Francisco comentó el evangelio de San Mateo, que narra que Dios reveló a los sencillos los secretos del Reino de Dios, y los ocultó a los soberbios.
Ciudad del Vaticano (06/07/2020 09:57, Gaudium Press) En el Ángelus rezado ayer en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el evangelio del día, un consolador texto de San Mateo (11, 25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.
El Papa expresó que este texto tiene una tríplice división: Primero Jesús alza un himno de bendición y de agradecimiento al Padre, porque ha revelado a los pobres y a los sencillos el misterio del Reino de los cielos; después revela la relación íntima y singular que hay entre Él y el Padre; y finalmente invita a acudir a Él y a seguirlo para encontrar alivio.
Ser pequeño es abrir el corazón a la Palabra y la fuerza de Dios
Jesús alaba a Dios porque atiende de esa manera a los pequeños. Y oculta las grandes verdades a los que llama “sabios e inteligentes”, a quienes trata con “un velo de ironía”, porque son presumidos y muchas veces “tienen el corazón cerrado”.
“La verdadera sabiduría también viene del corazón; no es sólo entender las ideas: la verdadera sabiduría también entra en el corazón. Si sabes muchas cosas y tienes el corazón cerrado, no eres sabio”, dijo el Papa. Y los pequeños, son aquellos que se abren confiantes a la Palabra de salvación que proviene de Dios, que sienten que no pueden vivir sin Él, y que esperan todo de Él.
Luego Francisco pasó a comentar la parte de la lectura en la que Dios-Hombre habla de su relación con el Padre Eterno.
La comunión entre el Padre y el Hijo: una flor que brota
“Solo entre el Hijo y el Padre hay total reciprocidad: el uno conoce al otro, el uno vive en el otro”, dijo el Pontífice. “Esta comunión única [entre el Hijo y el Padre] es como una flor que brota, para revelar gratuitamente su belleza y su bondad. Y de aquí la invitación de Jesús: «Vengan a mí…» (v. 28). Él quiere donar lo que toma del Padre. Quiere donarnos la Verdad, y la Verdad de Jesús es siempre libre: es un don, es el Espíritu Santo, la Verdad”.
Jesucristo está mostrando su aprecio por los pequeños. El Señor en la parte final de la lectura evangélica se dirige a los “cansados y oprimidos”, ofreciendo un alivio que no es “solamente psicológico o una limosna donada, sino la alegría de los pobres de ser evangelizados y constructores de la nueva humanidad”. Es eso “el alivio y la alegría única que nos da Jesús, su propia alegría”.
El Papa pidió a Nuestra Señora, “la más humilde y la más alta entre las criaturas”, que “implore a Dios para nosotros la sabiduría del corazón, para que sepamos discernir sus signos en nuestra vida y ser partícipes de esos misterios que, ocultos a los soberbios, son revelados a los humildes”.
Con información de Vatican News
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