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Fátima: una devoción divinamente adecuada para nuestra época

Redacción (Miércoles, 15-05-2013, Gaudium Press) Un acontecimiento sobrenatural, todo él envuelto de elocuente significado fue sin duda la serie de apariciones de Nuestra Señora en Fátima, al inicio del s. XX . Transcurrido casi un siglo, ¿qué pensar del mensaje de la Madre de Dios? ¿Dice respecto al pasado, simplemente, o conserva todavía poder de proyección en el futuro? En otras palabras, el ciclo de los acontecimientos relacionados con Fátima finalizó o todavía debemos esperar algo más?

Fátima fue un acontecimiento que marcó indudablemente la historia de la humanidad. Según Su Santidad Juan Pablo II, se trató de un extraordinario mensaje que, a partir de Fátima, comenzó a resonar por todo el mundo, desde el día 13 de Mayo de 1917, y que se prolongó durante cinco meses, hasta el día 13 de Octubre del mismo año. Y fue un mensaje que la Iglesia aceptó, «sobre todo, porque este mensaje contiene una verdad y un llamado que, en su contenido fundamental, son la verdad y el llamado del propio Evangelio.» (Juan Pablo II. Homilía. 13 de mayo de 1982). El Sumo Pontífice resaltó aquí de modo eminente la importancia de ese apelo marial al punto de compararlo al Evangelio.

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Dar importancia al mensaje de Fátima fue una constante en los últimos Pontífices Romanos. Es imposible no ver una especial relación de los sucesores de San Pedro con Nuestra Señora de Fátima.

Cuando todavía no eran frecuentes los viajes apostólicos, el Papa Pablo VI se sintió llamado a ir en peregrinación a aquel ‘Santuario bendito’, en la ocasión en que se celebraba el cincuentenario de las apariciones de Fátima y se conmemoraba el vigésimo quinto aniversario de la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María por el Papa Pío XII, para atender al pedido hecho por la Madre de Dios.

Así, en aquel memorable 13 de mayo de 1967, Pablo VI al dirigirse a la multitud de peregrinos de Fátima manifestaba sus sentimientos filiales para con la Madre de la Iglesia: «Tan grande es Nuestro deseo de honrar a la Santísima Virgen María, Madre de Cristo y, por eso, Madre de Dios y Madre nuestra, tan grande es Nuestra confianza en su benevolencia hacia la Santa Iglesia y hacia Nuestra misión apostólica, tan grande es Nuestra necesidad de su intercesión junto a Cristo, su divino Hijo, que vinimos, peregrino humilde y confiado a este santuario bendito.» (Pablo VI, Homilía. 13 de mayo de 1967)

¿Qué llevaba al Augusto peregrino a arrodillarse devotamente delante del alba imagen de la Señora de Fátima? Pedía por la Iglesia, «por su paz interior», para que no hubiese «aquiescencia a las formas negativas de la mentalidad profana y de las costumbres mundanas» (Pablo VI, ídem).

El Papa veía que el secularismo ganaba terreno en el mundo y, por eso, rezaba «a fin de que el culto de Dios hoy y siempre conserve su prioridad en el mundo, y su ley dé forma a la consciencia y las costumbres del hombre moderno (ídem).
Además de la paz en la Iglesia, Pablo VI pidió también la paz entre los hombres a la Virgen de Fátima, la Reina de la Paz, pues, «El mundo no es feliz ni está tranquilo. La primera causa de esta su inquietud es la dificultad que encuentra en establecer la concordia, en conseguir la paz» (Pablo VI, ídem).

Al concluir sus palabras Pablo VI consideraba el cuadro del mundo y de sus destinos, que él veía «inmenso y dramático». Y agregaba: «Es el cuadro que Nuestra Señora abre a los ojos, el cuadro que contemplamos con los ojos aterrorizados, pero siempre confiados; el cuadro al cual nos aproximaremos siempre -así lo prometemos- siguiendo la amonestación que la propia Nuestra Señora nos dio: la de la oración y la penitencia.» (ídem)

El Papa Juan Pablo II no poseía diferentes motivaciones de las de Pablo VI y al santuario Mariano se dirigió tres veces durante su pontificado. Y en esas ocasiones, nos dio importantes enseñanzas, corroborando la importancia del mensaje de Fátima. El 13 de mayo del año 1982, exactamente un año después del atentado a la vida del Papa, que se diera, en la Plaza de San Pedro, resaltó que

