viernes, 22 de noviembre de 2024
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Plataforma católica para varones en EEUU hace elogio del oficio de los monaguillos

North Carolina (Martes, 19-02-2019, Gaudium Press) Jason Craig, Vicepresidente de Programa de la organización Fraternus y Editor senior de la plataforma católica Those Catholic Men, hizo un elogio del oficio de los monaguillos, quienes sirven en el altar junto a los sacerdotes a imagen de los hijos que aprenden un oficio ayudando a su padre a realizarlo. Esta participación es para el autor muy importante durante la adolescencia para la integración de los jóvenes en la vida de la Iglesia.

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El niño necesita el taller

El redactor reflexionó sobre la necesidad natural de dar una actividad a los niños de forma que se evite el desarrollo de una actitud egoísta que puede llegar a proyectarse en la vida adulta. Esto se expresaba en la sociedad a través del proceso de aprendizaje del oficio familiar que vivió el mismo Jesús al interior de la Sagrada Familia junto a San José. «Una vez que un niño llega a una fuerza física y mental capaz de hacer un trabajo decente y ser parte del mundo de los hombres, de hecho, debe integrarse en ese mundo», comentó Craig. «Si no lo está, su infancia se convertirá en la autoabsorción que se muestra tan claramente en los hombres infantiles de hoy».

Sobre la participación de Cristo en esta actividad, los Evangelios registran la sumisión a sus padres terrenos después de haberse quedado en el Templo, momento que marca una ruptura con respecto a su niñez, y la identificación de Jesús como «el hijo del carpintero» por parte de sus vecinos más adelante. «Cuando llegó el momento de que Jesús se convirtiera en un hombre, su madre permitió que esto sucediera y su Padre lo trajera, y esto se reflejó en ser incorporado a la obra de San José», indicó.

«El trabajo físico y el oficio es la forma más universal de un rito de paso para los niños», recordó el redactor, quien puso como ejemplo la participación en la cacería en culturas ancestrales y el modelo de aprendices en el pasado de la sociedad occidental. «Incluso el caballero era, en su forma más antigua, un rito de pasaje para un escudero en el que se le entregaban las herramientas del oficio de un soldado», explicó, haciendo la distinción entre este proceso y una posible explotación. «Darle trabajo a un niño no significa deshacerse del trabajo de un hombre en forma aplastante, pero sí significa darle lo que es capaz de recibir, y tal vez pedirle que reciba más de lo que sabe que puede». Un lugar donde esto se aprecia cotidianamente es el trabajo del campo, donde los infantes apoyan progresivamente las labores de la granja y crecen en responsabilidad a medida que se desarrollan.

El monaguillo aprende «el trabajo de Dios»

«La Iglesia ha empleado esta sabiduría del trabajo, así como en relación con el mayor trabajo de la oración, la obra de Dios, que se presenta con mayor perfección en el altar durante la misa», expuso Craig. «Debido a que se requiere verdadera masculinidad para el sacerdocio ministerial, el trabajo del altar es verdaderamente un ‘trabajo de hombre’. Ya que es un trabajo para hombres, la Iglesia entrega parte de ese trabajo a los niños, cuando su fuerza y ??su mente son capaces».

El oficio del servicio del altar también se lleva a cabo de un modo progresivo, permitiendo que el niño pase de llevar algunos objetos sagrados de un lugar a otro, sea capaz de cuidar el fuego del incienso, hacerse cargo de los libros sagrados o asumir la gran responsabilidad de la ejecución de varios aspectos de la Liturgia como Maestro de Ceremonias. Según el autor, la experiencia demuestra que este proceso prepara a los niños varones a la posibilidad de una vocación sacerdotal y los motiva, ya que a su edad desean diferenciarse del mundo de las mujeres haciendo cosas que solo los hombres pueden hacer.

«Por supuesto, esta idea puede tambalearse porque estamos condicionados a pensar las cosas en ideologías en lugar de realidades, pero (a) los niños a ciertas edades quieren hacer cosas que solo los niños pueden hacer, (b) servir al altar es inherentemente relacionado con el sacerdocio, (c) las mujeres no pueden ser sacerdotes, y (d) mezclarlos a todos es confuso para todos los involucrados», agregó el autor. «Es probable que mientras alguien más niegue una de estas cosas (que, por ejemplo, solo los hombres puedan ser sacerdotes), más niegue la necesidad de que los servidores del altar sean solo niños varones». Para Craig, la experiencia de numerosas parroquias demuestra la eficacia de esta práctica de la Iglesia y su eficacia en sembrar la semilla de la vocación sacerdotal, porque el presbiterio del templo es «el más sagrado de los talleres».

Con información de Those Catholic Men.

 

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