Ciudad del Vaticano (Miércoles, 20-02-2019, Gaudium Press) Continuando sus catequesis sobre el Padrenuestro en las audiencias de los miércoles, el Papa Francisco profundizó esta mañana -en la Sala Vaticana Pablo VI- en el misterio de la paternidad de Dios.
«Queridos hermanos y hermanas: siguiendo la catequesis sobre el Padrenuestro, hoy vemos cómo el primer paso de toda oración cristiana es el de introducirnos en el misterio de la paternidad de Dios. Aunque hayamos tenido unos buenos padres nuestra experiencia familiar no es suficiente para entender esta paternidad, porque sabemos que todo lo humano, también el amor, es imperfecto ya que está sujeto al egoísmo personal y a los límites propios de nuestra condición de hombres y mujeres», dijo el Pontífice.
Para entender el amor paterno de Dios, debemos partir de la figura de nuestros padres, pero ella debe ser sublimada.
«El amor de Dios es el del Padre ‘que está en los cielos’, según la expresión que nos invita a usar Jesús: es el amor total que en esta vida sólo saboreamos de manera imperfecta. Los hombres y las mujeres son eternamente mendigos del amor, buscando un lugar donde finalmente puedan ser amados, pero no lo encuentran. ¡Cuántas amistades y cuantos amores decepcionados hay en nuestro mundo!», enfatizó Francisco.
El dios griego del amor es hijo de Poros y Penía, es decir, de las astucia y la pobreza, y su hijo mitológico lleva los rasgos de sus padres. . «Desde aquí podemos pensar en la naturaleza ambivalente del amor humano – afirma el Pontífice citando el Simposio de Platón – capaz de florecer y de vivir poderosamente en una hora del día, e inmediatamente después marchitarse y morir; lo que alcanza, siempre se le escapa». Hay una expresión del profeta Oseas (6,4), recordó el Papa, que enmarca sin piedad la debilidad congénita de nuestro amor: «Tu amor es como una nube matutina, como el rocío que se desvanece al amanecer».
Eso es el amor humano «una promesa que es difícil de cumplir, un intento que pronto se seca y se evapora, un poco como cuando por la mañana sale el sol y se lleva el rocío de la noche». Hasta el apóstol Pedro tuvo miedo y huyó. Somos mendigos del amor, pero nos arriesgamos a no encontrarlo, si lo buscamos solo en los hombres.
Pero hay otro amor, el del Padre «que está en los cielos». Todos somos destinatarios de ese amor. Y aunque todos nuestros amores terrenales fallen, se desmoronen siempre permanecerá el amor ardiente, único y fiel de Dios. En el hambre de amor que todos sentimos es en realidad la invitación a gozar del amor divino. «La expresión ‘en el cielo’ no quiere expresar una distancia, sino una diversidad radical, otra dimensión».
El Papa pidió «que el Señor nos conceda la gracia de no tener miedo y de saber que no estamos solos, porque no hay nada en esta vida que pueda apartarnos de su amor de Padre».
Con información de Vatican News
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