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Virgen antes, durante y después del parto

La naturaleza guarda silencio ante tal prodigio. ¡Una Madre genera sin concurso de varón y da a luz al mismo Dios-Hombre, permaneciendo virgen después del nacimiento!

virgem maria

Redacción (20/12/2023, Gaudium Press) La Virginidad perpetua de la Santísima Virgen aparece en la doctrina católica como una verdad de Fe divinamente revelada y propuesta por la Iglesia como dogma. Así lo definió, por ejemplo, el Sínodo de Letrán en el año 649, bajo Martín I: “Si alguno no profesa, según los santos Padres, en sentido propio y según la verdad, engendradora de Dios la santa y siempre virgen e inmaculada María […] y que después de dar a luz su virginidad permaneció intacta, sea condenado” (DH 503).

Madre y Virgen al mismo tiempo

Varios santos y autores espirituales dedicaron hermosas páginas a discutir tan augusto misterio. Sobre aquella misteriosa visión del profeta Ezequiel: “[Y el ángel] entonces me condujo al pórtico exterior del santuario, que miraba hacia el oriente, el cual estaba cerrado. El Señor me dijo: ‘Esta puerta estará cerrada. No se abrirá ni nadie entrará por ella, porque por ella entró el Señor, Dios de Israel, y quedará cerrada’” (Ez 44,1-2), comenta san Jerónimo: “Virgen era Cristo, virgen perpetua fue su Santísima Madre; madre y virgen al mismo tiempo, en cuyo seno cerrado penetró Cristo. Esta es la puerta oriental, como dijo Ezequiel, siempre cerrada y siempre resplandeciente, escondiéndose en sí misma y dándonos de sí el Sancta Sanctorum; [puerta] por la que entra y sale el Sol de Justicia y nuestro Pontífice, según el orden de Melquisedec”,[1] y añade Santo Tomás de Villanueva: “¿Qué significa puerta cerrada, sino el sello del pudor, el de la integridad de la carne inmaculada? Porque ella no sufrió ningún perjuicio en el parto, pues recibió aumento en santidad en el momento de la concepción”. [2]

Nacimiento virginal sin dolor

De hecho, la naturaleza guarda silencio ante tal prodigio. ¡Una Madre genera sin concurso de varón y da a luz al mismo Dios-Hombre, permaneciendo virgen después del parto! Para explicar el gran milagro de la conservación de la virginidad en Nuestra Señora, Santo Tomás de Aquino escribe un artículo esclarecedor en su Summa Theologiae [3]. Y, algunos artículos más adelante, Tomás de Aquino nos plantea otra cuestión de innegable interés, corolario de la verdad sobre la virginidad perpetua de María: ¿la Madre de Dios dio a luz en medio de los dolores propios del parto? [4]

A primera vista, esto puede presentarse como una cuestión simple y sin importancia; al fin y al cabo, a los ojos de quien tiene un poco de buena fe, parece evidente que la Santísima Virgen no pudo sufrir dolores durante su nacimiento virginal. Sin embargo, Santo Tomás presenta, en la pregunta antes mencionada, tres posibles objeciones a esta sana conclusión.

En primer lugar, Tomás de Aquino sostiene que, dado que la muerte fue consecuencia del pecado original, y dado que Cristo quiso sufrir la muerte, parece lógico que el Señor determinó que su nacimiento se produjera en medio de dolores, ya que estos también son consecuencia del pecado de nuestros primeros padres.

Además, Nuestro Señor vino al mundo para sufrir y expiar los pecados de la humanidad. Ahora bien, si Él soportó nuestros sufrimientos (cf. Is 53,4), ciertamente también quiso sufrirlos desde el principio, naciendo así con los dolores de su Madre.

Finalmente, en la tercera objeción, Santo Tomás recurre al testimonio de los apócrifos: el Protoevangelio de Santiago afirma la presencia de parteras en el nacimiento de Cristo…

En respuesta a la primera cuestión, el Doctor Angélico afirma que los dolores de parto de la mujer resultan de su unión carnal con un hombre, lo que en absoluto sucedió con María: “Por esto, Génesis (3,16), después de decir ‘es con dolor que tendrás hijos’, añade, ‘y el hombre te dominará’. Pero, como dice Agustín, la Virgen Madre de Dios está excluida de esta afirmación: ‘Porque recibió a Cristo sin la impureza del pecado y sin degradación de la unión carnal con el hombre, y por eso dio a luz sin dolor, sin daño a su integridad, permaneciendo íntegra en el pudor de la virginidad”[5].

Respecto a la segunda objeción, Santo Tomás sostiene que los posibles dolores durante el nacimiento de María no concernirían a Nuestro Señor y no estarían relacionados con su misión redentora. Por eso no era apropiado que su Santísima Madre diera a luz con dolores.

Finalmente, para responder a la tercera objeción, el Aquinate una vez más recurre al testimonio de las Escrituras: “se debe decir que el Evangelio de Lucas narra que la propia bienaventurada Virgen ‘envolvió en fajas y acostó en un pesebre’ al niño que diera a luz. Lo que demuestra que es falsa la narración del Protoevangelio de Santiago, que es un libro apócrifo”. [6]

Así se prueba que el parto milagroso de Nuestra Señora se produjo conforme a su más alta dignidad: fue un momento bendito y castísimo, verdaderamente digno del nacimiento virginal de Dios.

Por Juan Pablo Bueno

___

[1] JERÔNIMO. Epístola 48, n.21. Apud TOMÁS DE VILLANUEVA. Obras. Madrid: BAC, 1952. p. 289.

[2] TOMÁS DE VILLANUEVA. Id., Ibid.

[3] A questão 28 da III parte.

[4] Cf. TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. III, q. 35, a. 6. (trad. Loyola).

[5] Id., ad 1.

[6] Id., ad 3

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