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Redacción (Viernes, 06-01-2012, Gaudium Press) El término Doctor de la Iglesia que se asocia muchas veces al de Padre, no es un simple sinónimo. Indica un grado más, pues no todos los Padres son Doctores.
Estos tienen que tener las mismas condiciones exigidas para los Padres, menos la antigüedad, pues los Doctores pertenecen a todas las edades de la Iglesia.
Originariamente, la palabra Padre designaba de una manera general, a todos aquellos que estudiaban el mensaje de Cristo.
Poco a poco pasó a ser reservada a algunos grandes espíritus cuya ciencia eminente, rigurosa ortodoxia y ejemplar santidad les conferían una autoridad admitida por todos.
La iglesia reconoció y designó como doctores a un pequeño número de hombres muy escogidos. La Iglesia bizantina venera tres Doctores: San Basilio, San Gregorio Nacianzeno y San Juan Crisóstomo.
Roma le agrega un cuarto oriental – San Atanasio. Y también cuatro occidentales: San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno. Son estos los ocho «Grandes doctores de la Iglesia».
El simple calificativo de Doctores Eclesiae fue también oficialmente concedido por la Iglesia a occidentales como San Hilario de Poitiers, San León Magno y San Isidoro de Sevilla. Y a orientales como San Atanasio, San Efrén y San Juan Crisóstomo. Más tarde también a escritores de la Época Medieval y Moderna como, por ejemplo: San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Antonio de Padua y más recientemente a Santa Teresita del Niño Jesús.
Por Inácio Almeida
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