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Milagro de Caná

Redacción (Martes, 15-05-2018, Gaudium Press) Después de haber sido bautizado por San Juan Bautista y sufrir las tentaciones del demonio en el desierto, Nuestro Señor comenzó su vida pública, que duró tres años, terminando con su gloriosa Pasión y Muerte.

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Predicaciones de Nuestro Señor

Él escogió a los Apóstoles, recorrió con ellos Galilea y Judea, haciendo predicaciones y confirmándolas con prodigiosos milagros.

Jesús no exponía su doctrina secamente, sino la ilustraba con analogías, contrastes, parábolas. La doctrina y el ejemplo son como las alas de un pájaro. Si un conferencista no utiliza una de ellas, su exposición se tornará defectible.

En sus predicaciones, Nuestro Señor mostraba no apenas la verdad y el bien, sino también lo bello: «Mirad como crecen los lirios. No trabajan, ni giran. Entretanto, Yo os digo: ni Salomón, en toda su gloria, jamás se vistió como uno solo de entre ellos» (Lc 12, 27).

«Además de su enseñanza, la propia presencia de Nuestro Señor despertaba admiración. Su fisionomía no podía ser más perfecta. Cabellos, labios, cejas y orejas eran de una insuperable belleza. Su mirada recorría los circunstantes de forma suave, tranquila, firme, penetrante y atrayente, causando éxtasis en aquellos sobre los cuales recaía. Una voz magnífica, comunicativa, dotada de un timbre y de una inflexión enteramente fuera de lo común, acompañaba los movimientos de las manos, los cuales, a su vez, eran proporcionales, comedidos, perfectos, sin exageraciones ni timideces. Y la postura de los hombros, el modo de sentarse o de girar la cabeza eran inimaginables».

Innúmeras veces, Jesús manifestó su misericordia. Pero quiso también patentar su combatividad: usando un chicote, expulsó en dos ocasiones distintas a los vendedores del Templo (cf. Mc 11, 15-17; Jo 2, 14-22).

Respecto a las prédicas de Jesús, escribe Plinio Corrêa de Oliveira: «El Divino Maestro, predicando en Judea, que estaba bajo la acción próxima de los pérfidos fariseos, usó de un lenguaje candente. En Galilea, al contrario, donde predominaba el pueblo simple y era menor la influencia de los fariseos, su lenguaje tenía un tono más docente y menos polémico».

En todas las cosas que Nuestro Señor decía o hacía, se notaba la grandeza. Esta «es una virtud que perfecciona las demás, llevando al hombre a practicarlas de forma espléndida o eminente; es el ornato y el esplendor de las demás virtudes, tornándolas fulgurantes. En otros términos, se puede afirmar ser ella el opuesto de la mediocridad».

Regresando de Judea a Galilea

Habiendo dejado el desierto de Judea, donde fue tentado por el demonio, Jesús reunió algunos discípulos: Pedro, Andrés, Juan Evangelista, Santiago el Mayor, Felipe y Natanael – que recibió el nombre de Bartolomé. Después de haber permanecido aproximadamente seis meses en Judea, Él inició su viaje de vuelta a Galilea.

Al pasar por Nazaret, le informaron que en la ciudad de Caná – situada a diez kilómetros de distancia – se realizaba una fiesta de matrimonio. Ciertamente por motivo de parentesco próximo, Nuestra Señora tuvo que comparecer. Jesús la acompañó, llevando consigo sus discípulos.

En cierto momento, el vino faltó y María Santísima, llena de compasión, recurrió a su Divino Hijo, diciendo tan solamente: «¡Ellos no tienen vino!» (Jn 2, 3).

«Nuestra Señora todo lo interpretaba con sabiduría y por cierto consideró que la Providencia había permitido la falta de vino para dar a Jesús ocasión de manifestar su Divinidad […]

«Por otro lado, Nuestro Señor ya habría revelado a su Madre el gran misterio de la Eucaristía». Y Ella podría haber pensado que esa era la ocasión para su Divino Hijo instituir aquel Sacramento.

¡600 litros de vino!

«Jesús le respondió: ‘Mujer, ¿por qué me dices esto a mí? Mi hora aún no llegó» (Jn 2, 4).

«Aunque la palabra mujer, presente en esta respuesta de Jesús, suene un tanto dura a nuestros oídos, en el lenguaje del tiempo denotaba, al contrario, respeto y solemnidad, inclusive grande estima y hasta un matiz de ternura. Y no era raro usarla para dirigirse a princesas y reinas».

Atendiendo al pedido de Nuestra Señora, Jesús hizo un estupendo milagro: ¡600 litros de agua fueron transmudados en vino!
¿Por qué esa superabundancia de vino?

«Nuestro Señor así actuó para mostrarnos que lo superfluo, de sí, no solo no es pecado, sino puede hasta ser legítimo y recomendable.» Probablemente Él quiso librar algunos parientes de los novios de un grave apuro, o aliviarlos en su pobreza. El gran exegeta Fillion nos invita a admirar «la munificencia regia del presente nupcial de Jesús».

Un milagro mucho mayor

«Aunque el milagro de Caná haya sido espectacular, fue mucho menor que aquel que se obra en cada Misa, con la transubstanciación del vino y del pan en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor».

Ese fue el primer milagro en el orden de la naturaleza que el Salvador realizó. Decimos «en el orden de la naturaleza», porque en el orden de la gracia el primer milagro hecho por Él se obró cuando santificó a Juan Bautista, aún en el seno de Santa Isabel.

Ambos milagros fueron hechos por intercesión de Nuestra Señora, la Medianera de todas las gracias. Nuestro Señor «comenzó y continuó sus milagros por María, y por María los continuará hasta el fin de los siglos».

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 150)

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Bibliografía

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2014, v. IV, p. 52.

CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5. ed. São Paulo: Retornarei. 2002, p. 120.

CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. A gênese e o desenvolvimento do Movimento dos Arautos do Evangelho e seu reconhecimento canônico. Tese de doutorado. Roma: Universidade Pontifícia São Tomás de Aquino (Angelicum), 2010, p. 298

Cf. FILLION, Louis-Claude. La sainte bible avec commentaires – Évangile selon S. Luc. Paris: Lethielleux. 1889, p. 112.

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2012, v. VI, p. 25.

FILLION, Louis-Claude. Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Infancia y Bautismo. Madrid: Rialp, 2000, v. I, p.335.

SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT. Tratado da verdadeira devoção à Santíssima Virgem. Petrópolis: Vozes. 1974, p.28.

 

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