Redacción (Jueves, 27-12-2018, Gaudium Press)Reproducimos a continuación trechos de la Conferencia dictada por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, el 20 de diciembre de 1965:
Influjos de la gracia y del demonio en el subconsciente
Tengo aquí una ficha sacada de las visiones de Catalina Emmerich1, que trata de los efectos de la venida próxima de Nuestro Señor sobre toda la naturaleza. Pero la palabra «naturaleza» es tomada no sólo en el sentido de los reinos mineral, vegetal y animal, sino también y sobre todo del hombre, quiere decir, de toda la Creación.
Entonces, Ana Catalina muestra que en las vísperas y con el nacimiento de Jesús hubo una transformación, un movimiento profundo en las almas y en la materia.
Y esto es expresado de un modo muy bonito con estas palabras de ella misma.
Todos los corazones piadosos, que estaban afligidos con un santo deseo, palpitan sin querer ni saber, en presencia de la Redención.
Son estos movimientos profundos que hay en las almas buenas, cuando alguna cosa grande se aproxima; ellas se sienten tocadas a fondo para todo cuanto es bien, sin saber por qué.
Todo está en movimiento. Los pecadores sienten tristeza, ternura, arrepentimiento y esperanza. Los que no quieren arrepentirse, los pecadores empedernidos, los enemigos, los que han de crucificar al Salvador sienten angustia, inquietud y confusión, cuya causa no comprenden, mas perciben un movimiento indescriptible en el tiempo, cuya plenitud se aproxima.
Doy mucho valor a descripciones de esta naturaleza, porque muestran mucho los influjos profundos de la gracia y también del demonio en el subconsciente de las personas. Pero tocando en lo que la personalidad tiene de más interno y presentando todo el papel del subconsciente en los grandes movimientos de la Historia.
Movimiento de los buenos, de los malos y de la naturaleza
Esta plenitud y la felicidad que trae consigo están en el corazón puro, humilde y humano de María, que ora en presencia del Salvador del mundo que en Ella se hizo Hombre y que, como Luz hecha carne, vendrá dentro de poco a esta vida, a sus dominios, donde los suyos no lo conocieron.
¿Por qué hay hombres que buscan y no encuentran? Aquí ellos deberían ver que el bien produce siempre el bien, y el mal produce mal, cuando no es destruido por el arrepentimiento y por la Sangre de Cristo.
Así como los santos y los que viven piadosamente, y las pobres almas del Purgatorio están en constante relación entre sí, trabajando juntamente, ayudándose y comunicándose mutuamente los medios de salvación y santificación, así veo esto mismo en toda la naturaleza. Entonces hay tres movimientos: uno de todos los malos, otro de todos los buenos, y el tercero, de la naturaleza.
Estos tres movimientos son del orden de la Creación y, digamos, representan una lucha de unos con los otros, y son hechos fundamentales de la Historia del mundo.
Es inexplicable lo que veo, el que es simple y sigue a Jesús lo recibe gratuitamente. Esta es la gracia admirable de este tiempo para siempre. En estos días el demonio está encadenado, se arrastra y tiembla. Por esto aborrezco a los animales que se arrastran por la tierra.
¡Vean qué conclusión interesante! El animal que se arrastra por la tierra es una figura del demonio como, por otra parte, está escrito en el Génesis.
También el demonio nauseabundo y detestable de la herejía anda encorvado, y no puede hacer nada en estos días. Tal es la gracia eterna de este tiempo.
Realmente, en el tiempo en que la Navidad aún no era comercializada -cuando no estaba transformada en una feria para imponer el correr de productos industriales, cueste lo que cueste-, se sentía mucho esto: una dulzura, una cordialidad, una alegría celeste, sobrenatural, que ningún carácter meramente humanitario ni de lejos tiene. Y exactamente la industrialización de la Navidad, a mi ver, es hecha para acabar con esa atmósfera y colocar una atmósfera de fondo diabólico, que es exactamente preparada para liquidar los perjuicios que el demonio tiene en ese tiempo.
Conmemoración de la Navidad en una atmósfera comercializada
Veamos cómo esas influencias sobre las cuales hablaba son verdaderas. En las vísperas del nacimiento de Nuestro Señor, los hombres buenos, los pecadores que no estaban endurecidos, sino arrepentidos, estaban alegres, y los malos profundamente perturbados.
Navidad y Espíritu de reparaciónPoco antes de la Revolución Francesa, del protestantismo, notábase lo contrario. Los hombres buenos profundamente angustiados, a veces sin saber por qué; los malos alegres, llenos de esperanza. Son las tales influencias que recorren el mundo y dan el sentido profundo de la Historia.
¿Qué debemos pedir en vista de esto?
En primer lugar que Nuestra Señora actúe sobre nuestra debilidad, dándonos una orientación exacta cuanto a esas influencias para el lado bueno y provecho de nuestra alma.
Y en segundo lugar que Ella nos dé un medio de resistencia en esta Navidad a la atmósfera comercializada y pésima que tenemos delante de nosotros. Por todas partes se ven esas cestas enormes con pseudo- regalos, y en los carteles de las calles manifestaciones navideñas horrorosas para preparar la Navidad de la mentira.
Que María Santísima nos conceda también el espíritu verdadero de la Santa Navidad, es decir, algo de esa alegría por la conmemoración del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
Actos de reparación en la noche de Navidad
Sin embargo, me gustaría añadir algo que debe marcar nuestras fiestas de Navidad.
No podemos celebrar esta Navidad como si fuese un año cualquiera. Imaginemos una casa en la cual la madre de familia está gravemente enferma y sufriendo dolores atroces. Se comprende que se haga un árbol de Navidad y, sobre todo, que haya un movimiento de piedad a propósito de esta fiesta y alguna cosa de alegría navideña.
Pero todo esto debe ser dominado por el recuerdo de la madre que está enferma. O sea, hay una especie de luz de tristeza, violácea.
Y es precisamente esto lo que precisa existir también en nuestra Navidad, por razones que todos están hartos de saber.
Debemos cargar el dolor de nuestra Madre durante esta Navidad, porque es como hijos de Ella que nosotros la celebramos.
Me gustaría insistir también en un punto: en el momento de la Santa Navidad, precisamos hacer actos de reparación. Nuestra Señora, con certeza, desde el primer instante reparaba junto al Niño Jesús todos los sufrimientos que Él tendría que padecer.
Por lo tanto, el día de Navidad tuvo tristezas. Y en la situación actual, no tener esa tristeza es completamente inconcebible.
Entonces, el cáliz está siendo bebido hasta la última gota, y nosotros, en lugar de pensar en los cálices con hiel, ¿pensamos en las copas con champagne? Haciendo esto, ¿cómo se puede tener un alma recta? Es evidentemente imposible.
De manera que insisto: en la propia noche de Navidad, es preciso saber tener un espíritu de reparación en los actos de piedad, que en esta ocasión vamos a ofrecer.
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1) Monja agustina, mística, beatificada el 3 de octubre de 2004.
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