Redacción (Viernes, 15-02-2019, Gaudium Press) Al norte de la tierra prometida al pueblo de Israel, en una caverna en la base del monumental monte Hermón, vivía un imponente León, aunque ya de avanzada edad, que todas las mañanas después de saciar su sed en una cristalina naciente, bajaba a las planicies es busca de alimento y de algo más…
Cierta mañana en que el cielo tomó un especial colorido azul cobalto, nuestro León sintió un misterioso impulso de seguir el curso del legendario río Jordán, que esta vez parecía más vivo y cristalino que nunca, y así lo hizo caminando durante horas mientras apreciaba los diferentes tonos que adquirían las aguas del río y los panoramas que se desenvolvían alrededor.
La soledad, precio de la realeza y grandeza, lo hizo pensativo y un poco melancólico. Al acercarse el calor sofocante del mediodía le venían a la mente aquellas antiguas profecías que escuchó contar a su padre y abuelo, que ya no estaban más presentes, de un misterioso león que debería aparecer en estas zonas, cuyo poder, sabiduría y grandeza no tendría comparación con ninguno de sus antepasados, más que un rey de los leones, decían que sería un rey de reyes.
Durante toda la tarde se entretuvo imaginando como serían las características de este león esperado, y pensaba que en interesante sería poder al menos contemplarlo un instante que fuera.
Poco a poco fue oscureciendo y se detuvo a descansar en el claro de un bosque cerca de la orilla del río. Pero cuando ya estaba a punto dormir cansado por un largo día de viaje escuchó que alguien se acercaba en medio de la densa vegetación… era su viejo amigo el zorro.
– ¿Qué haces aquí? Le preguntó el león al zorro.
– Hace unas horas que te vengo siguiendo, quería averiguar hacia dónde vas, pues rara vez te veo por estas zonas, y como te veía concentrado en tus meditaciones no quise interrumpirte, hasta ahora…
– Ah.. tu siempre espiándome, ¿verdad?
– Eehhh… No exactamente, respondió el zorro, sonriendo ligeramente pero un poco alterado. Solo quiero conversar un poco con un viejo amigo… y nada mejor que una bella noche estrellada como esta.
– Sí, sí, claro…
– Si no te molesta, ¿se puede saber qué venías pensando por el camino? Parecías muy preocupado con algún asunto, y me gustaría ayudarte, si puedo.
– No creo que puedas ayudarme la verdad. Y en realidad no ha sucedido nada grave…Solo pensaba.
– ¿Y en qué pensabas tanto?
– ¿Has escuchado hablar alguna vez de la antigua profecía de un león que vendrá a estas tierras, con poderes inimaginables y una grandeza incomparable?
– Ahh… sí, sí. Recuerdo muy bien haber escuchado a tu padre hablando sobre eso. Insistía en que no podía faltar mucho tiempo para que se cumpliera.
– Exacto. Por eso pensaba si no estará ahora mismo en los alrededores del mar de Galilea, en los bosques del Líbano o en el desierto… ¿quién sabe si aún más cerca?
– ¿Y eso en qué nos afecta?
– ¿Cómo que en qué nos afecta? ¿Acaso no te gustaría conocerlo?
– Ehhh… Sin duda sería interesante. Además, ¿Quién sabe si alguien supuestamente tan grandioso podría traer la solución para tantos problemas que tenemos en este mundo?
– De hecho… No había pensado en eso. Pero sin duda cambiarían muchas cosas.
– Sabes. Ahora que mencionaste el desierto. Hace unos días que pasaba por acá, un poco más al sur, encontré una multitud de personas en el río, rodeando aquel hombre misterioso, que usa pieles de camello y vivía en el desierto. ¿Te acuerdas?
– Sí… Alguna vez lo vi allí, orando en medio de la nada, y me llamó mucho la atención, pues no parece un hombre cualquiera.
– Eso mismo pienso. Y sabes que me pasó algo extraño, cuando le escuché proclamar en alta voz diciendo «Yo soy la voz que clama en el desierto…», me parecía más el rugido de un león, que una voz humana. Tan imponente era su clamor.
Después de unos segundos de silencio en que solo se escuchaba el correr de las aguas y el lejano sonido de un grillo, el león preguntó:
– ¿Y será que todavía está por aquí cerca?
– No lo sé, pero podríamos averiguarlo…
Nuestro amigo el león sintió en su corazón encenderse la luz de una esperanza que le impulsaba a seguir hacia el sur, en busca de ese hombre. Se pusieron de acuerdo los viejos amigos en ir a la búsqueda de ese misterioso personaje y durmieron.
Al amanecer siguieron su camino bordeando el río, y solamente habían pasado unas horas, cuando escucharon a lo lejos el sonido de numerosas voces humanas, cada vez más cercanas.
Por temor a ser descubiertos por la multitud, se alejaron un poco del río y se dirigieron hacia un conjunto de enormes rocas, a mayor altitud, muy cerca de allí, donde podían ver lo que pasaba sin ser descubiertos.
No tardaron mucho en encontrar la figura de San Juan el Bautista, que estaba en la orilla del río, y quien predicaba sobre la necesidad de arrepentirse de los pecados y de convertirse.
El león maravillado veía con sorpresa el ímpetu y fuerza de ese misterioso humano, a quien el mismo, no se atrevería a enfrentar.
Cerca del mediodía, vieron a lo lejos la figura de otro hombre diferente a los demás, muy llamativo, resplandeciente, que se acercaba con paso grandioso y solemne a la multitud. De repente, cortante como una espada sonó la voz del Bautista que señalaba al recién llegado: «Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo… Yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias». Y todos admirados abrieron paso a ese majestuoso y aún más misterioso hombre.
– ¿¡Escuchaste eso!!?, dijo el zorro sorprendido… ¿No entiendo por qué le llama cordero si es un hombre? ¿Qué sucede aquí?
Es estos momentos una voz interior habló al corazón del viejo León iluminando su entendimiento, y comprendió que lo que veía en ese dichoso día era ni más ni menos que el cumplimiento de la antigua profecía del León de Judá, aunque nunca había imaginado que esta era un mero símbolo, que se refería en realidad al Dios hecho hombre, Jesucristo.
– Si un hombre puede ser cordero, también puede ser león, dijo en voz baja el sabio felino, esbozando una sonrisa.
– ¡¡Qué!!…dio un salto el escandalizado y astuto zorro. ¿Y ahora tú pretendes que también es león? Acaso… ¿están todos locos?
– Tranquilo…Míralo bien. Lo que de grandioso, fuerte, violento, magnífico, noble, bello, solemne y… en fin, todo lo bueno que puede haber en un león está en plenitud en este hombre. Él es el León absoluto, y a la vez el Mesías de los hombres, el Rey de reyes.
– Mmmm… Ser cordero y león a la vez, parece un poco contradictorio… Los corderos son mansos, suaves, se dejan matar incluso… en cambio los leones…ehh…ya sabes a qué me refiero.
– Parece contradictorio, pero no lo es, se complementa muy bien. La perfección se encuentra en los contrarios armónicos.
– Pensando bien, como sería bueno que hubiese alguien capaz de ser como un cordero con los buenos, pero llegada la hora del combate y la justicia ser un león con los malos…
– ¡Mira!! Está entrando en el agua junto al hombre del desierto! ¡Mira que luz impresionante baja sobre ellos!!
Y se escuchó la voz de Dios Padre haciendo estremecer la creación entera:
«Este es mi hijo amado en quien tengo mis complacencias»
Por el Hno. Santiago Vieto E.P
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