Redacción (Sábado, 12-01-2019, Gaudium Press) Los hombres y las mujeres vienen al mundo para realizar determinado designio divino, único e irrepetible para cada uno, a varios títulos. De ahí procede la consideración y el respeto debidos a todos, sin excepción.
No obstante, aparte de esta providencia general, algunos son llamados a una vida especial, por la cual han de vivir no sólo según los Mandamientos de la Ley de Dios, sino en la práctica de los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad perfecta. Si, por un lado, tal elección es un signo de predilección del Creador, por otro, tan alto llamamiento exige entrega, abnegación y un verdadero holocausto.
Por consiguiente, es explicable que muchos comiencen el camino de la perfección, pero no alcancen su término, por llegar a la conclusión de que su vocación es otra o por algún motivo particular. De cualquier forma, en la nueva vida adoptada pueden guardar dulces e incluso conmovedores recuerdos y enseñanzas de aquel período áureo de su vida espiritual.
En ese sentido, con mucha alegría traemos a público fragmentos de algunas significativas declaraciones enviadas por ex integrantes de los Heraldos del Evangelio, como homenaje de gratitud a la Santísima Virgen por tantos favores espirituales concedidos a ellos durante su permanencia en la institución.
Vocaciones para el sacerdocio diocesano
Entre los que se beneficiaron de la formación religiosa recibida en el seno de los Heraldos del Evangelio están los que se han encaminado al sacerdocio, como el P. José Hinostroza Vera, de Guayaquil, Ecuador, que nos da este hermoso testimonio de la génesis de su vocación:
«Tuve la dicha de conocer a los Heraldos del Evangelio en sus raíces, cuando contaba sólo con 14 años, en 1997. Con la debida autorización de mis padres empecé a vivir en comunidad con ellos después de un año de haberlos conocido. Sólo salí de la comunidad, algunos años después, para seguir mi vocación de sacerdote diocesano. Y declaro formalmente, en presencia de Jesús, Sabiduría eterna y encarnada, y de María Santísima, mediadora nuestra, a quien estoy consagrado, que los Heraldos del Evangelio me enseñaron a servir, amar y defender a la Santa Madre Iglesia, me instruyeron en la fe, esperanza y caridad, me formaron para respetar, querer y venerar a la sagrada jerarquía eclesiástica, me prepararon para ser parte de una comunidad viva, ayudando siempre a los más necesitados de forma espiritual y material».
En cuanto al ambiente que encontró durante su estancia en la institución, declara: «Nunca, en los quince años que estuve conviviendo de cerca con los Heraldos del Evangelio, vi alguna actitud que fuera contra la moral ni las buenas costumbres, jamás tuvieron un gesto de rebeldía a la Santa Sede ni a sus legítimas autoridades, y de ningún modo los vi realizar prácticas ‘sectarias’ o ‘secretas’ «.
Y añade: «Hace tres años y siete meses, por la gracia de Dios, fui ordenado sacerdote diocesano y sigo la espiritualidad de los Heraldos del Evangelio con todo ardor y eso me ha servido para despertar fervor en las comunidades parroquiales que he tenido y tengo a cargo, avivando en ellas el amor y fidelidad a la Iglesia y a su magisterio. En honor a la verdad, expreso públicamente mi profundo afecto y gratitud a Mons. João Scognamiglio Clá Dias por todos los consejos y orientaciones que recibí de él, porque con su gran ejemplo es que verdaderamente aprendí a amar a Dios, a Nuestra Señora, a la Santa Madre Iglesia Católica y al Dulce Cristo en la tierra, el Papa. Y todo lo que Mons. João enseña y predica es fruto de la convivencia que tuvo con Dña. Lucilia Ribeiro dos Santos y con su hijo, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, durante las cuatro décadas que estuvo como su secretario personal».
