Redacción (Martes, 12-02-2019, Gaudium Press) – ¿Quién es la Señora?
– ¡Yo soy la Inmaculada Concepción!
Ese es el trecho final de un diálogo ocurrido en 1858, cuando Nuestra Señora apareció 18 veces a Bernardette Soubirous en la Gruta de Massabielle, situada en los márgenes del río Gave, en los alrededores de la villa francesa de Lourdes.
El 11 de febrero la Iglesia conmemora esa serie de apariciones de la Virgen Inmaculada. Es la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes.
El 24 de febrero de 1858 ocurrió la octava de esas apariciones. En ese día, Nuestra Señora reveló a Bernardette su primer mensaje que, resumiendo, sería: «¡Penitencia, penitencia, penitencia! Rogad a Dios por los pecadores».
Nuestra Señora además mostró a Santa Bernardette (novena aparición, 25 de febrero) cómo practicar esa «penitencia»: «ve y toma del agua de la fuente» y lávese en ella. Ella mandó también que Bernardette comiese de unas hierbas que crecían en la gruta. Dos pedidos aparentemente absurdos, humillantes.
Comer aquel capín ya sería ridículo, peor que eso era la cuestión del agua para beber y lavarse: ¡No existía ninguna fuente en el lugar!
Entretanto, llena de Fe y humildad, Bernardette comió la hierba recomendada y, con las propias manos, cavó el piso de la gruta. De la tierra brotó agua que ella bebió y con la cual se lavó, tal como había sido recomendado por la Señora de la Concepción Inmaculada.
Los que vieron el hecho quedaron atónitos y se preguntaron: ¿Bernardette no se habría vuelto loca?
¡No! Ella apenas obedecía sin entender y sin pedir explicaciones. Ella juzgaba, con acierto, que de una Señora tan excelsa solo podrían venir cosas buenas.
Allí, junto al lugar donde la Inmaculada Concepción colocó sus pies, brotó un manantial de aguas prodigiosas. Allí nació la fuente de Lourdes: un chorro continuo de gracias y de milagros. Enfermos con enfermedades físicas y espirituales de toda especie alcanzaron en ella curas inexplicables… milagrosas.
La invitación para repetir el gesto de Bernardette se esparció luego por el mundo. Y, todavía hoy, fieles de todos los rincones se benefician de aquel primer acto de humildad y sumisión de la pastora de Massabielle. El gesto piadoso y penitencial de beber del agua de la Gruta de Lourdes y en ella lavarse ha traído curas y gracias especiales. Y en cantidad tal, que parecen inagotables.
Inmaculada Concepción
Habían pasado apenas cuatro años desde que el Papa Pío IX definiera solemnemente la verdad de Fe según la cual María Santísima fue concebida sin pecado original desde el primer instante de su ser. Aunque ese dogma fuese duramente atacado por los enemigos de la Iglesia, el ahora Beato Pío IX, con un coraje de ángel, lo proclamó a todos los hombres.
El mundo católico exultó de alegría por ver en las apariciones una celestial confirmación del Dogma, una vez que Nuestra Señora se presentaba como siendo la Inmaculada Concepción.
La misma alegría no ocurrió con aquellos que eran contrarios a este privilegio. Ese dogma colide frontalmente con los defensores de la igualdad absoluta entre los hombres. Ellos defienden la idea falsa de que el ser humano no es concebido en el pecado: el hombre es bueno e inmaculado por naturaleza.
Para ellos, alguien ser considerado superior a toda humanidad es algo inimaginable, insoportable. A partir de esa colisión ideológico-religiosa fue que aparecieron olas de furia contra Lourdes.
Aquellos que eran contrarios a la Inmaculada Concepción actuaron de la misma forma que los defensores del mal acostumbran actuar: ocultaron verdades, lanzaron menosprecios, denigraron y, en el caso de Lourdes, intentaron impedir el flujo, cada vez mayor, de peregrinos al lugar de las apariciones.
Por João Sérgio Guimarães
(Mañana: Comienzan los milagros)
Deje su Comentario