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Roma (Lunes, 12-11-2012, Gaudium Press) María Luisa Properi consideraba la Fe como el mayor de los dones. Para defender ese don ella estaba dispuesta a derramar la sangre. Ella vivió de 1799 a 1847, fue abadesa benedictina del monasterio de Santa Lucia, en Trevi. Tenía la virtud de que no le gustaban las medias tintas cuando se trataba de Nuestro Señor. A este radical modo de ser, juntaba una donación completa a Dios y a los hermanos y con eso alcanzó la perfección.
150 años después de su muerte, la Iglesia reconoce la autenticidad de su vida en el seguimiento de Cristo e inscribe su nombre en la lista de los beatos.
El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato fue quien, representando al Santo Padre, presidió la beatificación de la Madre María Luisa en la tarde del sábado, 10 de noviembre, en la catedral de Santa María de la Asunción en Spoleto.
«La fe firme, sólida, ilimitada la elevaba hasta las alturas de los misterios de Dios. Parecía que ella veía con los ojos cuánto nosotros creemos por Fe. Siempre grata al Señor por este don, exhortaba continuamente a sus hermanas de hábito a apreciar la virtud de la Fe, como principio y fundamento de salvación y de beatitud», dijo el purpurado en la homilía proferida en la ocasión de la beatificación. (JS)
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