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Las pruebas, las luchas y las consolaciones de la vida cristiana

Redacción (Martes, 25-09-2018, Gaudium Press) Presentamos abajo un trecho del manuscrito de la Hermana María Lataste redactado por obediencia a su director de consciencia durante dos años:

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Qué es la vida del cristiano sobre la Tierra

-Un día me habló así el Salvador Jesús: «Hija mía, la vida del hombre sobre la tierra es una lucha. La vida es una peregrinación, el mundo un lugar de exilio, el cuerpo una prisión, cada momento una lucha del hombre contra sí mismo. Es por esto que, según mi palabra, el reino del Cielo sufre violencia. Vosotros nunca considerasteis atentamente la vida del hombre: ella está sujeta a continuos cambios. A veces él camina con fuerza y coraje hacia su fin y a veces con debilidad y flaqueza. Hoy él está lleno de ardor, mañana, sin movimiento. A veces él se eleva y parece penetrar los cielos por la sublimidad y grandeza de las aspiraciones de su alma; algunos instantes después, él desciende a la tierra. Vedlo, su rostro irradia alegría; vedlo nuevamente, su rostro está obscurecido por la perturbación y el aborrecimiento. Es lo que el Profeta rey describe en sus salmos, y sus palabras están repletas de verdad.

Situación de prueba y acción de Dios

«Estos diversos estados del alma no dependen siempre de ella misma, actuando así Dios la pone a prueba. No siempre Dios sustenta igualmente las almas, a veces Él parece retirarse con sus gracias, sus consolaciones, su fuerza, su apoyo; Él abandona las almas a sí mismas, para que ellas sientan mejor su miseria y su nada, para hacerlas luchar, para ejercitarlas en el combate, para probarles cuánto son impotentes sin Él y por esta forma, aumentar sus méritos.

«Dios actúa así para hacer comprender a las almas, incluso las más perfectas y las más santas, que la perfección absoluta no está en la tierra, que no hay nada de estable aquí abajo y que es preciso combatir siempre. Dios actúa así para mostrar a las almas que la vida sobre la tierra se asemeja a la vida de un niño que tiene siempre necesidad de su padre y de su madre mientras es niño, y que la verdadera virilidad no es posible sino en el cielo.

Pensar en Dios, unirse a Dios

«Dios actúa así a fin de que el alma, oprimida bajo el peso de su cuerpo, se desprenda lo más posible de este compañero de viaje para no apegarse sino a Dios. Dios actúa así a fin de que, en los momentos de sequedad, de aridez o de frialdad, el alma se vuelva a Él, suplicándole hacer caer sobre ella un rocío lleno de frescor y de fecundidad y de recalentarla por los ardores de su amor.

«Esto porque, hija mía, en cualquier estado en que os encontréis, tened siempre el cuidado de pensar en Dios. Haced un dulce esfuerzo para ir a Él. Lanzad a Él un grito de alarma, o antes teneos en su presencia, elevad vuestro espíritu hacia Él. Olvidad todo el resto: penas, aborrecimientos, aflicciones, trabajos, ejercicios de piedad; si estáis unida a Dios, todo irá bien. Vuestra vida podrá ser laboriosa, o sea, penosa, pero este trabajo os llevará a Dios y os engendrará la gloria.»

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La Promesa y las Pruebas

Un día vino a mí el Salvador Jesús y me dijo: «Hija mía, Yo quiero hablaros, según la promesa que yo os hice, sobre las pruebas de las almas justas, de las almas que caminan y se esfuerzan para avanzar más y más en las vías de la justicia. Yo os indicaré en seguida los motivos por los cuales Dios prueba así estas almas.

«Hay dos tipos de prueba: unas dicen respecto al cuerpo o a la vida material, las otras se refieren al alma o a la vida sobrenatural. Las pruebas no son un mal, las almas interiores lo comprenden bien, pero los mundanos no lo comprenden. Hablarles de pruebas, de sufrimiento, de tribulaciones, de penitencias, es hablarles un lenguaje bárbaro que ellos no quieren oír. Estos son ciegos que no ven la vía interior; estos son sordos que cierran sus oídos y que no oyen la voz de la vida interior; estos son mudos cuya lengua está presa y que no pueden decir la grandeza de la vida interior; estos son paralíticos que no tienen el uso de sus pies para caminar a la vida interior, ni aquel de sus brazos para abrazarle las prácticas.

