Redacción (Miércoles, 0-01-2019, Gaudium Press) Seis días después del episodio de la confesión y primado de Pedro, en Cesarea de Filipo, Nuestro Señor se dirigió con los Apóstoles al Monte Tabor, situado a unos 80 km de la ciudad en que se encontraban.
Los Apóstoles cayeron con el rostro en tierra
Narra San Mateo:
«Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, su hermano, y los llevó a un lugar aparte, sobre una alta montaña [el Tabor]. Y fue transfigurado delante de ellos; su rostro brilló como el Sol y sus ropas quedaron blancas como la nieve. En esto les aparecieron Moisés y Elías, conversando con Jesús.
«Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: ‘Señor, es bueno quedarnos aquí. Si quieres, voy hacer aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías.’
«Pedro todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra. Y de la nube una voz decía: ‘Este es mi Hijo amado, en el cual Yo puse todo mi agrado. ¡Escuchadlo!’
«Cuando oyeron esto, los discípulos quedaron muy asustados y cayeron con el rostro en tierra. Jesús se aproximó, les tocó y dijo: ‘¡Levantaos, y no tengáis miedo!’ Los discípulos levantaron los ojos y no vieron nadie más, a no ser solamente Jesús.
«Cuando descendían de la montaña, Jesús les ordenó: ‘No contéis a nadie esta visión, hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de los muertos'» (Mt 17, 1-9).
A ese acontecimiento grandioso la Iglesia llama de Transfiguración y, para celebrarlo, instituyó una fiesta que es conmemorada el 6 de agosto.
Solamente tres fueron los escogidos
¿Por qué Nuestro Señor escogió apenas tres Apóstoles? Entre los diversos motivos, indicaremos algunos de ellos.
Pedro es el Jefe de la Iglesia; Juan, el Discípulo amado; Santiago, un Apóstol de fuego. Jesús, en el Tabor, les mostró, aunque de modo imperfecto, cómo sería Él en el día de la Resurrección, para que «no dudasen de su divinidad viéndolo en lo alto de la Cruz, perdiendo toda su Sangre hasta morir, sino tuviesen la certeza, dada por la Fe y robustecida por esa comprobación, de que Él iría a resucitar, y sustentasen la Fe de todos los que lo seguían».
Eligiendo a los tres, Jesús nos revela «su amor al principio de mediación. Muchas veces Dios da gracias solo a unos pocos, con la intención de que estos después transmitan a los otros tales experiencias sobrenaturales. Así la Providencia indica cómo, para no vacilar en la propia Fe, es preciso confiar en el de otro o fortalecerse con el ejemplo de quien la tiene más vigorosa».
Jesús concedió a Pedro, Juan y Santiago más gracias que a los otros Apóstoles, pues Él ama la armónica y proporcionada desigualdad que se manifiesta en toda la Creación.
En cuanto a la presencia de Moisés y Elías, afirma San Juan Crisóstomo que ellos aparecen en la Transfiguración «para que se supiese que Él tenía poder sobre la muerte y sobre la vida; por esta razón presenta a Moisés, que había muerto y a Elías, que todavía vivía».
Alma en la visión beatífica y Cuerpo que sufre
«Su rostro brilló como el Sol y sus ropas quedaron blancas como la nieve» (Mt 17, 2), o sea, el Redentor quiso que su Cuerpo que sufre apareciese como glorioso.
«En virtud de la unión hipostática el Alma de Nuestro Señor fue creada en la visión beatífica, y lo normal sería que su Cuerpo gozase de igual perfección. Entretanto, Cristo suspendió para sí esta ley, por Él mismo establecida, asumiendo un cuerpo que sufre con vistas a obrar la Redención.
«A pesar de eso, encontramos a lo largo de su vida una serie de circunstancias en que Él tuvo, de manera milagrosa, determinadas propiedades del cuerpo glorioso: la sutileza, al nacer, pasando del claustro interior de Nuestra Señora para sus brazos, sin herirla ni causarle daño alguno; la impasibilidad, cuando quisieron apedrearlo y matarlo en Nazaret, y Él escapó ileso (cf. Lc 4, 29-30); la agilidad, caminando sobre las aguas (cf. Mt 14, 25); y la claridad, […] en la escena de la Transfiguración.
«Durante la Transfiguración, […] la pulcritud de Alma de Jesús revistió su naturaleza humana perfectísima. Fue la gloria interior que se explicitó ante la mirada de quien tuvo la felicidad de estar en el Tabor en aquel momento.»
La Transfiguración fue una excelsa gracia de consolación que los Apóstoles recibieron. El pedido de San Pedro para que allí fuesen hechas tres tiendas – una para Jesús, otra para Moisés y la tercera para Elías – muestra como él quería permanecer para siempre en la consolación.
Entretanto, esa gracia les fue concedida a fin de prepararlos para las grandes pruebas que vendrían: la agonía en el Huerto de los Olivos, todos los sufrimientos de la Pasión y la Muerte del Redentor. Y después la alegría de la Resurrección, simbolizada por la Transfiguración.
Cayeron con el rostro en tierra
«Pedro todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra. Y de la nube una voz decía: ‘Este es mi Hijo amado, en el cual Yo puse todo mi agrado. ¡Escuchadlo!'» (Mt 17, 5).
«La voz del Señor toca a fondo el corazón de los inocentes, tal cual se dio con Pedro en la barca o con Tomás en el Cenáculo: caen con el rostro por tierra. Sobre los malos, su efecto es bien al contrario: caen de espaldas, como sucedió con los soldados que fueron a prender a Jesús en el Huerto de los Olivos.»
¿Por qué Nuestro Señor recomienda a los Apóstoles que «a nadie cuenten esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de los muertos» (Mt 17, 9)?
«Caso la noticia se esparciese, recelaba Jesús que surgiese un movimiento meramente exterior y materialista, de parte de quien anhelaba por un Mesías temporal, restaurador del poderío de Israel sobre las otras naciones.»
Anteriormente, Nuestro Señor había afirmado a los Apóstoles que moriría, y ahora declara que resucitaría. Pero ellos no se compenetraban de eso porque poca era su Fe.
Pidamos a Nuestra Señora la gracia de aumentar nuestra Fe y prepararnos para los grandiosos acontecimientos que se avecinan, como la propia Virgen anunció en Fátima: «Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará.»
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada» – 180)
………………………………………………………………………………….
Bibliografía
CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. VII, p. 146-147.
SÃO JOÃO CRISÓSTOMO, apud SÃO TOMÁS DE AQUINO, Catena Aurea, In Matthæum, c. XVII, v.1-4.
CLÁ DIAS, op. cit. 2014, v. III, p. 193.
Idem, op. cit., 2013, v. I, p. 202.
Idem, op. cit., 2013, v. VII, p. 136.
Deje su Comentario