martes, 07 de mayo de 2024
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Sacralidad: núcleo de la Civilización Cristiana, gran enemigo de la Revolución

Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira explicaba que en el centro la Revolución Tendencial, estaba el atentado a lo sacral…

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Redacción (29/12/2023, Gaudium Press) En notas anteriores hemos querido enfatizar en la importancia de lo que el prof. Plinio Corrêa de Oliveira llamaba de Revolución Tendencial, ese elemento esencial del caminar de la Revolución anticristiana que hace varios siglos carcome la civilización occidental.

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Revolución Tendencial, una especie de substrato en las pasiones humanas de la Revolución en las Ideas y en los Hechos: antes de que un Voltaire imprecase con algún éxito contra la Infame, que así llamaba a la Iglesia, sus adeptos habían sido trabajados tendencialmente, al nivel de las pasiones humanas –particularmente en su tendencia al orgullo y la sensualidad– para detestar la prédica de la virtud que hace la Iglesia, su elogio y defensa de la humildad, de la pureza de costumbres.

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Así, un hombre que no quiere sujetarse al suave pero firme yugo de la ascesis cristiana, porque sus pasiones desordenadas ya son como tigres que no admiten estar encadenados, pues cuando encuentra un escrito a la Voltaire que justifica su situación e inclinaciones, lo aprecia, lo elogia, lo defiende y hasta lo difunde.

Al final, la clave del andar de las sociedades humanas está en la Revolución o Contra Revolución Tendencial.

Sin embargo, presentaríamos en este campo de forma incompleta el pensamiento del Dr. Plinio, si no expusiésemos sus magníficas y esenciales elaboraciones en torno al concepto de Sacralidad, pues como él dijo muchas veces, concomitante con la Revolución en las tendencias hubo una mengua y un ataque a la Sacralidad de la sociedad cristiana y sin esa disminución de la Sacralidad la Revolución no hubiera podido iniciar su periplo destructor.

Exponer en sus líneas esenciales a qué se refería el Dr. Plinio con ‘sacralidad’, es algo que intentaremos ahora, diciendo desde ya que el asunto es por demás amplio, y que no se agotará en una sencilla nota como esta.

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Podríamos definir sacralidad como la presencia sensible de Dios en el Orden Creado.

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Foto: Ricardo Porto en Unplash

Así, un pavo real se nos revela como sacral cuando por ejemplo al abrir y exponer su magnífica cola sentimos allí la huella del Creador, en el esplendor retumbante de una de sus más bellas criaturas.

En la misma línea, sacral es una ceremonia matrimonial, pero no cualquiera.

Aunque todo sacramento tiene carácter de sagrado –pues el ministro actúa ahí in persona Christi, haciendo las veces de Cristo– esa ceremonia es sacral cuando esta ligación con la Divinidad se hace manifiesta, cuando se torna patente a quien la contempla.

De esta forma, un matrimonio celebrado por ejemplo en una magnífica catedral, pero con asistentes que no comprenden la importancia del sacramento, que no visten de manera apropiada a esta importancia, que durante la liturgia más ponen cuidado al celular, al vestido de fulanita, a la apariencia del consorte, y no sienten que lo que se está realizando es trascendente, pues ellos no están asistiendo a una ceremonia sacral, se les ha escapado la ligación que esa ceremonia tiene con el cielo.

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En cambio, una ceremonia matrimonial realizada en una sencilla pero digna capilla, con un ministro de Dios compenetrado de la importancia del sacramento, con unos cónyuges que perciben que en ese momento son ellos también ministros que ratifican en su unión los esponsales de Cristo con su Iglesia, con una feligresía que sabe en realidad que lo que se está constituyendo allí es una Iglesia doméstica de unión indisoluble, establecida por el propio Dios y por tanto estampada con el sello divino, en una ceremonia en la que los trajes de los presentes expresan la solemnidad de lo que está ocurriendo, etc., esa será una ceremonia además de sagrada, sacral.

Un ostensorio no sacral

Coloquemos otro ejemplo, de algo sagrado que puede ser sacral o no.

Un ostensorio, por la altísima función que cumple de portador del Santísimo Sacramento, que además es sujeto de una bendición especial por parte de la Iglesia, es un objeto sagrado, que sin embargo puede ser no sacral.

Un ostensorio fabricado por uno de esos fanáticos del arte llamado moderno, que por ejemplo en su locura innovadora rodease de alambres por delante y por detrás el lugar que ocupará la Hostia sagrada, y que colocara colgando de los alambres delanteros siete cristales multicolores a lo neón que supuestamente simbolizarían los siete dones del Espíritu Santo, ese verdadero ostensorio del horror seguiría siendo sagrado pero sería muy anti-sacral, desacralizante. Por el contrario, sacrales son las custodias que normalmente se siguen usando en las iglesias en beneficio de la honra del Santísimo y la piedad de los fieles.

