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La vil indiferencia

Redacción (Miércoles, 06-03-2019, Gaudium Press) Dios, en su infinita bondad, quiso dar a los Ángeles el sublime e inexpresable don de verlo cara a cara. Pero las grandes gracias solo se obtienen mediante pruebas equivalentes al premio prometido.

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Fue lo que sucedió a los Ángeles. Seres de inteligencia tan elevada, de conocimientos tan profundos y rápidos fueron sometidos a los insondables designios divinos, a algo no cognoscitivo a la propia mente angélica. Era una prueba de amor al Altísimo. ¿Estarían todos dispuestos a eso?

«Yo vi a satanás caer del Cielo como un relámpago» (Lc 10,18), dice Nuestro Señor en el Evangelio. Hubo Ángeles que se revelaron y San Miguel los lanzó al infierno, en la mansión de la desgracia incesante, total e inexpiable.

No amaron el bien como deberían

Ahora, algunos Ángeles no amaron el bien como deberían. Acometidos por el mal de la indiferencia, la indecisión y la debilidad, intentando crear una atmósfera de falsa paz, se unieron a la revuelta. Perdieron, así, la luz, comprando también la muerte eterna. Son los llamados demonios de los aires.

Según Plinio Corrêa de Oliveira «son los demonios que no iniciaron la revuelta, pero que se dejaron arrastrar, y que, como tales, como siendo menos súper-pésimos, no fueron desde luego lanzados al infierno, solo serán lanzados al fin del mundo. Esos quedan por los aires, no directamente tentando hacia la ofensa a Dios, sino creando un estado de espíritu propicio para el pecado». 1

Los que más tientan a los religiosos

Estos son los demonios que más tientan a los religiosos. Como estos luchan por trillar el camino de la perfección, se torna difícil al demonio del infierno tentar directamente al pecado. Entonces, entran en acción los demonios de los aires, creando un estado de espíritu mediocre e indolente delante del grandioso panorama de la vocación. Así, por la falta de radicalidad de los buenos, se frustran los grandes planes de Dios.

Ejemplo contrario nos dieron los Ángeles fieles. El total amor al Bien se transformó en indignación y odio contra el mal y, consecuentemente, redundó en un acto de suma fidelidad. ¡Tengamos, pues, un amor ardiente e íntegro al Bien para que la vil indiferencia no nos conduzca a nuestra propia ruina!

Por la Hermana Letícia Gonçalves de Souza, EP
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CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 21 jul. 1974. (Archivo IFTE).

 

 

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