sábado, 18 de mayo de 2024
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¡Oh sol, sin ti las cosas no serían sino lo que ellas son!

Redacción (Viernes, 20-09-2013, Gaudium Press) De modo suave y tranquilizante, los toques de la campana nos llaman de nuestro reposo [ndr.: quien escribe es un joven religioso], y con agilidad, nos alistamos para comenzar la labor del día. Nos despertamos somnolientos, con los ojos mal acostumbrados a la claridad ya reinante. Y, cuando menos esperamos, nos vemos de frente con el gran astro-rey: el sol. ¡Y aquel muro feo y quebrado, indicando que precisa de una reforma, parece a nosotros una fortaleza inexpugnable, iluminada por los bellos rayos solares! ¡Aquel campo mal cuidado, lleno de «dinosaurios» en miniatura, cubierto apenas de tufos de gramas con apariencia de hierbas dañinas, ahora es como un lindo jardín de Versalles, cubierto de un manto verde y celestial, mojado no con rocío, sino incrustado con relucientes piedras preciosas!

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Transformar algo, que de sí es feo e inútil, en algo magnifico y transcendente es ser un instrumento de Dios, modelando todo de acuerdo con la Belleza.

Pero, es cuando el sol se pone que entonces emana sus mejores rayos. Cuando nuestro gigante se prepara para terminar su trabajo es que mejor va embellecer lo que se pone a sus «pies». De hecho, tiñendo todo cielo azul de una multitud de colores, dando a las nubes un carácter todo alegre y transformándose en una intensa y sobria bola de fuego, da a todo un bosque una vida impresionante, se muestra mejor en su benevolencia.

¡Ah! ¡Cuán alegres deberían quedar las pequeñas plantas ganando un colorido todo especial! ¡Cuán alegres estarían los pequeños animales al verse en medio de una feria de maravillas! ¡Cuán alegres quedamos nosotros al ver tantas maravillas, pudiendo, así, remitir siempre a aquel que posee toda la belleza, o mejor, que es la propia Belleza!

¡Oh! ¡Cómo Dios es la Bondad! ¡Nos dio, el sol para simbolizar su gran magnificencia, su gran deseo de calentar y confortar a los que se abrigan con sus rayos!

¡Oh! ¡Cómo Dios es la Belleza! ¡Con el sol nos puede mostrar su delicadeza de embellecer a cada criatura, por menor y frágil que sea sin perder nada en su fulgor original!

¡Oh! ¡Cómo Dios es la Verdad! ¡Sin Él las cosas no son! ¡Y con Él todo pasa a existir y asemejarse a Él!

Así, podemos sacar una lección de esa gran obra de Dios: si Él es Bondad, ¿por qué no ser bueno con nuestros hermanos en la Fe, calentando en el fuego del amor fraterno los corazones helados por la insensibilidad y falta de entusiasmo?

Si Dios es Belleza, ¿por qué no nos limitamos a comentar lo que hay de bello en nuestros compañeros, viéndolos por el prisma de la admiración, olvidando los defectos y adornando así la convivencia?

¿Por qué no dejamos las riñas y peleas de lado, buscando la única verdad: ser santos, asemejándonos a la Verdad?

Si seguimos esos principios, seremos cuales nuevos soles, verdaderos haces de luz, que iluminen y diseminen bondad, belleza y verdad! ¡Transformando todo lo que nos toca en piedras magníficas para presentar a Dios y a su Madre, que están en los cielos!

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Imaginemos nosotros que a una planta pequeña, fea y raquítica, Dios concediese inteligencia. ¿Qué consideraciones ella haría?

«¡Ay, ay! ¡Como soy chica y horrible! ¡No soy una bella flor, para atraer la atención de los otros por mi apariencia, ni tampoco soy un gigante árbol para aliviar a los que vienen a pasear en mi sombra! ¡No tengo solución! ¡Voy a quedar en el olvido y mi vida pasará sin poder hacer un bien a quienquiera que sea!»

¿Será que la plantita estaría en lo correcto?

Pero ella podría agregar: «Entretanto, hay algo que me puede hacer más de lo que soy. Hay alguien, que, iluminándome con sus rayos, puede agregarme algo que no tengo. ¡Ese es el sol! Con él, mis pequeñas hojas translucirán, yo misma cambiaré de aspecto. ¡Oh sol! ¡Yo os esperaré en las noches más oscuras, yo os esperaré en las lluvias más densas, yo os esperaré después de los tifones más violentos! ¡Pues sé que un día apareceréis por atrás de las nubes y me cambiaréis para asemejarme a vos! ¡Suceda lo que suceda, confiaré!»

¿Y nosotros? ¿Estamos en situación diferente? Somos pecadores, nuestra alma se perdió muchas veces por los caminos parduscos de la impiedad. ¡Pero hay algo que puede tornarnos tan bellos, al punto de dejarnos dignos del propio Dios! «¡Oh Gracia, sin ti las cosas no serían sino lo que ellas son!» ¡Ese es el sol de nuestra alma! Pueden venir tormentas de desolación, tempestades de pruebas; pueden venir noches que no acaban más, nubes que tapen completamente la visión, que yo confiaré! ¡Pues algún día, Nuestra Madre, apareciendo por detrás de las brumas de la incertidumbre, enviará una gracia a todos aquellos que confiaron, con una confianza sin límites! Y, cuando ese día llegue, aquel que confió puede al fin decir: «¡oh Historia! ¿Cuántos héroes vos visteis? Ved ahora un hijo de María Santísima que se tornó «lo que no sería si no fuese bañado por la milagrosa luz de la Gracia».

Por Guilherme Cueva Segura da Silva

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