Ciudad del Vaticano (Lunes, 11-02-2019, Gaudium Press) Comentando el Evangelio de la Liturgia del pasado viernes, el Papa Francisco así se expresó en su homilía durante la Santa Misa rezada en la Casa Santa Marta: Juan, «el mayor hombre nacido de mujer» según Jesús, es un gran testimonio: la vida tiene valor solamente en la donación a los otros, «en el amor, la verdad, la vida cotidiana, la familia».
El trecho del Evangelio fue extraído de San Marcos, cuando él habla de la decapitación de San Juan Bautista.
Los cuatro protagonistas
Francisco describió los cuatro personajes que vivieron la escena descrita en el Evangelio: El rey Herodes «corrupto e indeciso»; Herodías, la mujer del hermano del rey, «que sabía solamente odiar»; Salomé, «la bailarina vanidosa» y «el profeta decapitado solitario en la prisión».
El martirio es un servicio: Juan mostró a Jesús
Francisco inicia su homilía por el final de la narración evangélica, cuando los discípulos de Juan piden el cuerpo del profeta para sepultarlo.
«El mayor terminó así», comentó el Papa. «Pero Juan sabía, él sabía que debería aniquilarse». Él lo había dicho desde el inicio, hablando de Jesús: «Él debe crecer, yo, al contrario, disminuir». «Y él disminuyó hasta la muerte».
Juan fue el precursor, el anunciador de Jesús, que dijo «No soy yo, este es el Mesías». «Él lo mostró a los primeros discípulos, recordó el Papa, y después su luz se apagó de a poco, hasta la oscuridad de aquella celda, en la prisión, donde, solitario, fue decapitado».
¿Pero, por qué eso ocurrió?, cuestionó el Pontífice.
«La vida de los mártires no es fácil de contar. El martirio es un servicio, un misterio, es un don de la vida muy especial y muy grande».
Y, al final, las cosas concluyen violentamente, por causa de «actitudes que llevan a quitar la vida de un cristiano, de una persona honesta, y a hacerlo mártir».
Actitudes del rey corrupto y de las dos mujeres
Francisco comentó las actitudes de los tres protagonistas del martirio.
El rey, que «creía que Juan fuese un profeta», «lo oía de buen grado», hasta un cierto punto «lo protegía», pero lo mantenía en la prisión…
Él estaba indeciso, porque Juan «reprehendía su pecado», el adulterio. En el profeta Juan Bautista, Herodes «oía la voz de Dios, que le decía: ¡‘Cambia de vida’!
Pero no conseguía que él cambiase de vida, el rey era corrupto, dijo Francisco, y donde hay corrupción, es muy difícil salir».
Herodes era un corrupto que «buscaba equilibrios diplomáticos» entre la propia vida adúltera que tenía y «tantas injusticias que llevaba en frente», y su consciencia, «que sabía que aquel hombre era santo». Y, comentó el Papa, que no conseguía deshacer el nudo, el rollo en que se había metido…
Herodías y el espíritu satánico
Herodías era la mujer del hermano del rey, que fue muerto por él para quedarse con ella. El Evangelio dice de ella solamente que «odiaba» a Juan, porque decía las cosas claramente, recordó Francisco y luego continuó:
«Y sabemos que el odio es capaz de todo, es una gran fuerza. El odio es el soplo de satanás. Pensemos que él no sabe amar, no puede amar. Su «amor» es el odio. Y esa mujer tenía el espíritu satánico del odio», que destruye.
Como Satanás, el rey dice a Salomé: «Yo te daré todo»
El tercer personaje citado en el Evangelio de Marcos es la hija de Herodías, Salomé, danzarina «que agradó tanto a los invitados, como al rey».
Herodes, en el desvarío de su alma cargada de concupiscencia, promete a ella: «Yo te daré todo».
Francisco recuerda que Herodes «Usa las mismas palabras que usó Satanás para tentar a Jesús.» «Si usted me adora yo le daré todo».
«Por detrás de esos personajes está satanás, sembrador de odio en la mujer, sembrador de vanidad en la joven, sembrador de corrupción en el rey. Y el «mayor hombre nacido de una mujer» acabó solo, en una celda oscura de la prisión, por capricho de una danzarina vanidosa, el odio de una mujer diabólica y la corrupción de un rey indeciso. (San Juan Bautista) Es un mártir, que dejó su vida disminuirse, disminuirse, disminuirse, para dar lugar al Mesías.
Un gran hombre, un gran santo, un gran testimonio
Juan, «como tantos de nuestros mártires», muere allí, en la celda, en el anonimato, amargamente, comenta Francisco que además recuerda que solamente «los discípulos fueron a buscar el cadáver para sepultarlo».
Pero, afirma el Papa, Juan dejó «un gran testimonio, de un gran hombre, de un gran santo»:
«La vida solo tiene valor en el donarla, en el donarla en el amor, la verdad, en el donarla a los otros, en la vida cotidiana, en la familia. Siempre donarla. Si alguien toma la vida para sí mismo, para guardarla, como el rey en su corrupción o la señora con el odio, o la niña, la joven con su propia vanidad – un poco adolescente, inconsciente – la vida muere, la vida acaba marchitando, no sirve.»
Para concluir, Francisco dijo que Juan dio su vida testimoniando: «Yo, al contrario, debo disminuir para que Él sea oído, sea visto, para que Él se manifieste, el Señor»:
Yo solo aconsejo a ustedes a no pensar mucho sobre eso, sino recordar la imagen, los cuatro personajes: el rey corrupto, la señora que solo sabía odiar, la joven vanidosa que no tiene consciencia de nada, y el profeta decapitado, solo en una celda. Mirar para eso, y cada uno abra el corazón para que el Señor le hable sobre eso. (JSG)
(De la Redacción Gaudium Press, con informaciones Vatican News)
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