viernes, 29 de noviembre de 2024
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Con una de las manos trabajaban, con la otra atajaban el arma

Redacción (Martes, 18-04-2017, Gaudium Press) Esdras comenzara a levantar las murallas de Jerusalén, pero las intrigas de los samaritanos impidieron la obra. Esos hechos llegaron al conocimiento de Nehemías, que residía en Persia, donde ejercía importantes funciones junto al Rey Artajerjes Longímano, el cual reinó de 465 a 424 a. C.

Nehemías organiza la defensa

Nehemías se vistió de luto, ayunó, rezó y comenzó a actuar sapiencialmente. Se dirigió al monarca y le pidió permiso para desligarse de su cargo, por cierto tiempo. Artajerjes lo dispensó y lo nombró gobernador de Judea – que era, entonces, una provincia persa – y le dio las maderas necesarias para la reconstrucción de las murallas, así como una escolta de soldados. Escribe Nehemías: «El Rey me concedió todo, pues la bondadosa mano de Dios me protegía» (2, 8).

Llegando a Jerusalén, Nehemías inicia los trabajos; hasta incluso el sumo sacerdote Eliasib y los otros sacerdotes pusieron manos a la obra (cf. Ne 3, 1).

Sin embargo los enemigos del pueblo elegido comenzaron a insultar a los que trabajaban en la reconstrucción. Entre aquellos se destacaban dos individuos, uno de los cuales era probablemente el gobernador de Samaria, y el otro era su secretario, que se llamaba Tobías. Nehemías no se desanimó, sino que rezó a Dios, diciendo: «Haz recaer los insultos sobre sus cabezas. Entrégalos como presa en tierras de cautiverio» (Ne 3, 36).

El valiente Nehemías continuó las obras y las murallas alcanzaron cierta altura. Entonces los samaritanos, apoyados por árabes y grupos de otros pueblos, «conspiraron todos para marchar contra Jerusalén» (Ne 4, 2).

Nehemías organizó la defensa: dispuso los hombres, «divididos por familias, todos con espadas, lanzas y arcos» (Ne 4, 7). Y les dijo: ¡No tengáis miedo! «Acordaos del Señor, que es grande y temible» (Ne 4, 8).

A partir de ese día, los cargadores «con una de las manos hacían el trabajo, con la otra sostenían el arma. Los constructores tenían cada cual la espada presa a la cintura, mientras trabajaban» (Ne 4, 11-12). Y así ejercían sus funciones desde la madrugada hasta el inicio de la noche.

«La alegría del Señor será vuestra fuerza»

Además de las dificultades exteriores, Nehemías encontró obstáculos provenientes de los propios judíos: la usura practicada de una manera ignominiosa y cruel, que él desconocía, pues fuera nombrado recientemente gobernador de Judá. Nehemías ataca corajudamente ese abuso y lo elimina.

Los enemigos hacen otras urdiduras para perder Nehemías, pero él no se deja engañar (cf. Ne 6, 1-14). Y, empleando todo esfuerzo en la construcción de las murallas, Nehemías concluye la obra.

Luego después, el pueblo se reunió en una de las plazas de Jerusalén y el santo sacerdote Esdras hizo la lectura del Libro de la Ley, «desde el amanecer hasta el mediodía […] Todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley» (Ne 8, 3.9), porque se recordaban de las muchas y graves transgresiones que habían practicado. Pero Esdras y Nehemías les dijeron que deberían estar tranquilos, y agregaron:

«La alegría del Señor será vuestra fuerza» (Ne 8, 10). O sea, la alegría de las fiestas religiosas fortifica el alma para las pruebas que vendrán.

Procesiones sobre las murallas

En los días posteriores, fueron celebradas otras fiestas, al término de las cuales los levitas hicieron una bellísima oración a Dios; destacamos este trecho relativo a los hebreos que salieron de Egipto, guiados por Moisés, rumbo a la Tierra Prometida:
«Por cuarenta años en el desierto los sustentaste, sin que nada les faltase. Las ropas no se gastaron, ni se hincharon sus pies» (Ne 9, 21).

Así también nosotros debemos siempre acordarnos de las gracias que recibimos, y agradecer a Nuestro Señor, por medio de María Santísima.

Por último, sacerdotes, levitas y los notables de Judá firmaron un documento comprometiéndose a cumplir todas las determinaciones de la Ley, en particular rechazar las uniones matrimoniales con los paganos. Y el resto del pueblo juró solemnemente observar la Ley mosaica (cf. Ne 10, 29-30).

Aproximadamente doce años después del término de la construcción de las murallas, se realizó una gran solemnidad con procesiones sobre los muros, encabezadas por el santo sacerdote Esdras y por Nehemías – las murallas de las ciudades antiguas eran generalmente amplias -, acompañadas de cánticos y músicas tocadas por címbalos, cítaras y arpas. Y finalmente fueron ofrecidos sacrificios (cf. Ne 12, 27-43).

Nehemías permaneció en Jerusalén durante 12 años. El plazo de la licencia concedida por el Rey Artajerjes había terminado, y él precisó volver a Persia; pero consiguió nueva autorización y efectuó un segundo viaje a la ciudad santa (cf. Ne 13, 6).

Escándalo en el lugar santo

En la ausencia de Nehemías, el sumo sacerdote Eliasib, siendo pariente del supra citado Tobías, puso a disposición de este una gran sala de uno de los aposentos anexos al Templo. Ese individuo, que era amonita – por tanto no judío -, hiciera grandes burlas contra Nehemías, cuando este inició su obra de reconstrucción de las murallas de Jerusalén (cf. Ne 2, 10 e 3, 35).

Escribe Nehemías: Cuando «tomé conocimiento del mal hecho por Eliasib […] lleno de indignación tiré los trastes de Tobías fuera de la sala, para la calle, y mandé que aquellas dependencias fuesen purificadas» (13, 7-9).

La admirable combatividad de Nehemías continuó manifestándose. Habiendo visto judíos que se casaron con mujeres idólatras, escribe él: «Yo los censuré, los maldije, hasta golpeé a algunos de ellos, los agarré por los cabellos […] ¿Acaso no fue por eso que Salomón, Rey de Israel, se tornó pecador?» (Ne 13, 25-26). O sea, Salomón cayó hasta en la idolatría…

Y a uno de esos transgresores, que era nieto del sumo sacerdote Eliasib, «los mandé para lejos de mí» porque tales transgresores eran responsables por la «conspiración del sacerdocio y de la alianza» (Ne 13, 28-29).

Y así termina el Libro de Nehemías, el cual «denota un alma valiente, profundamente devota a la gloria de Dios y al bien de la nación judaica, no retrocediendo delante de ningún obstáculo […] Nehemías es uno de los más ilustres personajes del judaísmo».

Que Nuestra Señora nos obtenga la gracia de un celo por la Santa Iglesia mayor que la dedicación de Nehemías por Jerusalén.

Por Paulo Francisco Martos

(in – Noções de História Sagrada – 108)
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1 – Cf. FILLION, Louis-Claude. La Sainte Bible commentée – Le livre de Néhémie. 3. ed. Paris: Letouzey et aîné.1923, p. 281.
2 – Cf. Idem, ibidem p. 281.
3 – Cf. Idem, ibidem, p. 285.
4 – Cf. Idem, ibidem, p. 297.
5 – Cf. Idem, ibidem, p. 309.
6 – Cf. Idem, ibidem, p. 325-326.
7 – Cf. Idem, ibidem, p. 326.
8 – Cf. Idem, ibidem, p. 329.

 

 

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