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Resurrección de Lázaro

Redacción (Miércoles, 27-03-2019, Gaudium Press) El más importante milagro realizado por Nuestro Señor fue la resurrección de Lázaro, que ocasionó la conversión de un buen número de judíos. Pero también hizo que el Sanedrín decretase la muerte de Jesús.

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Sepultado hacía cuatro días

Lázaro era riquísimo y residía, con sus hermanas Marta y María Magdalena, en Betania, situada a unos tres kilómetros de Jerusalén. Cuando Nuestro Señor estaba en la Ciudad Santa, se hospedaba en su casa.

Habiendo sido informado de que Lázaro había enfermado, Jesús permaneció todavía dos días en el lugar en que se encontraba, en Perea.

Después se dirigió, con sus Apóstoles, a Betania. Cuando llegó, Lázaro había sido sepultado hacía cuatro días; y muchos judíos vinieron a aquella casa para consolar a las dos hermanas.

«Al saber que Jesús había llegado, Marta fue a su encuentro. María se quedó sentada en casa. Entonces Marta dijo a Jesús: ‘Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero incluso así yo sé que lo que pidas a Dios, Él Te concederá.’

«Le respondió Jesús: ‘Tu hermano resucitará.’ Dijo Marta: ‘Yo sé que él resucitará en la resurrección, en el último día.’

«Entonces Jesús dijo: ‘Yo soy la Resurrección y la Vida. Quien cree en Mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí no morirá jamás. ¿Crees en esto?’ Respondió ella: «Sí, Señor, yo creo firmemente que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que debía venir al mundo.’

«¡Lázaro, ven afuera!»

«Después de haber dicho esto, ella fue a llamar a su hermana, María, diciendo bajito: ‘El Maestro está ahí y te llama.’ Cuando María oyó eso, se levantó deprisa y fue al encuentro de Jesús. Jesús estaba todavía fuera del pueblo, en el mismo lugar donde Marta se había encontrado con Él.

«Los judíos que estaban en casa consolándola, cuando la vieron
levantarse deprisa y salir, fueron atrás de ella, pensando que fuese al túmulo para allí llorar. Yendo para el lugar donde estaba Jesús, cuando lo vio, cayó de rodillas delante de Él y le dijo: ‘Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.’

«Cuando Jesús la vio llorar, y también los que estaban con ella, estremeció interiormente, quedó profundamente conmovido, y preguntó: ‘¿Dónde lo colocaste?’ Respondieron: ‘Ven a ver, Señor’. Y Jesús lloró. Entonces los judíos dijeron: ‘¡Ved como Él lo amaba!’ Algunos de ellos, sin embargo, decían: ‘¿Este, que abrió los ojos al ciego, no podía también haber hecho que Lázaro no muriese?’

«De nuevo, Jesús quedó interiormente conmovido. Llegó a la tumba. Era una caverna, cerrada con una piedra. Dijo Jesús: ‘¡Sacad la piedra!’ Marta, la hermana del muerto, intervino: ‘Señor, ya huele mal. Está muerto hace cuatro días.’ Jesús le respondió: ‘¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?’

«Sacaron entonces la piedra. Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, Yo Te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me escuchas. Pero digo esto por causa del pueblo que me rodea, para que crea que Tú me enviaste.’

«Habiendo dicho eso, exclamó con voz fuerte: ‘Lázaro, ¡ven afuera!’ El muerto salió, atado de manos y pies con las sábanas mortuorias y el rostro cubierto con un paño. Luego Jesús les dijo: ‘¡Desatadlo y dejadlo caminar!’ Entonces, muchos de los judíos que habían ido a la casa de María y vieron lo que Jesús había hecho creyeron en Él» (Jn 11, 20 – 45).

«Yo soy la Resurrección y la Vida»

Grande aflicción causó a las hermanas el hecho de Jesús no ir luego a Betania, sino haber permanecido todavía por dos días en Perea.

Comenta Monseñor João Clá:

«Esa es bien la probación por la cual pasan las almas afligidas que imploran la intervención de Dios y juzgan no ser atendidas, debido a la demora o a una aparente inercia de parte del Cielo. […]

«Cuando Dios tarda en intervenir es por razones más altas y porque ciertamente nos dará con superabundancia. Y ahí está el procedimiento de Jesús hacia aquellos a los cuales ama».

Dijo Nuestro Señor a Marta: ‘Yo soy la Resurrección y la Vida’ (Jn 11, 25). Esa es «una de las más bellas afirmaciones del Evangelio. En otros trechos Él habrá revelado: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ (Jn 14, 6); ‘Yo soy la Luz del mundo’ (Jn 8, 12); ‘Yo soy el pan de la vida’ (Jn 6, 35); pero ninguna alcanza la altura teológica» de aquella primero citada.

La inteligencia solo sabe hablar, el amor es el que canta

«María era tan carismática en su Fe, en el ardor de sus deseos y en la comunicación de su bienquerencia por Jesús, que Él mismo ‘estremeció interiormente, quedó profundamente conmovido’.

«Bien decía De Maistre: ‘La raison ne peut que parler, c’est l’amour qui chante!’ – La inteligencia solo sabe hablar, el amor es el que canta.

«Nuestras palabras pueden convencer, pero nuestro amor podrá hasta incluso tocar el Sagrado Corazón de Jesús. Cuán humano, sin dejar de ser divino, Él se muestra en esa ocasión, sobre todo al derramar, también Él, sus preciosísimas lágrimas, santificando, de esta forma, las lágrimas brotadas de todos los corazones sufridores por amor a Dios o arrepentidos de sus faltas. […]

Dos milagros portentosos se obran

«Siempre ‘piedra de escándalo’ (Is 8, 14), los campos se dividen en vista de sus lágrimas. Algunos son tomados de admiración, otros lo recriminan por haber dejado morir a Lázaro.

«Hipocresía pura, según autores clásicos, pues se ponen a juzgar a Jesús antes siquiera de cualquier acción suya. Ese es el efecto de una antipatía preconcebida, radicada, tal vez, en el vicio de la envidia. […]

«Dos portentosos milagros se obran, no solo el de la pura resurrección. Lázaro estaba atado de la cabeza a los pies, impedido de caminar; entretanto, subió por la escalera que daba acceso a la entrada del túmulo, estando hasta incluso con un sudario al rostro.
«Imaginemos la impresionante escena de un difunto subiendo escalón por escalón, sin libertad de movimientos y sin ver, pero ya respirando con visibles señales de vida. ‘Desatadlo y dejadlo caminar’ es la última voz de comando del Divino Taumaturgo.»

Muchos de los judíos que allí se encontraban se convirtieron. Pero hubo la traición de algunos que «fueron a los fariseos y les contaron lo que Jesús realizara» (Jn 11, 46), llevando el Sanedrín a decretar su muerte (cf. Jn 11, 53)».

Que Nuestra Señora haga que las almas muertas por el pecado se arrepientan eficazmente y vuelvan a vivir, para que así sea implantado el Reino de María.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 187)
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Bibliografía
DE MAISTRE, Joseph. Essai sur le principe générateur des constitutions politiques et des autres institutions humaines. Paris: L. Ecclésiastique, 1822, p.19, nota 3.
CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. I, p. 237.242.246 passim.

 

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