Redacción (Miércoles, 21-10-2009, Gaudium Press) Como todos los años, el penúltimo domingo del mes de octubre, (en esta ocasión el pasado 18 de octubre), se celebró el Domingo Mundial de la Misiones (DOMUND).
En esta ocasión, además de orar por la labor misional de la Iglesia y realizar una colecta especial en esa intención, el Santo Padre Benedicto XVI quiso comenzar sus palabras alusivas en la Plaza de San Pedro citando una frase del Mensaje elaborado para la ocasión, del libro del Apocalipsis, que reza que «Las naciones caminarán en su luz» (Ap 21, 24), haciendo una clara indicación de la necesidad de iluminar el mundo entero con la luz del Evangelio de Cristo y a reavivar en cada bautizado la conciencia del mandato misionero. Realmente Cristo desea hacer «discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19), siguiendo los pasos de san Pablo, el Apóstol de las Gentes.
Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones 2009
El Santo Padre recuerda en el Mensaje elaborado para esta jornada mundial misionera, con fecha del 29 de junio de este año, que el «objetivo de la misión de la Iglesia es, en efecto, iluminar con la luz del Evangelio a todos los pueblos en su camino histórico hacia Dios, para que en Él tengan su realización plena y su cumplimiento. Debemos sentir el ansia y la pasión por iluminar a todos los pueblos, con la luz de Cristo, que brilla en el rostro de la Iglesia, para que todos se reúnan en la única familia humana, bajo la paternidad amorosa de Dios».
Obstáculos a la labor misionera
El Papa resalta en su Mensaje de una manera especial, una realidad cada vez más presente en nuestros días: La acción de la Iglesia por testimoniar y difundir el Reino de Dios, está siendo objeto de persecución con formas de opresión cada vez más crueles, que van desde la discriminación social hasta la cárcel, la tortura y la muerte. «No son pocos quienes actualmente son llevados a la muerte por causa de su «Nombre».
Verdaderamente, «la participación en la misión de Cristo, en efecto, marca también la vida de los anunciadores del Evangelio, para quienes está reservado el mismo destino de su Maestro. «Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20)».
Paradójicamente en un mundo que predica la «tolerancia» y la inviolabilidad de los derechos humanos, en muchos lugares no hay derecho para difundir la luz del Evangelio.
Entretanto, un deber ineludible
Sin embargo, el Santo Padre recordó que a pesar de las persecuciones, la Iglesia tiene el deber irrenunciable de predicar la verdad por el mundo entero: «A las Iglesias antiguas como a las de reciente fundación les recuerdo que han sido colocadas por el Señor como sal de la tierra y luz del mundo, llamadas a difundir a Cristo, Luz de las gentes, hasta los extremos confines de la tierra».
Asimismo, el Pontífice alentó y manifestó su agradecimiento a las Obras Misionales Pontificias, por el invaluable trabajo de animación, formación misionera y ayuda económica que ofrecen a las jóvenes Iglesias.
Una invitación a la caridad
Finalmente, el Santo Padre, invita a todos a dar un signo creíble de comunión entre las Iglesias, con una ayuda económica, especialmente en estos períodos de crisis que atraviesa la humanidad, de forma que las Iglesias locales nunca carezcan de las condiciones necesarias para iluminar a las gentes con el Evangelio de la caridad.
Antes de impartir su Bendición Apostólica en el documento, en una breve oración el Papa invocó para que «nos guíe en nuestra acción misionera [a] la Virgen María, estrella de la Nueva Evangelización, que ha dado al mundo a Cristo, puesto como luz de las gentes, para que lleve la salvación «hasta el extremo de la tierra» (Hch 13,47).
Por Víctor Mariño Delgado
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