martes, 07 de mayo de 2024
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¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de diciembre?

Muchas personas se aventuraron a explicar por qué el 25 de diciembre se celebra el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Es esta la fecha real en la que tuvo lugar este hecho?

presepio arautos

Redacción (22/12/2023, Gaudium Press) Fue el nacimiento de un Niño, un episodio aparentemente sin importancia y desconocido para casi todas las personas en ese momento, el que marcó a la humanidad para siempre. De hecho, con excepción de la Pasión, es imposible imaginar acontecimiento tan augusto como el del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo; del Dios que, por amor a nosotros y para redimirnos, quiso hacerse Hombre.

Por tanto, no es un esfuerzo estéril o irrelevante delimitar, lo más posible, cuándo se produjo este momento crucial, que San Pablo sitúa en la “plenitud de los tiempos” (Gal 4,4). Invitamos pues al lector a adentrarse en estos senderos delicados pero muy interesantes, envueltos en brumas de misterio y perdidos en la noche de los siglos…

El año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo

Acostumbrados a situarnos en el siglo XXI después de Cristo, nos resulta difícil pensar en un calendario que no tenga como origen el nacimiento del Salvador. Sin embargo, esta referencia poco a poco fue entrando en el uso común durante la Edad Media.

No fue sino hasta el siglo VI que el monje Dionisio pensó en calcular cuándo debía haber nacido el Divino Niño. El religioso llegó a la conclusión de que el advenimiento de Nuestro Señor tuvo lugar en el año 753 de la fundación de Roma, e hizo corresponder el año 754 al año 1 de la era cristiana, sin incluir, por tanto, un “año cero”.

Aunque no fue inmediatamente conocida por todos, esta nueva forma de contar el tiempo se extendió por toda la Cristiandad, hasta convertirse en el calendario más extendido y utilizado en el mundo, con preferencia a otros paralelos, como el de los judíos o el chino.

Es una pena que el cálculo elaborado por Dionisio tuviera una pequeña imprecisión, quizás debido a error al contar los años de gobierno de algún emperador. De hecho, en el Evangelio se dice que Nuestro Señor nació durante el reinado de Herodes, quien hizo matar a los Santos Inocentes para, junto con ellos, eliminar también al Mesías (cf. Lc 1, 5; Mt 2, 1, 13-18). Se sabe, sin embargo, que este monarca murió en la primavera del año 750 de la fundación de Roma. Por lo tanto, el nacimiento de Jesús debió haber tenido lugar al menos cuatro años antes de Cristo…

Un segundo dato que nos aportan los Evangelios es que Nuestro Señor vino a este mundo en tiempos de César Augusto, quien ordenó un censo cuando Quirino gobernaba Siria (cf. Lc 2,1-2). Hay discusiones sobre este detalle entre los estudiosos, pero se puede argumentar perfectamente que el censo tuvo lugar entre los años 8 y 6 a.C., por lo que esperamos no defraudar la piedad de ningún lector al afirmar que la fecha más probable para el nacimiento de Nuestro Señor se sitúa entre los años 8 y 4 a.C.

¿Por qué el 25 de diciembre?

¿Qué pasa con el 25 de diciembre? ¿Existe alguna razón histórica que justifique elegir este día para celebrar la Navidad?

La respuesta no está exenta de dificultades. En primer lugar, parecería que la fecha no gozaba de mucha importancia entre los primeros cristianos, ya que estos no celebraban los cumpleaños. Para ellos, el “dies natalis” –el verdadero natalicio, la Navidad– era el día de la muerte, la ocasión en la que la persona cerraba los ojos a esta vida y los abría al Cielo. Encontramos un reflejo de esta costumbre en la Liturgia, que, en en la mayoría de los casos celebran las memorias y fiestas de los Santos en la fecha de su muerte.

Esto, sin embargo –repetimos– ocurre en la mayoría de los casos, y no en todos. Hay algunos nacimientos que por su excelencia se celebran en la Iglesia: el de San Juan Bautista, por haber nacido ya limpio del pecado original; el de Nuestra Señora, Inmaculada desde su concepción; y –por supuesto– el de Nuestro Señor Jesucristo.

Además, la Iglesia no celebra la Navidad como un mero recordatorio de lo que ocurrió hace más de dos mil años; no se trata de un cumpleaños. A través de la Liturgia, el Cuerpo Místico de Cristo continúa la vida sacerdotal de su Cabeza, reviviendo los misterios que luego transcurrieron, haciéndolos presentes y pudiendo participar de las mismas gracias recibidas por quienes estuvieron en la Gruta de Belén, como Nuestra Señora, San José o los pastores. Jesús nace de nuevo cada año, en el corazón de los fieles.

En cualquier caso, aunque es difícil decir que la fiesta no se celebraba de alguna manera desde los inicios del cristianismo, las referencias al 25 de diciembre como fecha de la Solemnidad de Navidad son bastante escasas hasta el siglo IV, y presentan cierta dificultad para historiadores. A falta de documentos, empezaron a surgir hipótesis.

La teoría de la fiesta del sol invicto

Una explicación muy extendida es que esta fecha correspondía a una celebración pagana existente en Roma: el día del sol invicto, instaurado por el emperador Aureliano en el año 274 d.C. La Navidad de Nuestro Señor, el verdadero “Sol de Justicia” (Ml 3, 20) , habría sido asimilada a la fiesta del falso dios, con la intención de eliminarla.