«el mensaje de Fátima, en su núcleo fundamental, es el llamado a la conversión y a la penitencia, como en el Evangelio. Este llamado fue hecho en los inicios del siglo XX y, por tanto, fue dirigido, de un modo particular a este mismo siglo. La Señora del mensaje parecía leer, con una perspicacia especial, las ‘señales de los tiempos’, las señales de nuestro tiempo. (…) El apelo a la penitencia es un apelo maternal; y, al mismo tiempo, es enérgico y hecho con decisión. La caridad que ‘se congratula con la verdad’ (1Cor 13, 6) sabe ser clara y firme. El llamado a la penitencia, como siempre va unido al llamado a la oración. En conformidad con la tradición de muchos siglos, la Señora del mensaje de Fátima indica el rosario, que bien se puede definir «la oración de María»: la oración en la cual Ella se siente particularmente unida con nosotros. Ella misma reza con nosotros. Con esta oración del rosario se abarcan los problemas de la Iglesia, de la Sede de Pedro, los problemas del mundo entero. Más allá de esto, se recuerdan los pecadores, para que se conviertan y se salven, y las almas del Purgatorio. (Juan Pablo II. Op. Cit. 1982)

Y de hecho, hemos visto el insondable amor materno de Ella hacia sus hijos. La Santísima Virgen manifiesta su cariño especial a todos aquellos que atienden sus pedidos. Y la prueba del valor de esa devoción es la transformación de los pastorcitos. Ella obró eficazmente la santificación de Jacinta, Francisco y Lucia, los tres videntes privilegiados a los cuales Nuestra Señora apareció. Prometía Ella a los tres pastorcitos la Paz a todos aquellos que rezasen el rosario. Ella no quiere otra cosa sino nuestro bien, nuestra santificación y salvar a toda la humanidad.

El mensaje de Nuestra Señora fue confirmado por uno de los mayores y más retumbantes milagros de la historia: El Sol, nada más nada menos «bailó» en el cielo, delante de 70 mil personas, aproximadamente. De hecho, un milagro de carácter vetero-testamentario, se dio en pleno siglo XX, hace menos de cien años, en la última de las seis apariciones de Nuestra Señora. Ese hecho es incontestable. Y como es imposible negarlo muchos intentan ignorarlo, o lanzar la confusión y la duda en las almas.

Mas es inútil, Fátima continúa incomodando la consciencia del hombre contemporáneo, con sus maternos apelos: «No ofendan más a Dios Nuestro Señor que ya está muy ofendido» (Memorias de la Hermana Lucia, sexta aparición). El milagro del Sol es la irrupción de lo sobrenatural en un mundo materialista, adorador de la técnica y del dinero y que dio las espaldas a Dios.

2.jpgTranscurridos casi 100 años de las apariciones, el Papa Francisco, en este inicio de pontificado, también él se vuelve a Fátima e implora la protección de la Señora del Rosario, y en la peregrinación del 13 de mayo, a su pedido, el Patriarca de Lisboa, Cardenal José Policarpo, consagró el pontificado de Su Santidad Francisco a Nuestra Señora de Fátima. Se confirma una vez más la íntima ligación del Mensaje de Fátima con el Santo Padre. Así, ganan nuevo colorido las palabras del Papa Benedicto XVI, en su peregrinación al Santuario, en 2010: «Se ilusionaría quien pensase que la misión profética de Fátima esté concluida» (Benedicto XVI, Homilía, 13 de mayo de 2010).

¿A qué se quería referir el Santo Padre con estas palabras? ¿Al hecho incontestable de que el Mensaje de Fátima no pierde actualidad con el transcurso del tiempo? Antes, al contrario, él se torna cada vez más actual, de cara a los problemas del mundo de hoy, de este s. XXI que avanza velozmente, pareciendo querer sobrepasar los ritmos serenos del calendario…

¿Querría el Papa hacer mención a algún aspecto aún no conocido o manifestado del Mensaje de Fátima? Hay un pormenor de las revelaciones de Nuestra Señora poco comentado, sobre el cual sobrevuela una incógnita. La Señora del Rosario prometió volver una séptima vez a la Cova de la Iria. En la primera aparición dijo Ella a Lucia: «Vine para pediros que vengáis aquí seis meses seguidos, en el día 13 a esta misma hora. Después os diré quien soy y lo que quiero. Después volveré aquí una séptima vez» (Memorias de la Hermana Lucia, primera aparición).

Inútil especular o levantar hipótesis sobre una manifestación marial que todavía no hubo o sobre la cual no hay datos publicados. Solo se puede concluir, muy simplemente, que las apariciones de Fátima no están concluidas… Motivo de esperanza que las palabras de Benedicto XVI, en Fátima, dejan entrever: «Puedan los siete años que nos separan del centenario de las apariciones apresurar el anunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María para gloria de la Santísima Trinidad» (Benedicto XVI, Homilía, 13 de mayo de 2010).

Por José Antônio Dominguez

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