«Vos no sois, hija mía, del mundo, vos no le pertenecéis; vos sois propiedad Mía, vos comprendéis que las pruebas son para vuestro bien y que ellas son para vos una grandísima fuente de méritos.

Pruebas del Cuerpo

«Las pruebas del cuerpo o de la vida material son las enfermedades, los sufrimientos, las dolencias. ¿Cuántos santos, hoy en el cielo, deben su salvación a estas pruebas? La salud habría sido para ellos la ocasión de una ruina eterna.

«Las pruebas del cuerpo o de la vida material son además la pérdida de un amigo, de un padre o de una madre, de un hermano o de una hermana. La muerte, hija mía, no afecta solamente el corazón, ella afecta también el espíritu. Ella hace brotar las reflexiones serias, vuelve el espíritu para Dios lo prende a Él, y por este medio hace seguir la vía de la verdad.

«Las pruebas del cuerpo o de la vida material son además la pobreza, la miseria, el despojamiento de todas las cosas, la pérdida de su fortuna y sus riquezas. Estas pruebas son también muy útiles a las almas. El rico, Yo ya lo dije, hija mía, muy difícilmente entra al cielo, porque ele se apega a sus riquezas y no a Dios. El pobre, al contrario, aprende luego a no esperar sino en Dios, a no recurrir sino a Él. Él está desapegado de todo, pero él tiene a Dios y Él le basta. Es una gran gracia que Dios concede a los ricos sacándole sus riquezas. Él les muestra que nada es estable aquí abajo, que es preciso no contar con nada, sino que deben antes abandonarse completamente a Dios y no amar sino a Él.

Las Pruebas de Alma

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«Las pruebas de alma o de la vida sobrenatural son los escrúpulos. Yo no hablo de los escrúpulos que tienen las almas tímidas o ignorantes, sino de aquellos que obcecan las almas más perfectas. Estos escrúpulos son un bien, pues estos prenden [el alma] más a Dios.

«Las pruebas de alma o de la vida sobrenatural son la privación de la presencia sensible de Dios.

«Ved este personal cuya voluntad está presa a aquella de Dios. El demonio le sugiere un pensamiento culpable; luego ella repele este mal pensamiento. Con todo la tentación redobla, llena todo su corazón, ocupa todas las potencias de su alma; no resta a esta persona más que su voluntad que, llena de horror por el pecado, se mantiene siempre unida a Dios. Dios, queriendo probarla aún más, le aleja su presencia sensible y ella permanece sin consolaciones de parte de Dios. Su espíritu se llena de espesas tinieblas; ella no sabe más distinguir si ella consintió o no en la tentación que la obceca; ella se pregunta si ella goza además de la amistad de Dios o si ella está en estado de pecado mortal. No obstante ella no se perturba, ella permanece siempre fuertemente apoyada en Dios e inamovible como una roca. Ella pide luces a su director sin buscar consolaciones y se mantiene ciegamente sumisa a la voluntad de Dios.

Méritos, Alegría, Fervor

«¡Cuántos méritos esa persona no gana! ¡Cómo Dios la mira con complacencia! ¿Vos no sentís que es preciso una virtud bien sólida para una tal prueba? Este estado dura más o menos tiempo según la voluntad de Dios que cumula en seguida esta alma de consolaciones sobre la tierra, le concede inmediatamente la más brillante de las coronas del cielo cuando la prueba duró hasta la muerte.

Un alma, hija mía, es fácilmente alegre y fervorosa cuando ella siente en sí todas las consolaciones inherentes a la gracia de Dios. Pero que un alma esté alegre y fervorosa cuando Dios parece haberse de ella retirado, cuando ella siente su debilidad y su miseria, cuando ella está en el dolor o en el abatimiento, cuando su espíritu es atormentado por mil pensamientos, cuando ella se ve distraída en sus oraciones, cuando ella se ve aletargada en el servicio de Dios, es entonces, hija mía, una cosa rara, y con todo, esto debería ser así. ¡Felices son las almas que no se dejan abatir por estas pruebas, que repelen las distracciones sin preocuparse mucho con ellas, que recurren a Dios en sus sufrimientos y sus aflicciones, que buscan en Él su fuerza y su apoyo! ¡Felices las almas que conservan inalterable su alegría y que saben someterse enteramente y en todas las cosas a la voluntad y al beneplácito de Dios, persuadidas de que Él dirige y dispone todo para su gloria y para su bien!