Esta especulación, sin embargo, no satisface a todos por varias razones. Al analizar la psicología de los cristianos de aquella época, uno se pregunta: ¿arruinarían una fiesta tan sublime al encajarla en una fiesta pagana? Habiéndose visto recientemente perseguidos por los romanos y prefiriendo derramar su sangre antes que quemar un poco de incienso a los ídolos, ¿consentirían en fijar tal fecha para la solemnidad de la Navidad? Estas y otras razones llevaron a autores como el cardenal Ratzinger, futuro Papa Benedicto XVI, a afirmar que “hoy son insostenibles las viejas teorías según las cuales el 25 de diciembre habría surgido en Roma en oposición al mito de Mitra, o también como reacción cristiana, ante el culto al sol invicto”.

La perfección del simbolismo

Según una antigua tradición, la creación del mundo comenzó el 25 de marzo, fecha que los primeros cristianos creían que debía coincidir con la de la nueva creación, es decir, la Muerte de Nuestro Señor en el Calvario. Ahora bien, según consideraron, era apropiado que Cristo pasara un número exacto de años en esta tierra. Por lo tanto, no sólo su Pasión, sino también su Concepción debió ocurrir el 25 de marzo. Sumando a esto los nueve meses de embarazo –igualmente exactos, considerando el embarazo perfecto de María– llegamos a la conclusión de que la Navidad habría tenido lugar el 25 de diciembre.

Al argumentar que esta tradición estaba muy extendida entre los fieles incluso antes del ascenso del emperador Aureliano, Ratzinger y otros autores que comparten la misma opinión ponen en duda la teoría del sol invictus.

Sin embargo, históricamente, ¿es esto suficiente para decir con total certeza que Jesucristo nació el 25 de diciembre? Quizás necesitemos más datos.

La concepción de San Juan Bautista

Otra corriente calcula el período en el que nació el Salvador basándose en los Evangelios. Los cuatro hagiógrafos, sin embargo, no sugieren ninguna fecha concreta para el advenimiento del Mesías. Lo que sabemos por sus escritos es que, en el momento sublime de la Anunciación a Nuestra Señora –y consecuentemente de su fecundación virginal–, el Arcángel San Gabriel mencionó la condición de su prima Santa Isabel. Había concebido un hijo y ya era el sexto mes de la mujer que todos consideraban estéril (cf. Lc 1,36). De ahí a nueve meses nacería el Salvador.

Ahora bien, computando el período que va desde la concepción de San Juan Bautista –seis meses antes de la Anunciación– hasta la Natividad de Nuestro Señor –nueve meses después de la Anunciación–, obtendremos la suma de quince meses. En otras palabras, el Precursor fue concebido un año y tres meses antes de que naciera Jesús. Si descubrimos exactamente la fecha en la que Santa Isabel quedó embarazada, será fácil definir la fecha del nacimiento de Cristo. Sin embargo, ¿cómo encontrar el día de la concepción del Bautista?

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Aunque Isabel y su marido querían tener hijos, esto se les hizo imposible por su esterilidad y su avanzada edad. Un día, sin embargo, a Zacarías, ejerciendo “las funciones de sacerdote delante de Dios, según el orden de su clase, le fue asignado por sorteo, según la costumbre entre los sacerdotes, entrar en el Santuario del Señor y ofrecer incienso allí” (Lucas 1, 8-9). En aquella ocasión, el Ángel del Señor se le apareció para comunicarle que sus oraciones habían sido escuchadas: su esposa tendría un hijo.

Se sabe que los sacerdotes se turnaban para servir el Templo, en grupos, dos veces al año. Zacarías pertenecía al octavo turno, el de Abías (cf. Lc 1,5). Según una antigua tradición cristiana que se remonta al menos al siglo II, desempeñaba sus funciones sacerdotales durante la fiesta judía del Yom Kipur, el día de la expiación, que se celebraba a finales de septiembre. Sumando a estos quince meses llegamos a los últimos días de diciembre, cuando habría nacido Nuestro Señor. Entre los más acérrimos defensores de esta tesis se encuentra San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla, quien utiliza el mismo argumento para situar la Navidad el día 25, como todavía lo celebramos hoy.

Navidad en la liturgia

Está claro que, después de veinte siglos de tales acontecimientos, querer definir la fecha de Navidad de forma indiscutible se convierte en una tarea muy difícil, por no decir imposible. Espero que esta sea una de las muchas preguntas que podemos hacer cuando, por la misericordia de Dios, lleguemos al Cielo y le pidamos a Nuestra Señora que nos cuente un poco sobre la historia que rodeó los días maravillosos y misteriosos en los que el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14).

Por ahora, debemos limitarnos a saborear al máximo las migajas que el tiempo no ha devorado, para conocer lo mejor posible el origen de esta solemnidad que, junto con la Pascua, constituye la fiesta principal de la verdadera Religión.

Sin embargo, mucho más que una simple realidad histórica, la celebración de la Navidad el 25 de diciembre encierra una realidad teológica muy profunda. La Providencia quiso que se celebrara durante el período en el que, en el hemisferio norte, se produce el solsticio de invierno –el día del año en el que la noche dura más– para reflejar mejor la forma en que Dios actúa en la Historia.

En el momento en que las tinieblas del pecado y de la muerte parecían dominar el universo entero, y el poder de las tinieblas estaba a punto de sofocar el día, nació Nuestro Señor Jesucristo, la “Luz del mundo” (Juan 8, 12), que brilla en las tinieblas y al que no pueden dominar (cf. Jn 1, 5). Esa noche se decretó una sentencia de exterminio contra el imperio de la serpiente, obligado a retirarse ante los rayos abrumadores del Sol de Justicia. El Divino Niño inició, pues, en Navidad, la más hermosa de las reconquistas: la Redención del género humano, que –por la desobediencia– se había convertido en esclavo del pecado.

(Texto extraído, con adaptaciones, de Revista Arautos do Evangelho n. 252, diciembre de 2022).

Por José Manuel Gómez Carayol

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