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Riqueza de aspectos de la Celebración Eucarística – II

Redacción (Jueves, 12-09-2013, Gaudium Press)

Microcosmos organizado de forma a elevar el espíritu

El espacio en que la Celebración Eucarística se desarrolla está ordenado de modo a facilitar esa unión de la comunidad en Cristo.

1.jpgAl cruzar los umbrales del templo, la persona es envuelta por un ambiente que busca sacarla de la rutina cotidiana y hacerla sentir en la antesala del Paraíso. Ella entra a un recinto sagrado, aislado tanto cuanto posible de las banalidades del mundo exterior, en un microcosmos organizado de forma a elevar el espíritu a los misterios que serán celebrados. 10

Pero, al mismo tiempo en que los límites entre el interior y el exterior son categóricamente definidos y separados, en sentido opuesto, la frontera entre el mundo físico y el espiritual se torna más tenue e incierta. Porque la propia estructura arquitectónica de un templo, independiente de su valor histórico o artístico, está destinada a poner el espíritu de cara a la grandeza de lo divino.

Así, el lugar santo debe estar en perfecta armonía con las palabras, gestos y actos litúrgicos que componen la acción sagrada por excelencia. La decoración, las vestimentas, los vasos sagrados pueden ser ricos o simples, pero siempre dignos y adecuados a la elevada función a la cual se destinan.

Agua, fuego, incienso

De entre los elementos cósmicos usados en la Liturgia, tal vez sea el fuego el más rico en significado.

Él representa para el cristiano la acción transformante del Espíritu Santo, así como el amor o fervor interior. Lenguas de fuego posaron sobre María y los Apóstoles en el día de Pentecostés (cf. At 2, 3). Una lámpara de aceite se consume delante del Santísimo, en perenne adoración. Y velas arden en el altar durante la Misa. En el Sábado Santo, en la bendición del fuego nuevo, el más espiritual de los cuatro elementos como que renace junto con Cristo Resucitado, la Luz del Mundo, el Sol que nunca se pone. El Cirio Pascual representa a nuestro Redentor y todas las otras velas reciben de él su llama.

El agua, a su vez, en oposición al fuego, tiene propiedades purificadoras y regeneradoras, y por eso el celebrante la usa para limpiar las manos antes de iniciar la Oración Eucarística. Fuente de vida en el mundo material, es ese también su simbolismo en el Sacramento del Bautismo. Una pequeña cantidad de agua es mezclada con el vino, representando la parte humana del sacrificio, la sangre y la linfa que escurrieron del lado de Cristo, la unión entre Cristo y la Iglesia. 11

Ligado al fuego está, a su vez, el incienso. El humo perfumado que se desvanece simboliza la oración y es señal de honra para con las cosas y personas sagradas. Él es usado en momentos clave: el inicio de la Celebración, el anuncio del Evangelio, el Ofertorio y la Elevación de la hostia y del cáliz después de la Consagración.

Gestos y silencio

En el ‘Ars celebrandi’, tienen papel preeminente también los gestos del celebrante, reforzando poderosamente las palabras por él pronunciadas.

Durante la Oración Eucarística, el sacerdote extiende las manos, palmas para abajo, como una señal de la invocación del Espíritu Santo.

Al abrir los brazos, él simboliza a Cristo clavado en la Cruz. Sus manos erguidas indican que su oración está dirigida a Dios por el pueblo. Cuando él junta las manos y se inclina, denota la humildad de Cristo. En la Liturgia, así como las palabras tienen la fuerza de las propias palabras de Cristo, los gestos son los gestos de Él.

El silencio en la Liturgia no es un interludio mudo y vacío, sino es connatural con la oración, la contemplación y la apertura para lo sobrenatural. Un período de silencio marca un momento de grandeza y solemnidad, conforme demostrado en la narración de la Liturgia celestial del Apocalipsis: «Y cuando el Cordero abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el Cielo por casi media hora» (Ap 8, 1).

En el sagrado contexto de la Liturgia, esos aspectos simbólicos ganan en vida y significado. «Una vez iluminadas las inteligencias y encendidos los corazones, las señales ‘hablan'». 12

Ascensión gradual del alma rumbo a la unión con Dios

Ahora, no es solo en los ritos y gestos aislados que encontramos la dimensión simbólica de la Celebración Eucarística. Ella se revela también en su propia estructura, que los unifica en un vibrante contexto.

Los pasos cadenciados y solemnes de la procesión de entrada en dirección al presbiterio simbolizan la corte de la Iglesia en la tierra hacia la Jerusalén celestial. 13 El desarrollo de la celebración retrata la ascensión gradual del alma rumbo a la unión con Dios. El rito penitencial corresponde al estado purgativo de la vida espiritual, durante el cual el alma se purifica de sus defectos; la Celebración de la Palabra, al iluminativo; e, finalmente, el estado de la perfecta unión, la presencia real. 14

«La Liturgia tiene una ligación intrínseca con la belleza»

Por la Liturgia, como vimos, Cristo continúa en la iglesia, con ella y por ella, su función sacerdotal. De ese modo, «la belleza de una Celebración Eucarística no depende esencialmente de la belleza de la arquitectura, de las imágenes, de los ornatos, de los cánticos, de las sagradas vestiduras, de la coreografía y de los colores, sino antes de todo de la capacidad de revelar el gesto de amor practicado por Jesús. Por medio de los gestos, de las palabras y de las oraciones de la Liturgia debemos reproducir y hacer trasparecer los gestos, oraciones y palabras del Señor Jesús». 15

