Redacción (Miércoles, 13-02-2019, Gaudium Press)
Comienzan los milagros
El ciclo de las apariciones todavía no había terminado pero, a través del agua milagrosa de Lourdes, Nuestra Señora comenzó su acción junto a los hombres.
Tomando conocimiento de lo que sucedía en la gruta, el párroco de Lourdes, todavía un poco desconfiado, rezó a Dios pidiendo una señal celeste a fin de certificarse de la veracidad e idoneidad de todo lo que estaba ocurriendo en su parroquia. Dios atendió su pedido enviando una señal que sería útil para el buen padre y sus parroquianos también:
Por más de veinte años un hombre llamado Bourriette estaba ciego. Todos lo conocían en la región. Él había perdido un ojo en una explosión en una mina.
Siendo un hombre de fe, Bourriette pidió a su hija que trajese agua de la nueva fuente de Massabielle. Él se puso a rezar pidiendo a Nuestra Señora su cura, bebió del agua y en seguida lavó los ojos con ella. Luego él comenzó a gritar de alegría: había vuelto a ver.
Los médicos que antes habían afirmado que él jamás podría recobrar la visión, examinaron al hombre nuevamente y no tuvieron otra alternativa que llamar lo ocurrido por el nombre que le era más propio: milagro. Bourriette veía perfectamente, aunque las causas de la ceguera continuasen allí: lesiones profundas de la herida causada por la explosión y cicatrices.
Todavía durante el período de las apariciones, otros milagros ocurrieron. Fue, por ejemplo, el caso de Justino, un niño de dos años. Él estaba enfermo y tuvo un desmayo repentino. No daba más señales de vida.
Su madre lo llevó hasta la Gruta pidiendo vehementemente por la vida del niño. En seguida ella lo colocó por 15 minutos en las aguas de la gruta. Después de eso, habiendo sido llevado de regreso a casa, Justino volvió a respirar con normalidad, el color rosado de la piel volvió, sus ojos brillaron y él… pidió comida.
Este hecho conmovió a todos de la región de Lourdes y luego fue conocido en Francia toda y por Europa.
Tres renombrados médicos examinaron al niño y certificaron que, aquello era científicamente inexplicable y solo podía tratarse de un milagro de primer orden. Nuestra Señora se manifestaba maternalmente y mostraba así su voluntad de hacer el bien. Por eso, los milagros continuaban y continúan hasta hoy.
Difamaciones y calumnias
Las apariciones de Lourdes ocurrieron en el período auge en que el anticlericalismo del siglo XIX movía persecuciones y buscaba ridiculizar a la Iglesia. Los anticlericales, escépticos y materialistas no podían aceptar milagros, sería ir contra sus principios, sería reconocer su propio fracaso. No queriendo dar el brazo a torcer, los impíos iniciaron su acción, comenzando por cuchichear desconfianzas.
Para ellos, en los hechos ocurridos con las aguas de Lourdes, no había enfermedades auténticas y, en consecuencia, las curas tampoco existían. Entonces, una verdadera máquina difamatoria entró en acción contra Bernardette y los milagros, contra Lourdes y la Iglesia.
En informes remitidos al gobierno de la capital, el procurador de Lourdes preguntaba a las autoridades superiores cómo impedir los «extravíos de la imaginación» que mencionaban milagros en la Gruta, ridiculizaba las curas, denunciaba al agua de Lourdes por contener carbonato de calcio…
El farmacéutico de la ciudad, el director de una escuela superior y el delegado de policía afirmaban que el agua era «muy mala», que era causa de «graves peligros» y «malsana». La población no dio la menor credibilidad a esos rumores.
Por eso, el ataque de diversificó. Otro farmacéutico de fuera de Lourdes inventó un parecer pseudo-científico: los milagros eran falsos. La explicación de las curas estaría en la composición físico-química del agua…
Análisis imparciales, entretanto, apuntaron al agua de la fuente de Lourdes como siendo un agua común, sin propiedades especiales. Ella no podría ser clasificada como mineral.
Hubo quien afirmase que no había participación sobrenatural en las curas porque el agua de Lourdes sería… radioactiva. «Explicaciones» del mismo género fueron además repetidas, como en un realejo, hasta en el siglo XX. Todas ellas fueron refutadas, no convencieron a nadie.
Nuevas detracciones
¿Cómo reaccionaron las personas que eran contrarias a los milagros de Lourdes? Para quien es maestro en disimulaciones y calumnias, no es difícil crear modos diferentes de difamar, de perseguir.
Tres médicos de Lourdes se pusieron a la caza de pretextos para internar a Bernardette en un manicomio. La inocente pastora pasó a ser acusada de patologías, perturbaciones y desequilibrios mentales que comenzaban a generalizarse, ya en el siglo XIX.
Para ellos, la pastora de Lourdes sería un ejemplo de alienación mental: una «niña alucinada», con ideas fijas en el inconsciente. Los milagros de Lourdes serían una «fase de exaltación» físico afectiva. Tumores y heridas curadas milagrosamente serían productos de histeria y los milagros artificios de sugestión.
Todavía a mediados del siglo pasado había gente buscando acusar a Bernardette. Lourdes no pasaría de un fenómeno histérico mezclado con autosugestión inconsciente y trampa médica. Literatos, filósofos, escépticos…
La onda de ataques a los milagros ocurridos en la Gruta aumentaba en la proporción de las gracias y curas, allá alcanzadas. Desde el inicio los detractores siempre tuvieron la preocupación de dar apariencias científicas a sus investidas. No tuvieron éxito. Cada derrota incitaba más aún el orgullo, la impiedad y… la furia de esas pobres almas.
Por João Sérgio Guimarães
(Mañana: Triunfo de María sobre la impiedad)
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