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Un buen amigo vale más que la honra…

Redacción (Lunes, 23-12-2013, Gaudium Press) Muchos de los testimonios de su época resaltan cómo Santo Tomás practicó eximiamente la virtud de la amistad. En la Suma Teológica él no dudó en afirmar que un buen amigo «vale más que la honra, y ser amado es mejor que ser honrado».[1] En ese sentido, es digno de nota recordar el gran afecto que él manifestaba a Fray Reginaldo de Piperno, su secretario privado.

1.jpgAl escribir el Compendio de Teología, en un gesto de profunda amistad, Santo Tomás dedicó esa obra a su devotado compañero de trabajo: el «hijo queridísimo Reginaldo».[2]

Otro ejemplo de amistad que perduró a lo largo de toda la vida fue aquella entre Santo Tomás y San Buenaventura. Tenían prácticamente la misma edad y recibieron juntos el título de ‘Magister’, en la Universidad de París. Chesterton los caracterizaba como «discordantes amigos»,[3] pues, aunque luchasen a favor de la misma Verdad, muchas veces presentaron puntos de vista diferentes, sin, entretanto, olvidar las reglas de la caridad.

Dios los quiso juntos tanto en la tierra como en el Cielo, pues ambos partieron para la eternidad en el año 1274. Dante, en su obra La divina comedia, al describir el Paraíso, presenta a Santo Tomás alabando las glorias de San Francisco, y San Buenaventura, a su vez, en un gesto de santa retribución, exaltando las virtudes de Santo Domingo.

Un hecho que atestigua la mutua estima entre esos dos santos se dio cuando el Angélico fue al convento de los franciscanos, a fin de hacer una visita a su amigo San Buenaventura. Como de costumbre, Santo Tomás entró directamente en la celda del fraile y lo encontró sentado, absorto en la tarea de escribir una biografía de su fundador, San Francisco de Asís.

Santo Tomás contempló por algún tiempo la edificante escena y, en una manifestación de profunda delicadeza, se retiró silenciosamente a fin de no interrumpirlo. Uno de los frailes quiso alertar a San Buenaventura sobre la presencia de su amigo Tomás, mas este no permitió. Y, mientras se retiraba, el Angélico comentó: «Dejemos que un santo escriba la vida de otro santo…»[4]

Por el Diác. Inácio de Araújo Almeida
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[1] Summa Theologiae, II-II, q. 74, a. 2.
[2] Compendium Theologiae, I, cap. I.
[3] Chesterton, G.K. Op. Cit., p. 109.
[4] Spiazzi, Raimondo. San Tommaso D’Aquino. Biografia Documentata di un uomo buono, inteligente, veramente grande. Bologna: ESD, 1995, p. 96.

 

 

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