Habiendo deslindado los conceptos de sagrado y sacral, insistamos ahora en que sacral, es decir ‘con presencia divina sensible’, puede ser algo no propiamente sagrado.

En nota anterior tratamos de dos salas, civiles, que podrían ser usadas para una junta de negocios.

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Una era una sala con piso de mármol, granito y otras piedras multicolores, formando figuras magníficas, la cual imaginamos con una mesa de fino roble en el centro, cuyas sillas son de terciopelo verde con espaldar alto también en terciopelo. La otra era una sala moderna, sin ningún tipo de adorno, de ventanales sin cortinas y ningún cuadro en la pared, solo un frío tablero blanco de acrílico, o tal vez digital, sala que calificábamos de “atea” pues no había reflejos de la belleza divina, o que aquí en expresión sinónima calificamos de “no sacral”, mientras que sí era sacral la primera.

Sacral también puede ser una autoridad civil, cuando tiene real conciencia de la importancia de su cargo, cuando su comportamiento, entrega al bien común y también otras exterioridades revelan a sus gobernados que asume su función como un encargo del propio Autor de la sociedad, y representando a ese Dios-Autor. Esa autoridad civil también puede ser no sacral, cuando simplemente no cumple con lo anterior.

Y así podríamos seguir, con todo el Orden Creado visible, particularmente con las obras de los hombres. Entre tanto, afirmaba el Dr. Plinio que justamente una de las características de la Civilización Cristiana era una nota de sacralidad llevada al máximo, ese fortísimo deseo de sacralización, incluso aunque subconsciente, aunque no explícito.

La sacralización construyó la Civilización del Evangelio
Era esa tendencia a la sacralización, la que estaba detrás de la construcción de las catedrales, del refinamiento en las costumbres, de la ideación de ceremonias para los más diversos acontecimientos de la vida, porque lo que deseaba el habitante de la Civilización Cristiana no era otra cosa que el contacto con Dios a través de la SACRALIDAD.

Paris Ant Lut 21

La sacralidad hacía las delicias de la vida del hombre de la Civilización Cristiana.

Pero no solo es cuestión del buen placer que se puede tener aquí en la Tierra: el Dr. Plinio afirmaba en una sentencia radical y luminosa para los siglos futuros que la tendencia a lo sacral es lo único que ordena las otras tendencias del ser humano. Es decir, las malas inclinaciones no solo deben ser combatidas con sus contrarios, sino sobre todo orientadas con la tendencia a lo sacral.

Es comprensible: porque el ser humano fue hecho para Dios-Infinito, todo su ser reclama ese contacto con la Divinidad, pero no solamente allá en el cielo sino también aquí en la Tierra. Y ese contacto no debe ser solo de la inteligencia del hombre, o de su voluntad, sino incluso de su sensibilidad, es decir, incluso los sentidos de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto reclaman por ese ‘contacto’ con lo divino ya aquí en la Tierra, el cual se hace más factible cuando se vive en una sociedad sacralizada, en ambientes sacrales.

De esa manera la religión, considerada en un sentido amplio, trasciende la piedad, la moral, incluso la fe, y llega a cobijar con sus alas desde el vestido y la actitud del alcalde del pueblo, la forma de un ostensorio, hasta mi comportamiento en la intimidad: ¿está siendo sacral el alcalde en el desempeño de su misión haciendo visible a los súbditos que es un representante divino en el campo civil? ¿Esa custodia sí es sacral, sí corresponde con la infinita dignidad del Santísimo Sacramento del altar, o más bien es un mamarracho que niega con sus artes la grandísima verdad de Cristo-Hostia? ¿En mi comportamiento en privado, tengo una actitud sacral, condicente con mi dignidad de hijo de Dios redimido por la preciosa sangre de Jesucristo, o más bien entro en un relax indigno que niega mi alta condición humana?

Bien ya se puede vislumbrar:

Una sociedad sacral, sacralizada, que por tanto facilita a los hombres ese ‘sentir a Dios’, es portadora de buena felicidad y ayuda poderosamente a practicar la fe, la moral, la piedad, ayuda a ir al Cielo. Por el contrario, una sociedad no sacral, un orden de cosas desacralizado, no solo en el orden religioso sino también en el orden civil, por su ‘ausencia de Dios’ es un poderoso aliciente al desmadre del pecado original, es como si tuviéramos a todo momento a un revolucionario al lado, diciéndonos e intentándonos convencer de que Dios no existe, de que toda la fe y la moral son mentira, de que más bien debemos dejarnos arrastrar por la vorágine generalizada del vicio y las pasiones.

Sacralidad – Anti-sacralidad: that is the question

Volveremos sobre el asunto y profundizaremos en él, si Dios lo permite.

Por Saúl Castiblanco

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