Ciudad del Vaticano (Jueves, 10-01-2019, Gaudium Press) Hace exactos 40 años, en enero de 1979, Camboya fue invadido por tropas militares y fue depuesto el régimen de Pol Pot, todavía hoy considerado uno de los más brutales de toda la historia.
La historia de las atrocidades sistemáticas en Camboya se encerró el 7 de enero de 1979, después de ser registrado el exterminio de casi un cuarto de la población: alrededor de 2 millones de camboyanos fueron asesinados durante el régimen comuno-anarquista de los Khmer Rojos.
Durante la vigencia de ese régimen despótico, ateo y anti-natural, la Iglesia fue impedida de actuar, sus miembros perseguidos y, físicamente, ella fue completamente extinta.
En 2015 se abrieron los primeros procesos de beatificación de 35 mártires camboyanos. Estos católicos fueron martirizados durante las persecuciones que el régimen de Pol Pot realizaba metódicamente. Entre los mártires se encuentran obispos, padres, laicos, mujeres y catequistas que fueron muertos por la tortura del hambre e inanición.
Origen del régimen
El doloroso período de la historia camboyana inició el 17 de abril de 1975 cuando las tropas de los khmer rojos entraron a Phnom Penh. El objetivo de este régimen seguidor de la ideología comuno-marxista, era el de crear una sociedad llamada de ‘agraria’, pero que contenía acentuados modos primitivos y anti-civilizados hacia la cual la población era conducida a través del llamado proceso de «purificación de Camboya».
La entrada de las tropas de Pol Pot confundió a los habitantes que llegaron a dar la bienvenida a ese hecho.
Con todo poco tardó en caer la máscara del régimen: algunas horas más tarde, la población de la capital Phnom Penh fue obligada a dejar la ciudad.
Fue así que inició una de las mayores migraciones forzadas de la historia reciente. La capital camboyana se tornó una «ciudad fantasma» y se inició para la población un trágico capítulo histórico donde masacres y trabajos forzados eran la constante.
Persecuciones minuciosas, masacres constantes
Las minorías étnicas y religiosas fueron particularmente perseguidas junto con las personas de las clases sociales altas.
Los sobrevivientes de estos horrores recuerdan que quien usase anteojos era preso. Para los fanáticos seguidores de esta secta creada por Pol Pot, los anteojos eran asociados a alto grado de instrucción y precisaban ser perseguidos.
Centenas de millares de personas sin aptitudes y condiciones fueron obligadas a trabajar en los campos. Muchos jóvenes adolescentes fueron obligados a alistarse en el ejército.
Escuelas, bancos y hospitales fueron abolidos. La moneda no tenía valor y la economía era en la base del trueque, cuando los bienes existían. Crímenes ininterrumpidos marcaron el régimen.
Una situación emblemática de este régimen de ateísmo, masacres y torturas es un colegio de Phnom Penh que fue transformado en prisión y hoy fue transformado en un memorial para recordar el horror de aquellos años.
Cae el Régimen
Una guerra entre Camboya y Vietnam, también comunista, determinó el final del régimen de Pol Pot.
En el año 1979 los soldados vietnamitas, con mejores equipamientos, invadieron Camboya y el gobierno anarquista de Pol Pot fue depuesto. Las tropas de los khmer rojos fueron obligadas a refugiarse en las selvas y montañas.
Condenas por genocidio
Recientemente el Tribunal especial para el gobierno comunista de Pol Pot emitió dos sentencias de condena por genocidio contra dos líderes khmer rojos.
Nuon Chea, brazo derecho de Pol Pot y Khieu Samphan, en la época jefe de Estado camboyano fueron condenados. Fue la primera sentencia de culpa que reconoce el genocidio.
El Tribunal especial para los crímenes del régimen de la época fue instituido en 2006, con un acuerdo entre Camboya y las Naciones Unidas.
Los Mártires de los khmer rojos
La Iglesia camboyana, víctima primaria y preferida de la furia devastadora de los khmer rojos fue físicamente extinta.
En 2015 se abrió la fase diocesana del proceso de beatificación de 35 mártires camboyanos. Todos ellos fueron muertos durante las persecuciones del régimen de Pol Pot.
Obispos, padres, laicos, mujeres y catequistas fueron muertos por odio a la Fe. Un día el mundo verá que la memoria de estos mártires mantuvo viva una Iglesia que es inmortal.
Cuanto a los verdugos… Bien los verdugos eran simplemente verdugos, y continúan como tal. Sus nombres murieron con ellos. De ellos solo resta la historia que el mundo ya olvidó. (JSG)
(De la Redacción Gaudium Press, con informaciones Vatican News)
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