sábado, 04 de mayo de 2024
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Refinados como la plata

Redacción (Lunes, 22-10-202, Gaudium Press) Uno de los deberes de nuestro día a día consiste en la recitación del Oficio Divino [1] [ndr.: El autor, de los Heraldos del Evangelio, enuncia una de las obligaciones de los miembros de su comunidad]. Éste, en la mayoría compuesto por salmos, nos hace meditar en realidades que están más allá de nuestro cotidiano. Por ejemplo, el famoso pasaje del profeta Malaquías -por otra parte, presente en las obras de Haendel, en una parte del bellísimo oratorio «El Mesías»-: «Purificará a los hijos de Levi y los refinará, como se refinan el oro y la plata» (Malaquías 1,3).

6.jpgSin duda ese trecho puede ser aplicado a nuestras vidas. Para que los lectores lo entiendan mejor, nuestro equipo de redacción visitó un orfebre, a fin de asistir a una purificación de plata.

Primeramente él tomó una pepita de plata y, con muchos golpes, la rompió al medio, para ver el centro, si fuese blanco y lechoso sería buena señal; si fuese gris, la plata no estaría pura.

En seguida colocó los pedazos de la plata en el molde incandescente, (calentada por uno de nuestros diáconos que acompañaba al equipo) donde permanecen hasta derretirse. En ese momento ocurrió algo curioso: uno de los nuestros hizo una pregunta al orfebre, pero este no respondió. El heraldo insistía, pero él decía:

– Ahora no.

Cuando contemplábamos la plata transformada en un líquido incandescente, del cual salían llamas verdes, el orfebre dio vuelta a la fuente y dijo:

– Debo mantener los ojos fijos en ella hasta tornarse limpia como un espejo, al punto de verme reflejado, pues si la plata fuese dejada un instante más, sería destruida».

Después de sumergir la pepita en un ácido, la retiró, entregándola en nuestras manos.

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Diversas pepitas de metales preciosos

En un silencio respetuoso, los que allí estaban, se imaginaban pasando por la purificación. Con todo, el orfebre tomó la pepita y comenzó a golpear en ella una, dos, cinco veces; comentando en seguida: «Si se rompiera en las primeras cuatro, tendría que volver al fuego». Continuó golpeando hasta romperla al medio. Tomándola inspeccionó su contenido, diciendo:

– Es realmente buena, blanca y lechosa.

Todos seremos probados como la plata. Para esto, es indispensable el fuego.

Entretanto, al sentir el calor de las llamas, tengamos esta certeza: Dios, muy al contrario de abandonarnos, no deja de mirarnos, pues: «si la plata fuese dejada un instante más, sería destruida». Él quiere ver su propia fisionomía reflejada en nosotros: ¡Christianus alter Christus!

Después de un último sacrificio, seremos quebrados nuevamente. Solo entonces estaremos listos para ser moldeados al gusto del Orfebre y para transformarnos en una obra pura y bella. Pero recordemos: es indispensable pasar por el fuego de la prueba, y, si una vez no es suficiente, tal vez solo en la tercera o en la cuarta estaremos listos.

Por Alcides Gutierres

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[1] También conocido como Liturgia de las horas, en el lenguaje antiguo como Breviario.

 

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