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De la belleza participada a la Belleza Pura, Absoluta

Redacción (Lunes, 16-01-2012, Gaudium Press) La belleza por estar hondamente unida al bien y a la verdad, nos impulsa a amar lo que es bueno y verdadero. Pareciera así que el pulchrum nos proporcionara una como que facilidad peculiar para amar. El amor es fruto de la Belleza; dicho en otras palabras la percepción de la belleza nos sitúa en un estado amoroso; el afecto es un atributo no sumergido en la belleza, sino consecuencia de ésta. [1]

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Palacio do Buçaco – Portugal

Es que de hecho «la belleza es una forma de amor, es un título autónomo del amor, en cuanto hace ver la bondad o la verdad de las cosas. No hay duda de que cuando el hombre capta el ‘verum’ y el ‘bonum’ bajo el aspecto del ‘pulchrum’, le es concedida una facilidad especial de amar. Esto se debe porque la experiencia estética y la consideración del ‘pulchrum’, hacen vibrar las más profundas cuerdas del ser humano, toca las fibras del amor, como si por una ‘connaturalidad’, lo bello penetrase en él y él en lo bello, produciendo un tipo de emoción especial: un «Oh!» de encanto y entusiasmo sale del interior del alma. Viene, entonces, el arrebatamiento, el éxtasis que derrumba las barreras del egoísmo y deja la persona fuera de sí». [2]

Por otro lado esto que nos extasía tiene que tener ciertas cualidades para que realmente nos arrebate; a lo bello como trascendental del ente se le atribuirá la ‘integritas’, la ‘proportio’ y la ‘claritas’. «Para la belleza se requiere lo siguiente: primero, integridad o perfección, pues lo inacabado es feo. También se requiere la debida proporción o armonía. Por último, se precisa la claridad; de ahí que lo que tiene nitidez de color sea llamado bello.» [3] Los entes son bellos en la medida que sean y se manifiesten íntegros o perfectos, proporcionados, y llenos de claridad; por ello se desprende que la belleza es el esplendor de la forma sobre las partes proporcionadas de la materia. [4]

Belleza en la creación, reflejo de Dios

Una vez que hemos conocido qué es la belleza y la fuerza que ésta tiene para inducirnos a amar lo bueno y lo verdadero nos surge de forma impulsiva y ansiosa la duda, pero… ¡¿dónde hay cosas bellas?! Sin embargo, pensando más reflexivamente nos percatamos que el interrogante es un tanto superfluo, pues parece ser más pregunta de ciegos que de videntes… ya que es evidente que el hombre en contacto con el universo se da cuenta que en él hay seres bellos pues «¿dónde lo bello, si está privado del ser? y ¿dónde puede encontrarse el ser sin la presencia de la belleza?». [5]

1581_M_fcdf75d8b.jpgPercibimos por tanto que junto a nuestra realidad existe la belleza patente en las cosas. «Kant afirmaba que había dos cosas que arrebataban su espíritu por el encanto de su belleza: el cielo estrellado fuera de él y la ley moral en su interior». [6] De hecho cada uno de nosotros ha tenido experiencias de lo bello, en cuya contemplación nos hemos complacido.

Justamente «Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno» (Gn. 1, 31), y como bueno se asimila a bello; podríamos decir con toda libertad que Dios vio que todo cuanto había hecho era bello. Y es que en verdad esa belleza se hace patente en la obra creada del Altísimo, pues Él por ser el ‘Ipsum esse subsistens’ está presente en todas sus creaturas -que son entes por participación- comunicando su ser y su belleza. Además también Dios se manifiesta en todas las cosas como el agente que está siempre presente en todo lo que hace. Así pues teniendo Dios como esencia el propio ser, es necesario que los seres creados sean efecto de Él y que Él esté presente en todos los entes en cuanto causa. [6]

Por tanto Dios es causa de la belleza de las criaturas, pero lo es en la medida que es causa de su ser. La medida de la participación de la belleza ésta en la medida de la participación del ser. [7]

Platón, en su visión idealista del cosmos, opinara algo similar al Aquinate. El ‘Divino’ mantiene que la existencia de la Belleza en los seres materiales dependería de una comunicación existente entre el ente y aquella Belleza Absoluta, que en su libro del Banquete, la llama «divina belleza». [8] Por tanto para Platón la belleza será como un reflejo del Topo Hiper Uranós, de la absoluta perfección de la Idea Suma de Bien. Por eso el alma, delirante de belleza, asciende de la belleza participada a la belleza pura y absoluta. [9]

Por Leonel Mosquera Véliz

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Notas

1 RÍOS, E. J. Belleza y Mística en Platón. [en línea] [fecha de consulta: noviembre de 2010]. Disponible en http://www.monografias.com.

2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. «Serie de Conferencias sobre o Pulchrum», Brasil, São Paulo: s.n., 1966 e 1984.

3 S.TH. I, q. 39, a. 8. Traducción personal. «Nam ad pulchritudinem tria requiruntur. Primo quidem, integritas sive perfectio, quae enim diminuta sunt, hoc ipso turpia sunt. Et debita proportio sive consonantia. Et iterum claritas, unde quae habent colorem nitidum, pulchra esse dicuntur».

4 SAN ALBERTO MAGNO, De Pulchro, edic. Mandonnet, p. 427.

5 PLOTINO, Ennéadas. v. 8, 9

6 LOBATO OP, Abelardo. Ser y Belleza. Editorial Herder, 1965, Barcelona, p. 72.

7 Cfr. LASHERAS PRESAS, Ángel. El pulchrum como trascendental del esse en el comentario al De Devinis Nominibus y en la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino. Profesor guía. Prof. Dr. Ignacio Yarza. Tesis para optar al grado de Doctor en Filosofía (Pontificia Universitas Santæ Crucis, Facultas Philosophiæ, Romæ 2003).

8 PLATÓN. «El Banquete, o del amor», en Obras Completas. Mora, 1969, Madrid, p. 589.

9 RÍOS, E. J. Op. Cit. [en línea] Disponible en http://www.monografias.com.

 

 

 

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