viernes, 03 de mayo de 2024
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De larva a mariposa en clave de ‘procesos’, rumbo al Cielo

Entiende mejor la Historia y su historia personal, quien piensa en función de procesos.

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Foto: Sebastien Gabriel en Unplash

Redacción (20/04/2024, Gaudium Press) Un día el prof. Plinio Corrêa de Oliveira explicaba a sus discípulos cómo el pensar las cosas en “procesos”, el procurar ver los “procesos” del Orden del Universo, era algo ‘inteligentificador’ (hacía como que más inteligente al hombre), y era un camino para llegar a altos conocimientos, pues Dios mucho había creado al estilo ‘procesos’ y tener conciencia de esto era una clave para entender el Universo.

Por ejemplo, comprende mejor el sol no solo quien lo contempla cuando despunta la aurora y comienza a aparecer, sino quien al ver el sol que nace sabe que él también tendrá su zenit que quema, y luego su ocaso colorido y matizado.

Entiende también mejor el simbolismo del sol –que es una de sus principales funciones, pues todo el Universo es sobre todo símbolo de realidades más altasquien lo ve en su ‘proceso’ que quien lo contempla solo en una etapa.

El sol es símbolo de la vida del hombre, como decía un día el Dr. Plinio:

Cuando nace, el Astro-Rey es aún un tierno príncipe, que llega con sus luces puras y acristaladas a batallar cándidamente contra los rezagos de la oscuridad de la noche, como el bebé que lucha contra la acogedoras sombras del seno materno, para salir y enfrentarse al mundo, al que comienza a iluminar con su presencia. Él va camino al momento de su apogeo, el del sol canicular, símbolo de la plenitud de las condiciones vitales del ser humano, cuando este despliega con toda fuerza su actividad. Hasta que llega el ocaso, imagen de la vejez, donde los rayos ya no tienen la fuerza del mediodía, pero son más matizados, más coloridos, así como la buena vejez, cuando junto a fuerzas físicas disminuidas vienen emanaciones de espíritu más ricas, más matizadas, ponderadas y sutiles, con los múltiples colores que expresan los aprendizajes y las experiencias de toda una vida.

Procesos, procesos, o ciclos donde las potencias se convierte en actos, actos que a su vez engendran nuevas potencias, nuevas posibilidades.

Ciclos como el de la larva, que va cambiando de torpe gusano a oruga verde y pintoresca, después crisálida colgada en el aire de una rama, para luego generar una espléndida mariposa de vetas naranjas, negras y puntos blancos. Quien solo ve la larva o la crisálida, no entiende la larva, no entiende la mariposa, no atrapa ni la belleza ni el simbolismo del gusano o del macaón.

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Recuerdo que una vez estábamos hablando con un querido amigo, empresario, sobre contratación de empleados, y él me decía con ya cierta experiencia en la materia: ‘no piense tanto en las condiciones actuales del candidato, sino que busque en ellas lo que la persona puede dar, piense en su potencialidad y en si se puede ayudarlo a crecer’. Mi amigo, después de un proceso de mucho esfuerzo, es hoy un empresario exitoso, que sigue aprendiendo y sigue luchando.

La propia historia y crisis de la Cristiandad son un proceso, a lo rombo.

Llega la potentísima luz de Cristo a un mundo que se sumergía en completa oscuridad, Él reúne a doce sencillos hombres y después de algunos siglos los sucesores de estos doce conquistan el Imperio más grande que había conocido la Tierra. Es la parte ancha del rombo. Pero entonces los hombres se relajan, van abandonando la fuerza de la gracia y el Imperio que había sido cristianizado comienza a parecerse al corrupto imperio pagano que había sucumbido ante la fuerza sobrenatural del cristianismo. Llegan entonces las avasalladoras invasiones bárbaras, y cuando el rombo amenazaba desaparecer, de los radicales reductos cristianos que restaban y resistían parte nuevamente la fuerza que convierte a esos bárbaros, y de estos convertidos surge la mayor civilización de toda la Historia, la de la Europa cristiana. El Cristianismo era nuevamente dueño y señor del orden temporal. Pero con la modernidad resurgen nuevamente los gérmenes del relajamiento y la decadencia, se lisonjean y resucitan la cultura y las costumbres paganas orgullosas y sensuales que habían sido superadas, y henos aquí, más paganos que los paganos y camino a ser más bárbaros que los bárbaros. Es la parte angosta del rombo, nuevamente. Sin embargo, de firmes núcleos y sectores cristianos ya hartos de la decadencia y vivificados por la gracia, resurgirá la Cristiandad en todo su esplendor, pues así lo dijo la Virgen: “Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.

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Parece, según una prometedora escuela teológica y filosófica, que el propio conjunto de la Historia Universal debe ser visto como un proceso rumbo a que en el Universo vayan floreciendo todas las potencialidades que Dios puso en él, particularmente en el universo de los hombres. Cuando esto haya ocurrido, cuando toda posibilidad de verdadera cultura haya visto la luz, cuando todos los matices de la santidad se hayan hecho colores reales, cuando todas las piedras de la civilización y las artes hayan sido edificadas, ahí Dios da la orden de que caiga el telón, se encierre la historia e inicie solemne el Juicio Universal que fija los destinos eternos, de unos y de otros.

¿Y mi Proceso Humano? ¿Cuál es y cómo va mi proceso humano?

Cada uno tiene una potencialidad que Dios puso en su ser, que viene a ser lo mismo que su Luz Primordial, una participación de la luz divina, una maravilla. Esas potencialidades, esa Luz, son germinales y están llamadas a brillar en todo su esplendor.

El hombre inicia su caminar, en una construcción que no hace en solitario, sino que se va abriendo a otros seres, va conociendo las potencialidades de otros hombres, se va introduciendo en las más variadas situaciones. Adquiere experiencia, virtudes, a veces y con frecuencia también vicios y defectos, las unas haciendo relucir, los otros tiznando su Luz interior.

Como decía un día el Dr. Plinio, la vocación del hombre no es la de ser gerente, o la de ser empresario o la de ser rico, sino aquella que Dios le puso en su alma, que finalmente es la de ocupar los tronos que los ángeles caídos dejaron vacíos en el cielo. A este le fue destinado el trono de tal Potestad caída, que estaba llamada a reflejar la grandeza inteligente del Creador; a este otro le está destinado el trono de tal Querubín oscurecido, que estaba llamado a ser espejo perfecto de la astucia elegante de Dios. La Historia concluirá también cuando Yaveh pueda ya completar allá arriba su ‘rompecabezas celestial’, con los hombres que se hayan salvado. A eso estamos llamados.

En mi ‘proceso humano’ juegan numerosos factores, mi hereditariedad (‘los genes’), la formación que haya recibido, la acción de los ángeles –tanto buenos como malos– las decisiones de mi libre albedrío, mis actos que han creado hábitos, etc. Pero no olvidemos el factor causal que debemos hacer jugar a nuestro favor, comprado a precio de sangre carmesí por Cristo camino al Calvario, la joya de nuestro ‘proceso’: la gracia, que viene en la oración y los sacramentos.

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Foto: Arnn Giri en Unplash

Gracia, que es la que nos levanta de las caídas, que nos reconduce al camino, que nos da ánimos, gracia que también define la historia de los pueblos, que es la única capaz de convertir la larva en mariposa azul del Amazonas del cielo, o amarilla gigantesca de las praderas del Edén, y que es ya la cuota inicial para adquirir nuestra parcela, o nuestro palacio, en el Reino Celestial.

Por Saúl Castiblanco

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