Por qué las Pruebas

Cuánto agrada a Dios probar así las almas, Él lo hace por tres motivos: el primer motivo no es otro que el de la propia prueba; Dios conoce así cuáles son las almas que le son verdaderamente fieles, que lo aman sinceramente y no de un modo interesado. Él las deja por algún tiempo a sí mismas para ver como ellas caminan y de qué lado ellas dirigen sus pasos, si ellas permanecen firmes y llenas de coraje. Ved una madre cuyo hijo comienza a caminar; ella lo deja solo por algún tiempo y en un pequeño espacio a recorrer, a fin de que él camine sin su auxilio. La madre con todo no se mantiene distante, ella permanece próxima para observar los movimientos de su hijo e impedirlo de caer.

A veces la madre no lo abandona completamente a sus fuerzas, ella no lo sustenta con todo con sus dos manos, le ayuda con su dedito y hace así caminar a su hijo. Así, poco a poco, el niño se fortifica, camina solo y se mantiene de pie. Con relación a las almas, Dios actúa como esta madre. Estas almas caminan porque Él las mantiene, por así decir, con sus dos manos; estas almas lo aman porque Él las llena de sus favores y sus bendiciones. Estas almas son fieles a sus ejercicios de piedad, porque ellas ahí encuentran un anticipo de la felicidad del cielo. Ahora, Dios quiere probar estas almas, Él quiere conocer su fuerza, su firmeza, su amor por Él; Él se aleja un poco, no les concede tantas consolaciones. Entonces, si estas almas le permanecen fieles, si ellas no se enfrían en su servicio, si ellas lo aman siempre, Dios les concede todavía más consolaciones y más felicidades, y gracias más numerosas que al principio.

«El segundo motivo, es que Dios quiere por las pruebas, corregir las almas y castigarlas de sus pecados.

«Yo quiero servirme todavía de la misma comparación. Cuando una madre ve que su hijo se rebela contra ella y falta al respeto debido a ella, ella no le testimonia su misma afección, ella lo priva de sus buenas gracias y le hace sentir su autoridad envés de besarlo con su afecto. El hijo, reconociendo su falta, se arrepiente, pide perdón a su madre, promete no actuar más como actuó y su madre le concede su afecto, devuelve lo que le tomara y lo aprieta en sus brazos.

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«Así, cuando las almas niegan el cumplimiento de sus deberes para con Dios, o cuando ellas lo ofenden, Dios les retira su presencia sensible, les envía tribulaciones y les hace sentir su autoridad. El alma, viendo entonces su aflicción, encontrándose lejos de Dios y sin auxilio, no teniendo otra esperanza sino en Él, reconociendo sus negligencias, sus faltas, sus pecados, pide perdón, y promete hacer todos los esfuerzos para corregirse.

«Dios, contento y satisfecho de este retorno del alma para Él, derrama sobre ella sus gracias, sus bendiciones y sus favores más insignes.

«El tercer motivo de las pruebas se saca de la voluntad propia de Dios. El alma está tan débil que ella no puede ni siquiera soportar y sustentar las gracias si ellas le son concedidas con abundancia. Es por eso que Dios las proporciona según las fuerzas del alma a quien Él concede esas gracias. Él las retira un instante para dejarle mejor entrever la grandeza y la inmensidad de los tesoros divinos. Él se retira un instante para prenderla más aún, haciéndole comprender que nada sobre la tierra que no sea Él mismo, puede satisfacerla. Así, ella aprecia mejor los dones de Dios; así, ella hace nuevos esfuerzos para conservarlos y aumentarlos.

«Vosotros comprendéis ahora, hija mía, la economía de las acciones de Dios en la conducta de las almas. Cuando se presenten las pruebas en vuestra vida, soportadlas pacientemente y con coraje, pensando que Dios no las envió sino para vuestro bien».

(Fonte: Darbins, Pe. Pascal, A VIDA E AS OBRAS DE MARIA LATASTE – Librairie Ambroise Bray)

 

 

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