Una bella reflexión sobre la importancia de la vida espiritual culmina las consideraciones del sacerdote: «Como nos dice el Señor Jesús ‘por sus frutos los conoceréis’ (Mt 7, 20). La gran expansión y penetración en la opinión pública, el extraordinario incremento de vocaciones sacerdotales, religiosas, de laicos y consagrados, en su mayoría jóvenes, nos muestran que es el divino Espíritu Santo el que ha inspirado todo esto, para el enriquecimiento de la Iglesia, como reconocen centenares de sacerdotes y prelados, que ven en los Heraldos una esperanza de que el Inmaculado Corazón de María triunfará, tal cual lo anunció nuestra Madre hace cien años en Fátima».
Conversiones y cambios de vida
Como vivimos en una época en que las personas están cada día más apartadas de Dios, es natural que, para muchos, su entrada en las filas de la asociación fuera motivo para comenzar a practicar con seriedad la religión católica.
«He podido conocer de cerca a los Heraldos del Evangelio. Fueron diez años de buena formación, con total disciplina, en los que pude conocer qué es verdaderamente la Iglesia Católica, tanto en el aspecto doctrinal como en el aspecto humano. Dejo aquí mi reconocimiento y mi enorme agradecimiento a Mons. João Scognamiglio Clá Dias, por su esfuerzo, compromiso y dedicación para llevar y enseñar la fe a todos los que de algún modo tienen contacto con la asociación de los Heraldos del Evangelio», declara Cezar Vieira Salvino, de São Paulo, Brasil.
En esa misma línea, afirma Diego Felipe Buarque Maciel, también desde Brasil: «Conocí a los Heraldos en mi ciudad natal, Maceió (Alagoas), a los 12 años de edad. Durante los trece años que allí estuve, estudiando y trabajando en los más diversos sectores de la asociación, no encontré nada que desmereciera tan bello carisma. Aprendí a amar a la Eucaristía, a la Virgen y al magisterio de la Iglesia. Aprendí la más recta moral, experimenté vivencialmente las costumbres cristianas, pasé a desear la santidad, a amar la vida de oración y de recogimiento, a recurrir a los auxilios divinos durante la acción y a saber usar de misericordia para con mi prójimo. Mi familia se aproximó a los sacramentos gracias al apostolado de esta asociación. Hoy vivo en Recife (Pernambuco), estoy casado y participo con mi esposa en las actividades de los Heraldos».
La palabra convence, el ejemplo arrastra
El antiguo refrán «la palabra convence, el ejemplo arrastra» se verifica en el día a día de los Heraldos del Evangelio, confirmando la importancia fundamental de la vida intachable de cada miembro de la asociación. Enseñaba el Dr. Plinio que la primera atracción de alguien por algún movimiento o grupo social se da por una admiración por las personas y por el ambiente creado por ellas. Sólo después viene la consideración de la doctrina propugnada.
Así se expresa Andrés Monge Fernández, de San José, Costa Rica: «Conocí el movimiento cuando tenía sólo 13 años. Quedé encantado con aquel ambiente lleno de respeto, de veneración y de entrega total a la Santa Madre Iglesia. Ya en los primeros días supe que era un lugar diferente, donde se incentivaba siempre el crecimiento en el amor a Dios, en la veneración a la Santísima Virgen, en la obediencia total al sagrado magisterio, dos veces milenario, de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Desde ese momento, y en los diecinueve años que allí permanecí, en ninguno de mis períodos de formación, no supe más que amar a Nuestro Señor Jesucristo, a nuestra Madre Santísima, la Virgen María, a quien me consagré. Puedo decir, con entera claridad de mente y de corazón, que nunca -mas nunca- escuché nada que fuese contrario a la más pura ortodoxia católica».
