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Liturgia y Vida -II Parte

Redacción (Miércoles, 14-06-2017, Gaudium Press) La ‘Sacrosanctum Concilium’, asociada a los documentos anteriores, destaca la intención de asegurar la eficacia para la santificación de los hombres, en la participación en la sagrada liturgia. Si bien que matiza que esta participación no abarca toda la vida espiritual, pues todo cristiano debe orar a solas en su cuarto al Padre, penetrando en el tema afirma que: «la Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma» (SC, 14). El documento no da una definición concreta de lo que es participación, apenas señala sus características de plena, consciente y activa.

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Siendo la liturgia fuente primaria y necesaria de la que han de beber los fieles, ha dado lugar el tema a innumerables interpretaciones a lo largo de estos decenios. Participación, tomar parte, es «sinónimo de intervención, adhesión, asistencia» 20 , concepto que se podría considerar clave en el documento conciliar. Pero «con esta palabra no se quiere hacer referencia a una simple actividad externa durante la celebración» 21 . Son actitudes internas y externas. Vemos así cómo, la participación, no puede reducirse a una mera actitud formal, apenas actitudes externas, sino que debe tocar en el interior del hombre. «La participación externa (responder, cantar, levantarse, estar arrodillado) es sólo el primer estadio de la participación en la celebración, que es la identificación subjetiva y objetiva con el mysterium-sacramentum» 22.

«Plena, consciente y activa», tres términos precisos. Una participación «plena», tanto interior como exterior; «es toda la persona humana, en todas sus dimensiones, la que se debe poner en comunicación con la celebración de los misterios» 23 . Una participación «consciente» sólo se logrará cuando sea efecto de una buena educación litúrgica. Las insistencias de esta formación, primeramente en el seminario, y seguida y continuamente a los fieles, ha sido recalcada a través de numerosos documentos y artículos después del Concilio. El cardenal Ratzinger decía, «no se puede imponer a los hombres desde fuera como un espectáculo, sino que requiere educación y práctica» 24.

De estas tres características, la participación «activa» es la que ha tenido más destaque. Principalmente debemos decir que el documento quiso que la presencia de los fieles en las celebraciones litúrgicas no fuera «como extraños y mudos espectadores» (SC, 48). No debe ser una mera asistencia, un estar presente, tiene que haber un «asociarse a la acción santificadora y cultual que realiza Cristo a través de unos ritos y oraciones» 25. Esta participación es designada, de variadas formas, como: interna, externa, fructuosa, piadosa, perfecta, etc.

El participar activamente lleva consigo el hecho de que la presencia debe ser acompañada por las respuestas al diálogo-oración que se da en la Eucaristía; a los cantos; a la escucha de la Palabra y al aprovechamiento de la homilía; al recibir sacramentalmente el Cuerpo del Señor, si bien que el hecho de no comulgar no excluye la participación activa. Gestos y actitudes, cantos y oraciones, los momentos de silencio.

Desgraciadamente «la expresión se ha desvirtuado muy pronto, interpretándola solo en un sentido externo» 26. Acción principal en la que todos deben tomar parte, «la verdadera acción litúrgica, en la que todos debemos tomar parte, es la acción del mismo Dios» 27. Debiéndose evitar que «las acciones externas particulares se conviertan en lo esencial de la liturgia, y esta se degrada a una actuación sin más, entonces se malogra el verdadero carácter teodramático de la liturgia reduciéndola casi a una parodia» 28.

Es el riesgo de que ocurra, en cierta medida, llevando la liturgia al «nivel de entretenimiento» 29, que produzca emoción, que anime a las personas, y con eso se perdió «la emoción intrínseca de la liturgia» 30; acontecimiento que ocurre en nuestro interior. Pues toda acción meramente externa en materia de participación de nada servirá si los fieles no entran en el camino de Dios, si no hay una transformación personal, si la liturgia no se transforma en vida, pues la liturgia apela profundamente a un cambio radical, «hay realidades que sólo podemos entender con el corazón, y paulatinamente, también con la razón en la medida en que nos dejemos iluminar por el corazón» 31.

