Ciudad del Vaticano (Lunes, 04-03-2019, Gaudium Press) Comentando la lectura evangélica de ayer, en el Ángelus dominical, el Papa Francisco habló de la importancia de la competencia humana y moral, de los hombres que guían a otros hombres. El siguiente es el texto de San Lucas (6, 39-45), del evangelio de ayer domingo:
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
El Señor quiere mostrar a sus discípulos como se vive con sabiduría, comentó Francisco.
«Con la pregunta: ‘¿Puede un ciego guiar a otro ciego?’, quiere subrayar que el guía no puede ser ciego, sino que debe ver bien, es decir, debe poseer sabiduría; de lo contrario, corre el riesgo de perjudicar a las personas que se confían a él». Es esa la forma como Jesús «llama la atención de quienes tienen responsabilidades educativas o de liderazgo, para hacerlos conscientes de lo importante de su función.
Sobre la hipocresía
Jesucristo alerta sobre la hipocresía, cuando habla del hombre que se preocupa por las pequeñeces de los demás y no por los graves defectos propios. De hecho, «muchas veces, todos lo sabemos, es más fácil o más cómodo ver y condenar las faltas y pecados de los demás, sin poder ver los propios con la misma lucidez», e incluso a veces escondemos nuestras faltas «a nosotros mismos», puntualizó Francisco. Si, acerca de las faltas propias, «creo que no las tengo, no puedo condenar o corregir a los demás. Todos tenemos defectos: todos. Y debemos ser conscientes, y antes de condenar a otros debemos mirar dentro de nosotros mismos».
Finalmente el Pontífice alertó contra la maledicencia, que es el fruto malo que hace el mal ejercicio de la murmuración. Murmuración que puede destruir nuestro entorno.
Con información de Vatican News
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