sábado, 30 de noviembre de 2024
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El Castillo Dorado y la luz primordial: haciendo de esta tierra un paraíso, caminando hacia el Paraíso

Redacción (Miércoles, 03-08-2016, Gaudium Press) Expresábamos en nota anterior que el instinto más poderoso del hombre es el instinto de Dios, aquel que también podríamos llamar el instinto hacia la Felicidad Absoluta. Esa inclinación, muy poderosa en el niño -pues aún no ha contaminado su inocencia-, lo lleva a crear mundos maravillosos a partir de las bellas realidades creadas.

El niño, antes que el pecado original tome cuenta de su alma, construye un universo sublime para sí, aquello que en magnífica expresión de Plinio Corrêa de Oliveira se ejemplificaba como un «Castillo Dorado». Ese castillo es su refugio, su palacio, construido según los cánones de lo que el Dr. Plinio llamaba la «luz primordial» de todo hombre, es decir ese algo particular que Dios pone en el alma y por el que cada uno está llamado a ser un reflejo especial de Él. Se podría afirmar que quien contemplase todas las ‘luces primordiales’ de todos los hombres tendría una noción completa de Dios.

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Castillo en Metz, Francia

En su castillo dorado el niño se siente bien, habita en sede propia, contento. No plenísimamente satisfecho, porque eso solo ocurrirá en el Cielo; pero en su Palacio de Cristal él ya se percibe camino al Cielo.

Contra el Palacio de fuerte Diamante edificado en la inocencia infantil -cuando bien construido, cuando erigido atendiendo las mociones de la gracia de Dios, cuando fortalecido por esa gracia- se pueden chocar todas las tempestades, que no logran derrumbarlo. Es más, el Palacio de Diamante sirve de refugio, allí el ser humano preserva su integridad, su inocencia. Es lo que expresa el Dr. Plinio, en la magnífica narración que Mons. João Clá, EP, hace en su más reciente obra «El Don de Sabiduría en la Mente, Vida y Obra de Plinio Corrêa de Oliveira»: «Según confidencia hecha [por el Dr. Plinio] en 1989, en ningún momento de la vida, incluso en las arideces, aquella gracia de contemplación infusa tenida en la infancia, y correlacionada con el orden del universo, le faltó ni tuvo interrupción alguna; antes, continuó intacta. Y recordando ciertas circunstancias particularmente arduas de su vida espiritual, tales como el periodo posterior al accidente de automóvil por él sufrido en 1975, comentaba: ‘¡Durante ese tiempo, aquel «banco de relucimientos» no se abatió! Por el contrario, él fue la muralla contra la cual se quebraron todas las oleadas’ «. 1 El ‘Banco de relucimientos’ es otra denominación del Dr. Plinio de su Castillo Dorado, de su Palacio de Cristal.

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Castillo de Chenonceaux, Francia

Pensemos… ¿cómo es ese Castillo?

Es un «lugar» donde las cosas son lo que deben ser, de acuerdo al sueño de cada uno. Donde los hombres son buenos y tendientes a una mayor perfección. Donde hay construcciones magníficas; donde los ríos son de aguas cristalinas, donde las calles están hechas de las más bellas piedras preciosas. Es un mundo donde la alegría será ver a Dios en el rostro de los hombres, es un orbe armonioso habitado de santas y de santos. Sería la realización aquí en la tierra de la voluntad del Padre Eterno, como ésta se realiza plenamente en el cielo.

Este caminar rumbo a la construcción del Castillo Dorado conduce a la Sabiduría: Dios premia a los que buscan lo sublime con el más alto don del Espíritu Santo. Es más, en la enseñanza del Dr. Plinio al que busca el Palacio de Diamante de lo maravilloso Dios lo recompensa con una especialísima presencia suya:

«El amor a lo maravilloso es el culmen de la sabiduría; no hay sabiduría que no proceda del amor a lo maravilloso. Es un insensato, un no sabio, quien no ama lo maravilloso. (…) Aquella expresión del Evangelio ‘Si alguien me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y nosotros vendremos a él y en él haremos nuestra morada’ (Jn 14, 23), yo entiendo, salvo mejores interpretaciones de la Teología, como diciendo al respecto también a esa in-habitación de la sabiduría, cuyo culmen, vuelvo a decir, es lo maravilloso». 2

«Si no os hiciereis como niños no entraréis al Reino de los Cielos» (Mt 18, 3): Creemos que a la luz de lo anterior, la sublime expresión del Salvador adquiere un especial sentido, para nosotros los mortales e in-mortales, que debemos caminar al Reino Eterno y Magnífico. Nuestro Señor nos convida ahí a reemprender el camino de la construcción del Castillo Dorado, para arribar al final al Arqui-Castillo Dorado, al Castillo Dorado Absoluto.

Por ello, cuando nuestra alma vibre ante algo bello, y sueñe algo bello, debemos decir: «No. No es mentira; no es simple fantasía. Es Dios que me llama, que me invita a seguirlo hacia la Prístina y Última Morada, Morada que es la más verdadera y maravillosa Fábula».

Por Saúl Castiblanco

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1 Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP. O Dom de Sabedoria na Mente, Vida e Obra de Plinio Corrêa de Oliveira. Vol I – Inocência, o Início da Sabedoria. Libreria Editrice Vaticana – Instituto Lumen Sapientiae. São Paulo. p. 61-62

2 Ibídem. p. 96-97

 

 

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