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El Ángel y los pastorcitos – II Parte

Redacción (Viernes, 22-02-2019, Gaudium Press)

«Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia»

En el verano del año 1916, cuando los tres pastorcitos jugaban en el terreno de la casa de los padres de Lucía, se les aparece nuevamente el Ángel, que les dice, según la narración de la hermana Lucia:

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– ¿Que hacéis? ¡Orad! ¡Orad mucho! Los Corazones Santísimos de Jesús y María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

– ¿Como nos hemos de sacrificar? – preguntó Lucía.

– De todo lo que pudieres, ofreced a Dios sacrificio, en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. 1 Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe – y desapareció.

Como después de la primera aparición del Ángel, también esta vez los niños quedaron un tiempo en una especie de éxtasis.

Preparados para las apariciones de Nuestra Señora

En el fin del verano o principio del otoño del mismo año se dio la última aparición del Ángel, nuevamente en la Loca do Cabeço, conforme describió la hermana Lucía:

«Después de haber merendado, quedamos en ir rezar en la gruta, que quedaba del otro lado del monte. […] Luego que ahí llegamos, de rodillas, con los rostros en la tierra, comenzamos a repetir la oración del Ángel: ¡Mi Dios! Yo creo, adoro, espero y te amo, etc. No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando vemos que sobre nosotros brilla una luz desconocida. Nos erguimos para ver lo que pasaba, y vimos al Ángel teniendo en la mano izquierda un cáliz, sobre el cual está suspendida una Hostia, de la cual caen algunas gotas de Sangre dentro del cáliz».

Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, el Ángel se postró en la tierra junto a los niños y los hizo repetir tres veces la oración:

«Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que el mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión de los pobres pecadores».

Después, levantándose, dio la Hostia a Lucia, y el cáliz, lo dio de beber a Francisco y Jacinta, diciendo:

– ¡Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos! Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.

Y postrándose de nuevo en tierra, repitió con ellos otras tres veces la misma oración: «Santísima Trinidad, etc.», y desapareció. Ellos permanecieron en la misma actitud, repitiendo siempre las mismas palabras. Cuando se irguieron, vieron que era de noche y volvieron a su casa.

La sensación de la presencia de Dios en esa última aparición fue mayor que en las anteriores. Desde aquel momento, los niños comenzaron a expiar por los pecadores por medio de sacrificios y de una asidua vida de oración. La Providencia los preparaba para las apariciones de María Santísima que habrían de marcar la Historia.

(Transcrito, con adaptaciones, de: CLÁ DIAS, EP, João Scognamiglio; Fátima. ¡Mi Inmaculado Corazón triunfará!)

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