«¿Qué más puedo decir de la gran riqueza que ha supuesto para mí la formación recibida de Mons. João Scognamiglio Clá Días y de los miembros de los Heraldos del Evangelio con los que he convivido?», se pregunta Francisco Javier Leyva Ríos, de Valencia, España. Y concluye: «Siempre han dado un altísimo ejemplo de virtud y de fidelidad a la Iglesia, en su magisterio, y al Santo Padre; un ejemplo de búsqueda en el crecimiento constante en el amor a Jesucristo y a María: desde el vocabulario, correctísimo, sin palabras vulgares y procurando siempre ser elevado, hablando de temas de cultura, de fe y espiritualidad para provecho y desarrollo espiritual y evitando los de carácter banal; la forma de vestir ejemplar, de acuerdo con la moral católica; la vida comunitaria en las sedes preservándose siempre el pudor, las buenas costumbres, la máxima corrección en el trato y comportamiento de total caridad. Esto precisamente es lo que más me cautivó desde el principio: el trato caritativo. El aseo personal de los miembros y de las casas, el orden, el horario, la vida con santa disciplina, evitándose la ociosidad. La formación moral, religiosa, espiritual e incluso cultural. En fin una auténtica vida celestial. Sigo confiando en Mons. João, en sus más de sesenta años de fidelidad y demostración de celo por la enseñanza de la ortodoxia de la fe católica, en un deseo ardiente de adhesión al sagrado magisterio y, más particularmente, al Santo Padre, como se puede comprobar en esta magnífica obra fundada por él y en la vida intachable de los miembros por él formados, en sus diferentes ramas – tanto la vida consagrada, clerical y religiosa, como la seglar comprometida, en calidad de cooperadores-, así como en los escritos de su autoría, algunos de ellos editados por la Libreria Editrice Vaticana».
Integridad moral y de costumbres
El deseo de llevar una vida de acuerdo con las exigencias de la moral y las enseñanzas de la Iglesia fue el que suscitó la admiración de Alejandro Londoño Villegas, de Sabaneta, Colombia:
«Pertenecí a los Heraldos del Evangelio durante aproximadamente siete años como laico de vida consagrada. Hoy, felizmente viviendo dentro del sacramento del Matrimonio y con una hija de 3 años, doy testimonio de que los Heraldos son una comunidad religiosa de admirar, fieles a la Iglesia, en la persona del Santo Padre, devotos del Santísimo Sacramento y proclamadores de la devoción mariana. Viví y conviví con miembros de todas partes del mundo y puedo testimoniar, también, que nunca presencié ningún desorden moral. También soy testigo de las necesidades económicas, ya que viven netamente de la caridad de las donaciones, y todos los recursos que se reciben son invertidos en el apostolado y en la manutención de todos sus miembros y sedes. Agradezco a Dios que me permitió pasar todos estos años en tan bella comunidad».
El período más feliz de mi vida
Y Fabio Araújo Hurtado, de Campo Grande (Mato Grosso do Sul), que ejerció funciones de responsabilidad en los Heraldos, da su sincero testimonio: «Conocí, muy de cerca, prácticamente todos los sectores, desde el seminario hasta la parte burocrática de esta institución. Durante trece años fui misionero, visitando familias en casi todo Brasil, y pude sentir el bien que las visitas hacían, sobre todo a los más necesitados de apoyo espiritual, como también material que los Heraldos hacen, a través del Fondo Misericordia y de otras ayudas sociales. La vida interna que llevé durante esos años fue el período más feliz de mi vida. Pude sentir de tal modo la presencia de Dios que, muchas veces, derramaba lágrimas de alegría y me preguntaba si no estaba soñando. Pude comprobar que nada hay en la vida interna de los Heraldos que fuera opuesto a la moral o las enseñanzas de la Iglesia. Al contrario, siempre hubo mucho empeño y atención para que todo se hiciera de acuerdo con las enseñanzas evangélicas».