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Como vemos, el concepto participación ha sufrido variados experimentos, simplificaciones, considerando que la participación activa es responder, cantar, pararse o arrodillarse, es apenas un «activismo externo» 32.

En los criterios y en las formas de actuación ocurridas en que se fue realizando la reforma litúrgica, «se advierte que ha sido buena en la intención conciliar, mas no siempre tan buena en los resultados» 33.

Ha sucedido esto donde con simples cambios de ritos y de modalidades exteriores, se confundió el sentido auténtico de la participación plena, consciente y activa. Considerando la participación de forma superficial, epidérmica. Así fue que «una vez perdido el mordiente de la novedad, tal participación, ligada a la rutina, acaba por volverse rancia. De aquí una desafección a la acción litúrgica» 34.

Se pretendió que los fieles dejen de ser espectadores y pasen a ser «actores» con su participación activa. Algunos «pragmáticos», como los califica singularmente Ratzinger, consideraron que ahora todo tiene que ser en «voz alta y en comunidad» para hacer la celebración litúrgica más atractiva. Destaca que no es una mera «alternancia de estar de pie, sentado o de rodillas, sino en procesos interiores», pues se corre el riesgo de perder «esta dimensión interior» 35.

Convertir en fe viva lo que se participa

La liturgia y vida cristiana están íntimamente unidas como causa y efecto. Fue el motivo de la invitación que hace en su introducción la Sacrosanctum Concilium, para llevar «a todos los hombres al seno de la Iglesia», todo esto a través del «fomento» de la liturgia.

Preocupaba seriamente a Juan Pablo II la avalancha de cambios culturales que se vivían, decía que urgía restablecer el cuerpo cristiano de la sociedad humana. Sólo se conseguiría eso con la presencia de testigos de la fe cristiana, testigos que superen, en ellos mismos, «la fractura entre el Evangelio y la vida, recomponiendo en su vida familiar, en el trabajo y en la sociedad, esa unidad de vida, que en el Evangelio encuentra inspiración y fuerza para realizarse en plenitud» 36.

Para recomponer la vida cristiana en la sociedad, se hace necesaria una coherencia de vida que supere la «fractura» que sufren los hombres de hoy. Jungmann afirmaba que «la conciencia cristiana debe formarse por medio de la liturgia». Y que, para hacérselo entender a los jóvenes, es «una excelente ayuda la liturgia bien organizada y vitalmente celebrada, sobre todo la santa misa» 37. Porque, como decía Guardini, «la liturgia es arte que se transforma en vida» 38.

Por lo tanto, la participación activa, no puede restringirse a lo externo de las ceremonias, debe primeramente haber una participación interna y espiritual, plena y consciente, viva y fructuosa del Misterio Pascual de Jesucristo. «La liturgia y la vida son realidades indisociables. Una liturgia que no tuviese un reflejo en la vida se volvería vacía y ciertamente no agradable a Dios» 39.

Esta relación, liturgia-vida, motivo de comentario numerosos autores, y transmitida por no pocos documentos de la Iglesia. De nada serviría una liturgia que no oriente integralmente la vida hacia Dios, sería una mera ideología, que no penetraría en los corazones. La liturgia endereza los caminos de la vida, principalmente a través del culto dominical, dando fortaleza en los corazones para enfrentar «las fuerzas que tiran hacia abajo que han adquirido una potencia siniestra» 40.

Hay un comprender con el corazón ante la liturgia, no es apenas una circunstancia en la que tomamos conocimiento de una enseñanza meramente teórica, a través de lecturas, cantos y oraciones. Siempre la liturgia tendrá algo que decirnos al corazón. Será el aproximarnos a la verdadera y profunda acción de Dios en los corazones, pues «vida cristiana y vida espiritual, son siempre, por tanto, vida litúrgica» 41.

