Ciudad del Vaticano (Lunes, 11-03-2019, Gaudium Press) Ayer, Ángelus del primer domingo cuaresmal, el Papa meditó el Evangelio que trata de las tentaciones con que el demonio acometió al Señor, tras 40 días de ayuno en el desierto:
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.»
Jesús le contestó: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mi, todo será tuyo.»
Jesús le contestó: «Está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras».
Jesús le contestó: Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios».
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión. (Lc 4, 1-13)
El Papa Francisco resumió las tres tentaciones con tres expresiones: la avidez de la posesión, la gloria humana y la instrumentalización de Dios.
La avidez de la posesión es la lógica insidiosa de satanás de querer hacernos creer que todo es posible sin Dios. La gloria humana es una perdida de la dignidad personal al dejarse corromper por los ídolos del dinero, el éxito y el poder. La instrumentalización de Dios, la tentación más sutil de estas tres, es querer que Dios actúa para satisfacer nuestro orgullo. Pero esos no son modos de actuar de Dios.
En contraposición al que cae en la tentación, Jesucristo propone el camino del Padre: Vida interior, fe en Dios, certeza de su amor. Este tiempo cuaresmal es privilegiado para purificarno y hacer crecer la presencia de Dios en nosotros.
El Pontífice colocó el ejemplo de la Virgen, ícono de la fidelidad a Dios, y pidió que ella nos sostenga en el camino de rechazar el mal y acoger el bien.
Con información de Vatican News
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