Profundo amor al Santísimo Sacramento, a María y al Papa
«Soy guatemalteco y fui un heraldo del Evangelio. Estoy viviendo en Washington, trabajando, recién graduado en una maestría de Real Estate Development en la Georgetown University, después de haberme licenciado en arquitectura en The Catholic University of America. Muchos de mis logros se los debo a mi educación familiar, pero yo no sería nada ni nadie si no fuera por los Heraldos del Evangelio. Fue en el seminario donde aprendí lo qué es la disciplina, la importancia de tener buenos valores y, sobre todo, a tener a Dios en el centro de mi vida. Las Misas diarias, las oraciones, la convivencia con mis hermanos de vocación, las homilías y el ejemplo de Mons. João fueron los fundamentos de mi vida actual. Tengo saudades de ese sentimiento de estar de forma constante buscando la perfección y el acercamiento a Dios. No digo que ya no lo haga, sino que en aquel ambiente era más fácil. No cambiaría por nada mi experiencia con los Heraldos. El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira y Mons. João me enseñaron qué es el amor y la admiración al Santísimo Sacramento, a Nuestra Señora y al Papado. Son sus enseñanzas y su ejemplo, con la inspiración del Espíritu Santo, los que han hecho que el movimiento se expandiera a nivel mundial. Con un crecimiento increíble de vocaciones y con un diseño único en la arquitectura gótica policromada, los Heraldos del Evangelio están marcando la Historia», atestigua Carlos Francisco Paiz, de Ciudad de Guatemala, Guatemala.
Gratitud a Mons. João Scognamiglio Clá Dias, el fundador
«Resalto lo mucho que la formación recibida dentro de los Heraldos del Evangelio fue decisiva para mi vida, haciendo que permaneciera vinculado a ellos hasta hoy, como cooperador. Allí siempre fui tratado con complacencia y bienquerencia por todos los miembros, que me acompañan hasta hoy, junto con la familia que constituí. Agradezco la misericordia de la Santísima Virgen por haber puesto en mi camino tan verdadera e impecable institución, con religiosos y religiosas fieles a la Santa Iglesia y al Papado, y que hacen lo que sea necesario para la implantación del reino de nuestra Madre celestial aquí en la tierra. Le estoy eternamente agradecido a Mons. João Scognamiglio Clá Dias, desde lo hondo de mi alma, pues con su fuerza para la salvación de las almas nos da tan gran ejemplo. En Mons. João notamos la gracia de Dios, su amor al Sagrado Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón de María y total obediencia y fidelidad a la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira y su madre, Dña. Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, eximio modelo de bondad, fueron los que transmitieron a Mons. João toda su sabiduría y fidelidad a la de católica, para que entonces brotara esta magnífica institución», declara el brasileño Diego Lino da Silva Kortbein, de Joinville (Santa Catarina).
Y Anabelén López Orchard, de Lima, que perteneció a los Heraldos del Evangelio durante seis años, asevera que el éxito que viene cosechando como joven emprendedora y psicóloga se debe a la formación recibida de Mons. João.
«Durante el período en el que formaba parte de los Heraldos del Evangelio, viví en São Paulo y pude conocer a Mons. João Scognamiglio Clá Dias personalmente, a quien hasta hoy admiro y quiero como a un padre. Gracias a Dios, tuve la oportunidad de asistir a sus Misas, a las reuniones de formación que impartía e incluso poder confesarme y conversar con él, pidiendo consejos espirituales. En ninguna oportunidad oí de él alguna cosa que pudiera atentar contra la doctrina. Todo lo contrario, siempre, en todo momento, sus palabras, gestos, y su persona, en general, eran una constante invitación al amor a nuestro Señor, a su Santísima Madre y a la Santa Iglesia Católica Apostólica. No considero que lleve conmigo algún trauma o conflicto psicológico por esos seis años. Al contrario, estoy segura que esos años fueron la base sólida para que pueda desenvolverme como persona más humana, pero, por encima de todo, católica».
Y continúa, diciendo: «Jamás he vivido por parte de los Heraldos algún gesto de rechazo o mal trato, incluso después de haberme retirado de la vida de comunidad. Siempre han tenido un trato muy amable y familiar conmigo, recibiendo de ellos mucho apoyo para continuar con mis proyectos, aun cuando éstos eran fuera de sus filas».
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Así se multiplican los testimonios de respetables personas que, en su nuevo estado de vida, no se olvidan de los beneficios recibidos en la aurora primaveral de su vida espiritual. La limitación de espacio nos impide publicar todas las declaraciones que continuamente recibimos. Sin duda, no obstante, están registradas con letras de oro en el Sapiencial e Inmaculado Corazón de María, por toda la eternidad.
Por el Padre David Ritchie, EP
(Tomado de la Rev. Heraldos del Evangelio)
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