amplia.
Trabajaban los discípulos a las márgenes del río, cuando el hierro del hacha de uno de ellos salió del cabo y cayó al agua. El discípulo pidió auxilio a Eliseo, el cual cortó una rama del árbol y la lanzó al lugar donde el hierro se hundiera. Inmediatamente este apareció flotando, y así fue recogido por el discípulo (cf. II Rs 6, 1-7).
Soldados enemigos se tornan ciegos
El Rey de Aram, o sea de Siria, movió guerra contra Jorán, Rey de Israel e hijo de Acab, y mandó colocar una emboscada para aprisionarlo. Pero el Profeta Eliseo avisó al Rey de Israel que había una trampa en tal lugar, y así lo salvó. «Eso ocurrió no una ni dos, sino varias veces» (II Rs 6, 10).
Informado por sus oficiales de que era Eliseo quien deshacía las emboscadas, el Rey de Aram mandó la élite de su ejército a capturarlo. El Profeta se encontraba en Dotain, y los soldados arameos, con sus carros y caballos, allá llegaron de noche y cercaron la ciudad. Pero Dios envió Ángeles en forma de caballos y carros de fuego[1], que quedaron en torno a Eliseo; entretanto, eso era visto solamente por el Profeta y, para que no se dejase dominar por el pánico, también por su siervo – substituto de Gieze, que había quedado leproso.
Los enemigos embistieron contra Eliseo, el cual pidió al Altísimo que los hiriese de ceguera, en lo que fue atendido. Entonces el Profeta los condujo hasta el Rey de Israel, que se encontraba en la ciudad de Samaria. Allá llegando, Eliseo rogó a Dios que les devolviese la visión.
Al verlos, Jorán preguntó a Eliseo si debería matarlos. El Profeta respondió que, al contrario, precisaría darles alimento. El monarca, entonces, les ofreció un gran banquete, después del cual volvieron a Siria. En ese banquete preparado a pedido del Profeta, se percibe el corazón magnánimo de Eliseo. [2]
Madre come su propio hijo
Posteriormente, Ben-Adad, Rey de Aram, sitió Samaria y el cerco fue tan prolongado que hubo terrible hambre en la ciudad, que era protegida por una muralla. Hubo entonces una escena horrenda.
El Rey de Israel, haciendo su ronda, andaba en lo alto de la muralla – que era bien amplia y se podía caminar fácilmente sobre ella [3] -, y vio en el suelo dos mujeres discutiendo entre sí. Una de ellas gritó: «¡Sálvame, señor mi rey! […] Esa mujer ahí me dijo: Da tu hijo, para que comamos hoy. Y mañana vamos a comer el mío. Cocinamos entonces mi hijo y lo comimos. Al otro día, yo le dije: Da tu hijo para que comamos, pero ella escondió a su hijo» (II Rs 6, 26.28).
Era la realización literal de la amenaza lanzada por Dios, a través de Moisés, contra los israelíes que no cumpliesen su Ley: «Si no obedecieres a la voz del Señor tu Dios, guardando y practicando todos sus mandamientos y leyes, […] comerás el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos e hijas que el Señor tu Dios te haya dado, por causa del cerco y de la angustia con que los enemigos te aprieten» (Dt 28, 15.53). Entretanto, el Rey, los notables y el pueblo habían despreciado los Mandamientos de la Ley de Dios y hasta incluso caído en la idolatría…
Arameos huyen despavoridos
Al oír esto, Jorán lanzó la culpa de esos horrores a Eliseo, y prometió que iría, todavía en aquel día, a cortar la cabeza del Profeta.
El Rey de Israel envió a Eliseo un mensajero, el cual, blasfemando, afirmó que todos esos males venían de Dios. Dijo el Profeta que al día siguiente habría gran abundancia de alimentos, pero que el mensajero nada comería.
De hecho, al caer la noche, los arameos huyeron despavoridos porque «el Señor había hecho oír en el campamento de los arameos ruido de carros y caballos y de un ejército numeroso […] Por eso se habían levantado para huir en la oscuridad, abandonando sus tiendas, caballos, jumentos y campamentos como estaban» (II Rs 7, 6-7). Ese gran ruido que causó pánico en los enemigos fue provocado por Dios, a pedido de Eliseo.
Entonces, habiendo sido abierta la puerta de la muralla, los samaritanos salieron corriendo de la ciudad y pillaron los campamentos arameos, en los cuales había muchos alimentos; pero aquel mensajero que blasfemara contra Dios murió pisoteado por la multitud, cumpliéndose así lo que dijera Eliseo.
Que Nuestra Señora nos conceda la gracia de la plena fidelidad a los Profetas verdaderos que Ella envía al mundo, a fin de advertir a las autoridades y el pueblo en relación al rumbo que deben seguir, combatiendo al maligno y sus secuaces, glorificando a la santa Iglesia Católica así como ordenando sapiencialmente a la sociedad civil.
Por Paulo Francisco Martos
(in Noções de História Sagrada – 73)
[1] FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, v.II, p. 583.
[2] Cf. Idem, ibidem, v. II, p. 586.
[3] Cf. MOLERO, Francisco X. Rodriguez. In LA SAGRADA ESCRITURA – Texto y comentario por profesores de la Compañía de Jesús. Madrid: BAC. 1968, v. II, p. 678.
[4] Cf. FILLION, Louis-Claude. Op. cit. v. II, p. 586.
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