sábado, 04 de mayo de 2024
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Obispo joven, trabajador, canonista, busca empleo…

Pido a los fieles que me disculpen, he corrido la silla hasta aquí porque voy a dar el sermón sentado…”

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Redacción (17/08/2023, Gaudium Press) “Pido a los fieles que me disculpen, he corrido la silla hasta aquí porque voy a dar el sermón sentado. Esta es mi octava misa de hoy…”, dijo el sacerdote franciscano, enérgico, que en sus sermones derrocha electricidad y deseo de hacerle bien a los fieles.

Lo conocí cuando aún era un intento de seminarista, hace muchos años, insistiendo siempre en su vocación, y por ello fue una alegría cuando me lo encontré en una iglesia meses atrás, ya con su clergyman y su apostolado ministerial. Se notaba que había nacido para eso, y en medio de la lucha que comprende su sacerdocio, que comprende toda vida humana, era feliz, harto feliz. Pero si ese día se sentó, era porque estaba realmente arrasado: ocho misas, ocho sermones, ocho repartir la comunión, ocho atender los fieles después de la eucaristía… menos mal que aún goza de la lozanía de los años jóvenes, pero todo tiene un límite.

Algo parecido me ocurrió con otro sacerdote hace unos días, familiar mío, que colabora con el obispado castrense, y que pasa de cuando en cuando a visitarnos a la casa, donde se le atiende como es debido.

Llegó ese día como a las cuatro de la tarde y se le dio jugo de mora en agua y algunas colaciones, que también nutrían una conversación que prendía, hombre culto que es: Que si Rebeca había actuado bien cuando engañó a Isaac con la piel de cordero para su hijo Jacob, que en todo caso fue una mentira en un asunto importante, pero que San Luis María de Montfort decía que en eso Rebeca era prefigura de la Virgen, que ‘engañaba’ a Dios con sus virtudes con las que cubría a sus esclavos.

Pero en determinado momento dijo:

– Uyyy, cinco para las cinco. ¡Y yo con misa de cinco!

– ¿Su segunda misa del día?, indagué.

– No, la cuarta, aunque ya oficié un bautismo en la mañana… Hasta pronto. –Cogió su bicicleta, y partió raudo con su casco y camisa negra de alzacuellos. Llegaría algo tarde pero solo unos minutos.

Era su quinta celebración del día. No se le veía tan cansado, debe ser porque aunque ya pasó la cuarentena, es deportista. Pero debía estar cansado, la procesión iría por dentro.

Si ese sobre-trabajo presbiteral se da en mi país, donde aún la fibra católica se ha mantenido y aún los seminarios no están desolados, como será en otras partes, por ejemplo de Europa, imagino.

Pero no, parece que en Alemania hay primavera de clérigos, tanto que se dan el lujo de tener un excelente prelado ‘parqueado’:

En estos días el secretario de Benedicto XVI y Arzobispo de Urbisaglia, Mons. Georg Gänswein, que regresó a su diócesis natalicia de Friburgo por orden papal, decía de forma jocosa al editor Manuel Herder que “aquí estoy, buscando empleo”. Incluso parece que bromeó con el editor diciendo que iba a poner avisos clasificados en ese sentido.

De hecho el Arzobispo Gänswein, de 67 años, al parecer mantiene una buena relación con el Arzobispo titular de Friburgo, Mons. Stephan Burger, de 61. Mons. Burger no es de la línea Cardenal Woelki, pero tampoco es de los arditi del siniestro camino sinodal alemán. Al parecer coordinaron que celebraría misas en la catedral, y podría presidir otras celebraciones, previo consentimiento de Mons. Burger.

Sin embargo, con tanta diócesis en el mundo sin cabeza episcopal, con tanta carencia y tantas cosas por hacer, nadie nos saca la idea de que al canonista secretario del Papa Ratzinger lo tienen ‘en paro’ forzoso, que no querido.

Todos los que debemos saber, conocemos las contrariedades que a algunos en autoridad generaron su libro-memorias, sus declaraciones tras la muerte de Benedicto, y algunos hechos previos.

Pero por Cristo, la Iglesia no puede ser una corte, donde hay partidos, favoritismos, favoritos, y caídos en desgracia sin justificación en la fe. ¿O sí? Entre tanto, ahí están las almas, esperando buenos pastores que las atiendan, que les den los sacramentos y el pastoreo que las lleve al cielo.

“Oh Señor, manda obreros a tu mies”, repetimos con frecuencia. Parece que tocará ir agregando: “y recicla a los pastores que merecen ser reciclados…”.

Por Saúl Castiblanco

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