Entretanto, siendo él «el más bello de los hijos de los hombres» y la Belleza en esencia en cuanto Dios, la Liturgia está inseparablemente vinculada a la belleza, como clarísimamente enseña el Papa Emérito Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica post-sinodal ‘Sacramentum Caritatis’:

«La relación entre misterio creído y misterio celebrado se manifiesta, de modo peculiar, en el valor teológico y litúrgico de la belleza. De hecho, la Liturgia, como también la revelación cristiana, tiene una ligación intrínseca con la belleza: es esplendor de la verdad (veritatis splendor). En la Liturgia, brilla el misterio pascual, por el cual el propio Cristo nos atrae a sí y llama a la comunión. […]

«La verdadera belleza es el amor de Dios que nos fue definitivamente revelado en el misterio pascual. La belleza de la Liturgia pertenece a este misterio; es expresión excelsa de la gloria de Dios y, de cierta forma, constituye el Cielo que desciende a la Tierra. El memorial del sacrificio redentor trae en sí mismo los trazos de aquella belleza de Jesús testimoniada por Pedro, Santiago y Juan, cuando el Maestro, a camino de Jerusalén, quiso trasfigurarse delante de ellos (cfr. Mc 9, 2-7). Concluyendo, la belleza no es un factor decorativo de la acción litúrgica, sino su elemento constitutivo, en cuanto atributo del propio Dios y de su revelación. Todo esto nos ha de tornar conscientes de la atención que se debe prestar a la acción litúrgica para que brille según su propia naturaleza». 16

El poder de atracción de la belleza

La belleza tiene una capacidad única de atraer el espíritu humano, mucho más de que las ideas o las doctrinas. Y la Celebración Eucarística, en su resplandeciente conjugación de estímulos visuales, sonoros y olfativos, es un eficaz instrumento para conducir a la belleza suprema de Dios.

Ella crea un terreno fértil para implicar a la persona entera, «espíritu y corazón, inteligencia y razón, capacidad creativa e imaginación». La vía de la belleza abre horizontes infinitos que impelen al ser humano a «abrirse al Trascendente y al Misterio, a desear, como fin último de su deseo de felicidad y de su nostalgia de absoluto, esa Belleza original que es el propio Dios». 17

La importancia de la belleza en Liturgia, en cuanto poderoso factor de conducir a las almas a la belleza suprema de Dios, puede ser fácilmente notada en el empeño de los Pontífices en que se tenga el máximo de cuidado en la celebración de los actos litúrgicos: «Sin duda, la belleza de los ritos nunca será bastante procurada, ni suficientemente cuidada ni bastante elaborada, porque nada es demasiado bello para Dios, que es la Belleza infinita. Nuestras liturgias terrestres no podrán ser sino un pálido reflejo de la liturgia que se celebra en la Jerusalén del Cielo, punto de llegada de nuestra peregrinación en la Tierra. ¡Puedan, por tanto, nuestras celebraciones aproximarse lo más posible de ella, permitiéndonos antegozarla»! 18

Importancia del esplendor y perfección de los ritos en el mundo de hoy

Aunque sometidas a alteraciones en cuanto la forma a lo largo de los siglos, las celebraciones litúrgicas, en especial la de la Eucaristía, constituyen el centro de la experiencia de lo trascendente. Incluso sin considerar los efectos sobrenaturales producidos por su carácter sacramental, la belleza, el simbolismo y la estructura del culto divino le otorgan un papel fundamental en la experiencia humana, saciando el ansia del alma por la verdad y por el bien.

Ahora, en esta época de pragmatismo, mecanización y globalización, el esplendor y la perfección en la realización de los ritos litúrgicos adquieren una importancia cada vez mayor. En ellos el hombre contemporáneo encuentra como que un oasis de ‘verum’, ‘bonum’ y ‘pulchrum’ en un mundo tan desprovisto de belleza. En la Liturgia de la Santa Iglesia, además de las gracias necesarias al progreso del alma en la virtud, el espíritu humano encuentra incomparable alimento para su innato deseo de Absoluto, porque en el centro de la belleza y misticismo a-temporales de la Liturgia, dándole estructura y sentido, se encuentra la Belleza Eterna, Divina e Infinita. El propio Dios.

Por la Hermana Monica Erin MacDonald, EP

10 Cf. PASTRO, Cláudio. O Deus da beleza: a educação através da beleza. São Paulo: Paulinas, 2008, p.69.
11 GARRIDO BONAÑO, OSB, Manuel. Curso de Liturgia Romana. Madrid: BAC, 1961, p.326327.
12 JOÃO PAULO II. Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, n.14.
13 Cf. ELLIOT, Peter. Guía práctica de la liturgia. 4.ed. Pamplona: EUNSA, 2004, p.72.
14 Cf. ARBOLEDA MORA, Carlos. Los alcances de la fe en la posmodernidad. In: Revista Lasallista de Investigación. Corporación Universitaria Lasallista – Colombia. v.V. N.2 (jul.dez., 2008); p.140.
15 MARINI, Piero. Liturgia e Bellezza – Nobilis Pulchritudo. Cidade do Vaticano: LEC, 2005, p.79.
16 BENTO XVI. Sacramentum caritatis, n.35.
17 PONTIFÍCIO CONSELHO PARA A CULTURA. A «Via pulchritudinis». Documento final da Assembleia Plenária, 2006, II.3.
18 BENTO XVI. Homilia na celebração das vésperas na Catedral de Notre Dame. Paris, 12/9/2008.

 

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