Redacción (Lunes, 14-01-2019, Gaudium Press) Todo nos «habla», todo nos influye, no solo las palabras o los discursos. Una cama, por más cómoda y amplia que sea, si está hecha de troncos retorcidos y queriendo crear una impresión a la ‘cuevas de Altamira’, favorecerá en el hombre el primitivismo y con ello el dominio de las pasiones por encima del control racional; y también debilita el imperio de los principios de la fe sobre la psique humana.
Los cubiertos supusieron un gran avance en la civilización de la vida cotidiana.
El hombre ya no vería sus manos ensuciadas cada vez que tomase un alimento, particularmente los más grasosos, sino que podría ingerirlos con pulcritud, favoreciendo la consideración del aspecto espiritual de la comida, pues los alimentos no son solo vitaminas o minerales esenciales para el cuerpo, sino también pueden ser arte, pueden hablar de valores como sutileza, agilidad con ‘chispa’, bienestar, etc. El cubierto también obliga a tomar los alimentos con cierta temperancia, de a bocados, y con ello favorece el dominio del alma sobre el cuerpo, combate de esa manera la gula.
Por ello, bien es cierto que esa tendencia moderna de cierto tipo de comida de prescindir de los cubiertos, comúnmente señala un retroceso a tiempos primitivos; normalmente termina favoreciendo la barbarie, y con la barbarie el vicio.
A la influencia mala que la ‘voz’ de ciertos elementos materiales ejercían sobre el espíritu de los hombres, Plinio Corrêa de Oliveira la llamaba de Revolución Tendencial, concepto que en su cosmovisión era trascendental, pues él afirmaba que antes de la Revolución en las ideas venía la Revolución en las tendencias: las tendencias en desorden generaban los vicios, y los vicios buscaban las ideas que los justificaran.
Miremos otro ejemplo, en sentido contrario, es decir, de Contra-Revolución tendencial.
Imaginémonos entrando a una iglesia grandiosa, gótica, cualquiera que hayamos conocido.
Nadie nos tiene que decir que debemos allí tener cierta compostura, cierto recato de gestos, de tono de voz, cierta atención serena y meditativa. La propia arquitectura de la iglesia nos mueve a ello. Es decir, los elementos materiales que configuran una iglesia como Notre-Dame nos ‘hablan’ e incitan al dominio del espíritu sobre la materia, del alma sobre el cuerpo, en fin, hacia la virtud.
Consideremos otro ejemplo, este extraído de una sublime biografía.
Narra Mons. Juan Clá, EP que cuando Doña Lucilia Ribeiro dos Santos viajaba en tren desde San Pablo rumbo a la costa brasileña «algunas veces se ponía de pie junto a la ventana y, en silencio, contemplaba extasiada aquel paisaje en el cual sobresalían los manacás floridos [ndr. arbusto o árbol que en ocasiones florece con tal abundancia que las flores llegan a cubrir las hojas]». 1 Su mirada también se posaba sobre cascadas magníficas que caían de los picos de la Sierra del Mar y se «desdoblaban en una especie de cortina luminosa, corriendo sobre las oscuras piedras hasta lanzarse espumando en un estaque rocoso cavado por su propia caída». 2
La contemplación de ese magnífico paisaje le ocasionaba «gran repercusión afectiva a respecto de la obra de Dios. (…) Y, precisamente porque su alma habitaba en aquellos páramos [cumbres], cuando llegaba la hora de inclinarse para cuidar, por ejemplo de un hijo, aquella dulzura se hacía sentir aún más». 3 Es decir, la consideración de un magnífico cuadro natural favorecía en Doña Lucilia su ya grandísima bondad. El paisaje ejercía sobre ella una Contra-Revolución tendencial.
Las anteriores consideraciones buscan servir para movernos a encontrarle un delicioso gusto a la vida, un gusto para muchos desconocido. Encontrar el ‘mensaje oculto’, la ‘voz tendencial’ de las cosas, es algo bastante entretenido: – ¿Qué nos está diciendo la configuración de ese rostro, el tono de esa voz? ¿Ese color qué mensaje está trayendo, qué vicio o qué virtud ejemplifica o está favoreciendo? ¿Aquel peinado corresponde a un orden o a un desorden? Y así por cuasi infinitamente delante.
Este ejercicio también nos sirve para no ser títeres de la Revolución tendencial, y favorecer la Contra- Revolución tendencial.
Por Saúl Castiblanco
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1 João S. Clá Dias. Doña Lucilia. Ed. Apóstol Santiago. Santiago de Chile. 2004. p. 98
2 Ídem.
3 Ídem.
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