Redacción (Jueves, 10-01-2019, Gaudium Press) Lo más probable es que hoy día no son muchos los que se interesen por saber algo de la sufrida vida de un gran personaje histórico. Se tiene la idea «hollywoodiana» de que estos fueron unos grandes triunfadores en la vida y murieron pletóricos de éxito y aplausos. Sin embargo hay que insistir en recordar vidas ejemplares, y recordar es volver a vivir de nuevo para reatar otra vez el Cielo con la tierra.
Hubo a finales del siglo XIX y comienzos del XX -siglos todavía de guerras, liberalismo y anticlericalismo radical- un hombre que gobernó un país de Europa -pequeño si se le compara hoy con los de américa y áfrica- llamado el Imperio Austro-Húngaro, rico y próspero. Que realmente de imperio tenía ya bien poco. La autoridad de este hombre era más moral que política, militar o económica. Porte regio y distinguido, auténtico germano blanco de ojos azules, alto y de modales muy finos, sus patillas se entrelazaban patriarcalmente con un bigote abundante y con frecuencia vestía pulcros uniformes militares de gala. Aunque dicen que un ambiente de auténtica agua de Colonia suave acompañaba siempre su presencia, sobre él la prensa liberal desocupaba casi a diario baldados de agua sucia, más por ser católico que por ser Emperador. Lo odiaba y reprochaba ser noble descendiente de reyes y cruzados. Pecado intolerable para los republicanos, igualitarios, laicistas y envidiosos del racionalismo de la tercera república francesa.
Sorprende y admira mucho al leer detalles de su vida personal, (1) la manera como afrontó serenamente y sin reclamos ni demagógicos lloriqueos públicos, las adversidades: su hermano fue fusilado en México por causa de una traición de Napoleón III y orden de un poseso llamado Benito Juárez. Su único hijo varón y heredero, murió misteriosamente sin que todavía hoy se sepa si fue suicidio o asesinato encubierto. Su amadísima esposa -una de las mujeres más encantadoras de la Europa de aquellos días- fue apuñaleada en el corazón antes de subir a un pequeño barco en Venecia para hacer un corto paseo recreativo. Su sobrino -el que tendría que ser el heredero- ultimado a balazos junto la esposa en Sarajevo. Finalmente su reino sería uno de los derrotados en la Primera Guerra mundial ¿Se puede pedir más en nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad para imponer una ideología destruyendo un hombre? (2)
Francisco José I de Austria-Hungría (1830-1916) falleció a la edad ya cumplida de 86 años. Había gobernado casi setenta años pues subió al trono joven y vital. Está comprobado hasta la saciedad que el menudo y laborioso pueblo de Dios, el pueblo austriaco y el de todo su pequeño imperio, lo admiraba y quería entrañablemente sintiéndose representado en él. Pero élites liberales de Europa y Estados Unidos no: era demasiado fino y aristocrático para los gustos republicanos. Hubieran preferido un noble populachero y vulgar, frívolo y sin tanta distinción. Descendía de una de las más gentiles y garbosas familias de Europa con siglos de tradición y buenas maneras encima. Representaba la mejor categoría, el trato ameno, restos del patriarcado medieval y los valores de la nobleza. Sin poderlo tocar en su persona o derrumbarlo con una revolución pagada y financiada por la banca de la época -como se haría después en Rusia- se optó por destruirlo poco a poco e irlo aislando para minarlo moralmente. Pero el recio roble de los bosques germánicos no se doblegó y su mirada azul no se apagó, sin que quedara evidente que había sido traicionado al parecer incluso también desde Roma, como lo presumen varios de sus más discretos biógrafos.
Mediante hábiles maniobras políticas (2) largo de registrar en los límites de un artículo, una conspiración se urdió en antros de Europa, a fin acabar con los restos de una monarquía católica auténtica, de la que ha podido tal vez renacer un maravilloso mundo diferente al que hoy tenemos. Y la conspiración incluía por supuesto no solo felonas intrigas palaciegas, sino una devastadora guerra que dejó Austria-Hungría en la ruina sin hombres ni ganados para laborar y con la economía hundida. ¿Se podrá creer que se organizó toda una gran guerra mundial solo para destruir la legendaria familia del Emperador Francisco José? Sería conveniente estudiar el tema si es que todavía quedan historiadores e investigadores de ciencias sociales y políticas en algunas universidades, hoy día llenas de estudiantes pensando más en los beneficios económicos de su carrera, que en escrutar y perfeccionar la ciencia que escogen.
Lo cierto y demostrado es que Francisco José de Habsburgo dio pruebas de que sobrellevar con grandeza la adversidad por más terrible que sea, es cualidad sobresaliente de espíritus educados en la religión católica, tan diferente de la manera innoble y proletaria como se hundió por ejemplo el último emperador de China, afiliándose al partido comunista como barrendero en su propio palacio convertido en museo, lamentaba alguna vez el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira hablando de las diferencias entre los gobernantes católicos, los protestantes y los paganos cuando la adversidad les llega.
Por Antonio Borda
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(1) -Francis Joseph, Emperor of Austria And King Of Hungary, Came To The Throne, Dec. 2, 1848; Died Nov. 21, 1916, After Reign Of Nearly Sixty-Eight Years
-Francisco José I, un Emperador en imágenes y palabras, Ed. Vitalis.
(2) Plinio Corra de Oliveira, «Nobleza y élites tradicionales análogas», Vol.I, pag.122 ss. Ed. Fernando III El Santo 3ª. Ed. Madrid.
(3) Idem, pag. 129.
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