sábado, 18 de mayo de 2024
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Dulce consuelo en el desamparo

Redacción (Martes, 11-02-2014, Gaudium Press) Lo invito por algunos momentos, querido lector, a abstraernos del ambiente que nos circunda e ir juntos a acompañar a un viajero perdido en la noche en el desierto.

1.jpgLejos de cualquier penumbra de luz eléctrica o natural, sigue él afanosamente el camino indicado por la brújula. Ya sin alimento, la única reserva que posee en su cantimplora es un trago de agua caliente, que el Sol no ignoró durante el día. ¡Hasta el puntero de su reloj paró de funcionar! Y cuanto más él obedece al rumbo marcado por la aguja, más le parece que aquel instrumento está sin rumbo.

Sumido en la oscuridad triste y amenazadora, ¿qué no temer? Nuestro viajero para por un instante, buscando cobrar aliento y no perder la calma.

De súbito, el viento sopla, las nubes se abren y surge la Luna, reina de la noche. El alma inquieta del viajero se sosiega y su espíritu recobra la tranquilidad, pues el espolvorear de la luz de la luna hace claro el camino y le da seguridad.

* * *

Dulce consuelo en la desolación de la noche fue ese bello astro, alabado sin cesar por los poetas y adorado por muchos pueblos de la Antigüedad. Sin embargo, entre tantas predilecciones, nada lo enaltece más que simbolizar la Virgen Santísima, hermosa como la Luna, que guía a los peregrinos en este valle de lágrimas rumbo al Sol de Justicia que la ilumina.

Precediendo a Nuestro Señor Jesucristo, quiso el Padre que otra luz prenunciase el día de la salvación. Y así como la claridad de la Luna prepara los ojos de los hombres para poder mirar el fulgor del Sol, surgió María, en la noche de los tiempos, rasgando las tinieblas del pecado y anunciando el resplandor de la gracia que en breve iba reinar en medio de nosotros.

Madre del Verbo Divino y Madre nuestra, Ella nos acompaña siempre, tanto en los momentos de radiante felicidad, como en las ocasiones en que aparentemente la luz nos abandonó. Y aunque el cielo se presente cubierto por negras nubes, anunciando pruebas y desastres, esta buenísima Madre no deja de permanecer a nuestro lado, afable, indulgente y serena, perpetuamente propensa a ayudarnos.

2.jpgSepamos vivir a la búsqueda de esa claridad que torna dulces los recorridos más áridos. En las noches oscuras, jamás nos permitamos un sentimiento de desconfianza hacia Ella, sino vivamos, al contrario, en busca de esa luz anunciadora del Sol rutilante que luego va nacer. Y sepamos a Ella recurrir, diciendo:

«Oh mi Madre, Medianera de todas las gracias, en vuestra luz veremos la luz. Madre, antes quedar ciego que dejar de ver vuestra luz, porque verla es vivir. En su claridad contemplaremos todas las luces; y sin ella ninguna luz refulge. No consideraré vida los momentos en que ella no brille; y yo, de la vida, no querré tener más nada que la mente bañada por esa luz.

«¡Oh luz!, yo os seguiré cueste lo que cueste: por los valles, montes, desiertos, e islas; por las torturas, por los abandonos y olvidos; por las persecuciones y tentaciones, por los infortunios, por las alegrías y triunfos. Yo os seguiré de tal manera que, incluso en el fausto de la gloria, no me incomodaré con ella, porque solo me preocuparé con vosotros.

«¡Yo os vi, y hasta el Cielo no desearé otra cosa, porque, una vez, os contemplé!». 1

Por Fahima Spielmann

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1CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Na vossa Luz veremos a luz. In: Dr. Plinio. São Paulo, Ano VII, N.80 (Nov. 2004); p.36.
Revista Arautos do Evangelho n.137. mayo 2013.

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