Redacción (Jueves, 21-02-2019, Gaudium Press) El día 20 de febrero la liturgia conmemoró los Santos Pastorcitos de Fátima.
Ahora, con dos de ellos ya canonizados, más que nunca, ellos pueden y deben ser apuntados como ejemplo a ser seguido por todos.
Recordamos aquí las apariciones del Ángel a Lucia, Francisco y Jacinta y cómo fue la vida de los pastorcitos después de ellas.
Por tres veces el Ángel de la Paz visitó a los pastorcitos en el año 1916. Después de la última aparición, ellos comenzaron a expiar a los pecadores por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración.
Las apariciones de Nuestra Señora en Fátima fueron precedidas por tres visiones que Lucia, Francisco y Jacinta tuvieron del Ángel de Portugal, o de la Paz, entre abril y octubre del año 1916, en una colina próxima de la Cova da Iria, denominada Cabeço. Por medio de las palabras del Ángel, este predisponía a los niños para el momento en que la propia María Santísima les hablaría.
Algunas manifestaciones sobrenaturales antecedieron a la aparición del Ángel. Lucía, y otras tres niñas más, vieron que, sobre la arboleda del valle, se formaba una especie de nube albíssima con forma humana, «una figura, como si fuese una estatua de nieve, que los rayos del Sol tornaban todavía más transparente», según las palabras de Lucia. En días diferentes, esta aparición se repitió -dos veces.
Un joven resplandeciente y de gran belleza
Fue en la Loca do Cabeço que, en un día de primavera del año 1916, el Ángel apareció por primera vez. Después de rezar, los niños estaban jugando cuando un fuerte viento sacudió los árboles. Ellos vieron, entonces, caminando sobre el olivar en su dirección un joven resplandeciente y de gran belleza, aparentando tener 14 a 15 años, de una consistencia y un brillo como la del cristal atravesado por los rayos del Sol. Según narra la hermana Lucia, el Ángel, a llegar junto a ellas, dijo:
– No temáis! Soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo.
Y, arrodillado en la tierra, curvó la frente hasta el piso y las hizo repetir tres veces estas palabras:
– Mi Dios! ¡Yo creo, adoro, espero y te amo! Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.
Después, irguiéndose, dijo:
– Orad así. Los Corazones de Jesús y María están atentos a la voz de vuestras súplicas – y desapareció.
«La atmosfera sobrenatural que nos envolvió», relata la hermana Lucia, «era tan intensa que casi no nos dábamos cuenta de la propia existencia por un gran espacio de tiempo, permaneciendo en la posición en que nos había dejado, repitiendo siempre la misma oración.
La presencia de Dios se sentía tan intensa e íntima que ni aún entre nosotros nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente, sentíamos el espíritu todavía envuelto por esa atmosfera que solo muy lentamente fue desapareciendo».
Transcrito, com adaptaciones, de: CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio; Fátima. O meu Imaculado Coração triunfará!
(Mañana: Los designios de Dios sobre los pastorcillos)
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