Reclama la necesidad de una disposición personal, una recta actitud de alma, abrir los oídos a su «voz» para no recibirla infructuosamente. Así es que llega Jungmann a la evidente conclusión de que «la liturgia, celebrada vitalmente, ha sido a lo largo de los siglos la forma más importante de pastoral» 42, como medio utilizado por la Iglesia para guiar al pueblo de Dios.

Es una acción del propio Dios que penetra en la vida cotidiana de los hombres de fe, y acaba siendo un «servicio para la transformación del mundo» 43. Exige, para esta destacada misión en pro del «hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo», un compromiso de entrega del corazón en lo cotidiano, a todo momento, en todo lugar.

Fuente de la cual los fieles se empapan del auténtico espíritu cristiano, presente está en ella el poder transformante del propio Dios a través de la celebración litúrgica, pues quiere «transformarnos a nosotros mismos y al mundo» 44.

Por el P. Fernando Gioia, EP

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20 LÓPEZ MARTÍN, Julián. La liturgia de la Iglesia, p. 101. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2002.

21 BENEDICTO XVI. Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis, 52.

22 SARTORE, D., TRIACCA, A.M. y CANALS, J. M. Nuevo diccionario de Liturgia, p. 1549. Madrid: San Pablo, 1987.

23 FLORISTÁN, Casiano. Concilio Vaticano II, comentarios sobre la constitución sobre la Sagrada Liturgia. Objetivos de la Pastoral Litúrgica, p. 214. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1964.

24 RATZINGER, Joseph. El espíritu de la liturgia: ensayo de Teología Litúrgica, p. 97. Bilbao: Descleé de Brouwer, l999.

25 ABAD IBÁÑEZ, J. A. y GARRIDO BOÑANO, M. Iniciación a la liturgia de la Iglesia, p. 51. Madrid: Palabra, 1997.

26 RATZINGER, Joseph. Obras completas, tomo XI. IV La figura de la Liturgia, p. 98. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2012.

27 Op. Cit., p. 99.

28 Op. Cit., p. 100.

29 RATZINGER, Joseph. La fiesta de la fe: ensayo de Teología Litúrgica, páginas 198-199. Bilbao: Desclée De Brouwer, 1999.

30 Op. Cit., p. 199

31 Op. Cit., p. 200

32 RATZINGER, Joseph. Un canto Nuevo al Señor, p. 163. Salamanca: Sígueme, 2005.

33 FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Pedro. La Liturgia en los inicios del tercer milenio. A los XL años de la Sacrosanctum Concilium. Actuosa participatio, participación plena, consciente y activa, p. 202. Baracaldo: Grafite Ediciones, 2004.

34 SARTORE, D, TRIACCA, A. M. y CANALS, J.M. Nuevo Diccionario de Liturgia, p. 1557. Madrid: San Pablo, 1996.

35 RATZINGER, Joseph. Obras Completas, tomo XI. Teología de la Liturgia, p. 470. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2012.

36 JUAN PABLO II. Carta Apostólica Mane Nobiscum Domini, 34.

37 JUNGMANN, Josef Andreas. La liturgia, escuela de la fe, p. 19. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 2003. Cuadernos Phase 136.

38 GUARDINI, Romano. El espíritu de la liturgia, p. 73. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica. Cuadernos Phase 100, 2000.

39 JUAN PABLO II. Enchiridion Vaticanum. Messaggio Vi rivolgo con piacere ai partecipanti all’assemblea plenaria della Congregazione per il Culto Divino e la disciplina dei sacramenti sulla religiosità popolare. 26-28 Settembre 2001. Bologna: Edizioni Dehoniane Bologna, 20041767. p.1207. Vol.20.

40 JUNGMANN, Josef Andreas. La liturgia, escuela de la fe, p. 17. Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica, 2003. Cuadernos Phase 138.

41 GUTIÉRREZ, José Luis. Liturgia, Manual de Iniciación, p. 187. Madrid: Rialp, 2006.

42 JUNGMANN, Josef Andreas. Op. Cit., p. 42

43 RATZINGER, Joseph. Obras Completas, tomo XI. Teología de la Liturgia, p. 470. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2012
Op. Cit., p. 100

 

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